El orden de la pasión
La nueva novela de Aurora Venturini es un desaforado relato de decrepitud con el sello característico de la autora: una sintaxis erizada que se combina con ingenio verbal
Aurora Venturini (La Plata, 1922) escribe sus ficciones con una prosa omnívora. Su escritura abarca un abanico muy amplio de registros y asimila asombrosamente bien todos los tonos, modulados a partir de la temperatura de las escenas. Según la exigencia de sus tramas, siempre desaforadas, hace uso de neologismos ("abrupteces", "baratