El origen, según Anish Kapoor
La entrepierna desnuda de una mujer, en primer plano. Eso es todo lo que muestra El origen del mundo, pintura que Gustave Courbet realizó en 1866 por encargo de un diplomático turco que quería un retrato de su amante. Exhibida en el parisino Museo de Orsay tras haber integrado la colección de Jacques Lacan, la obra se convertiría en una de las más conocidas de la historia del arte.
El origen del mundo se titula también la instalación que presentará desde el sábado próximo en Fundación Proa Anish Kapoor, artista nacido en 1954 en Bombay y radicado en Londres. Realizada casi 120 años después que la obra original, es su versión minimalista: consiste en un gran agujero negro inclinado, en el centro de una estructura de gran escala, que produce la inquietante sensación de no saber cuánta profundidad tiene.
"Anish hace eso todo el tiempo: provoca que dudes sobre tu percepción, que no creas en lo que estás viendo. La obra es el vacío entre la percepción y la razón: la razón me dice una cosa, la percepción me dice otra. Eso es súper insurgente", señaló a LA NACION revistaMarcello Dantas, curador de la muestra.
No es casual que recurra a la palabra insurgente para definir las obras de esta muestra, inquietante en más de un sentido. Su título, Surge, tiene que ver con la palabra inglesa que refiere a un movimiento abrupto, pero también, según Dantas, "con la idea de insurgencia política, de los que van a venir desde abajo para transformar lo de arriba". Se exhibió en la Fundación CorpArtes, en Santiago de Chile, hasta semanas antes de las protestas sociales que contribuyeron a elevar la actual temperatura en la región.
"Pensamos que es un discurso relevante para presentar en este contexto de América Latina", agregó Dantas, que llevará Surge también a Brasil y ya trabajó con Kapoor en otras cuatro exposiciones. Incluida Destierro, hace dos años, en el porteño Parque de la Memoria. "Por eso impulsamos este proyecto de forma muy rápida, muy intensa, con menos tiempo de preparación, pero con algunas obras muy icónicas. Como Disparando a la esquina II, un cañón que está todo el tiempo tirando cera roja contra el espacio. O Svayambhu ("Autogenerado", en sánscrito), una masa de cera roja como sangre, como carne, que se mueve de forma casi imperceptible por el espacio."
Descendiente de refugiados –su madre, de origen judío, emigró a la India desde Bagdad– e inmigrante en Gran Bretaña en tiempos de Brexit –al que definió como "una especie de virus horrible"–, Kapoor realizó colaboraciones con dos de los creadores contemporáneos más perseguidos por sus ideas: el artista chino Ai Weiweiy el escritor Salman Rushdie, indobritánico como él. Y hace dos años donó el millón de dólares que obtuvo con el premio Genesis para ayudar a quienes hayan tenido que exiliarse por la guerra o la persecusión política.
"Vendrán y dirán: ‘¿Por qué estoy mirando esto, por qué es arte? Ni siquiera es lindo’ –señaló Kapoor en 2014 en una entrevista con The Times of India, al ser consultado por la posible recepción de su trabajo–. No muy seguido nos encontramos con algo que no entendemos, que nos lleva a preguntarnos qué es. Ese tipo de cuestionamiento te hace pensar distinto, provoca algo de discusión."
Mucho más que discusión desataría al año siguiente Dirty Corner (La esquina sucia), su megainstalación en los jardines del Palacio de Versailles. Se trataba de un túnel de acero transitable de diez metros de alto por sesenta de largo, con su sello inconfundible: una impactante combinación de materiales simples con formas geométricas y orgánicas, destinado a "crear un desorden en el diseño de los jardines".
No esperaba tanto desorden. La pieza fue atacada varias veces con grafitis ofensivos, hasta que el artista decidió dejarlos como testimonio del antisemitismo. Eso le valió una demanda judicial por mostrar en público "material antisemita". Aún así se negó a removerlos, y cubrió algunos de ellos con láminas de oro.
"En una entrevista expliqué que para mí era como la reina echada en la hierba. Y un periodista lo tomó como ‘la vagina de la reina’. La reacción fue muy obvia", explicó el artista a la nacion, cuando visitó el país hace dos años. "Creo que mi obra sacó a flote algo muy conservador de la sociedad francesa –agregó, en una entrevista con Fernando García–. Pero ése es el propósito del arte finalmente. ¡Eso es lo que el arte debería provocar siempre!"
Una polémica similar desató su compra de los derechos exclusivos de uso para fines artísticos del Vantablack, una sustancia que absorbe hasta un 99,965% de la radiación de luz visible. Varios colegas cuestionaron si es ético que un artista posea el control sobre determinado color. Sobre todo Stuart Semple, que llegó a crear el Black 3.0 para ponerlo a disposición de todos... excepto de Kapoor.
Más allá de las peleas anecdóticas, lo cierto es que este último logra producir el perturbador efecto de estar ante un agujero negro dispuesto a tragarlo todo. "El vacío tiene muchas presencias. Su presencia como miedo se relaciona con la pérdida del yo. La idea de ser consumido en el cuerpo, en la cueva, en el útero –dijo en una conversación con Homi K. Bhabha–. Siempre me he sentido atraído por una idea de miedo, hacia una sensación de vértigo, de caer, de ser empujado hacia el interior."
Lo curioso de Kapoor, que representó a Gran Bretaña en la Bienal de Venecia (1990), ganó el Premio Turner (1991) y realizó una megainstalación en el parisino Grand Palais (2011), es que logra un efecto inquietante incluso con las obras de apariencia más simple o inofensiva. Un buen ejemplo es Cuando estoy embarazada (1992), otra pieza que también se verá en Proa y que también alude al origen, más allá de fronteras y culturas. Consiste apenas en un bulto, como una panza, que sobresale de una pared blanca.
"Lo único que la obra de Anish no es, es zen ni tranquila. Son piezas muy disruptivas. Cuando ves la pared blanca como si estuviera embarazada, parece muy plácida, silenciosa, pero es una cosa que está al borde de explotar. Todas están en ese límite entre lo que casi es y lo que ya es. En el punto de transformación."
Algo similar ocurre con Cloud Gate (2004/06), la famosa escultura pública instalada en el Millennium Park de Chicago. Una estructura espejada de trece metros de alto y casi cien toneladas de peso, con forma de poroto, cuya superficie de acero pulido refleja los rascacielos vecinos.
"Un espejo parece la cosa más aburrida y plácida, pero cuando llegás a un espejo de Anish te ves a tí mismo transformado. Descubre una dimensión tuya que un espejo normal no te da", señala Dantas sobre esta obra, más parecida a los volúmenes espejados creados por otras dos estrellas del arte contemporáneo global: el argentino Tomás Saraceno y el danés Olafur Eliasson.
"La escultura de Anish no existe sin el espectador –agrega Dantas–. Solo la entendés cuando sos parte de ella, no cuando la ves en fotografías. Es muy inclusiva, en el sentido de traer al espectador dentro de la obra y ponerlo en el contexto donde está el punto de transformación, que es su propio cuerpo."
En esa experiencia sensorial juegan un rol clave los colores de algunos de los diversos materiales empleados por Kapoor. Como la montaña de pigmento rojo que instaló para crear Destierro en el Parque de la Memoria, contrastada con una excavadora pintada de azul eléctrico. Otra de las obras de esa muestra, Imagina el azul, consistía en un montículo más pequeño de pigmento, iluminado de una manera intermitente que provocaba cambios en la percepción del color.
Un efecto similar generará ahora en Proa la obra Dragón (1992/93). Consiste en piedras de río cubiertas de un pigmento azul tan profundo que resulta difícil enfocar la vista con definición. "Cuando ves el azul o el rojo lo que estás viendo, en realidad, es el interior de tu cuerpo –opina Dantas–. Es un paisaje interior explicitado."
Alojar esa muestra fue "uno de los regalos inolvidables" de su vida profesional para Florencia Battiti, coordinadora artística del Parque de la Memoria y curadora del actual envío de la obra de Mariana Telleria a la Bienal de Venecia. "Durante casi un año y medio estuvimos trabajando con el estudio Kapoor, con un nivel de exigencia muy alto –recuerda Battiti–. Cuando se acercaba la fecha de inaugurar, estábamos bastante nerviosos y preocupados porque estuviese todo de acuerdo con lo que él había pedido. No podíamos evitar las comparaciones odiosas, pensar que él está acostumbrado a hacer obras site specific en Versalles o en la Tate. Nosotros no contamos con recursos ni remotamente similares a los de esas instituciones. Cuando llegó Anish y empezamos a trabajar cara a cara con él, la exigencia no desapareció. Pero sí reveló una humanidad muy profunda. Demostró ser una persona sensible, con inteligencia emocional, capaz de entablar en pocos días una relación afectiva con el equipo de trabajo y de valorar el esfuerzo realizado."
Dos años más tarde, el artista vuelve por más. "Kapoor es un suceso de arte y de creatividad", dijo a LA NACION revista Adriana Rosenberg, directora de Fundación Proa, donde se exhibirán piezas realizadas durante más de un cuarto de siglo. Como El origen del mundo (2004), definida por ella como "bastante espectacular".
"La obra de Anish gira en torno de la búsqueda de un material ritual –concluye Dantas–. Tiene una dimensión sobrehumana, habla de ritos muy antiguos con una estética muy nueva. Busca la esencia en materiales rituales como la cera, el pigmento, los colores, el espejo, la máquina simbólica, pero la resignifica de una manera completamente original. Y ahí está su magia, que es crear una situación donde algo que todos tenemos dentro sale hacia afuera."
¿Por qué el tema del origen es tan importante en la obra de Kapoor? "Porque ese es el tema de la humanidad –responde el curador–. Nos conectamos con algo nuestro que estamos perdiendo cada vez más, en un tiempo de aceleración total. El arte puede cambiar los tiempos de las personas, tiene esa potencia de transformación."
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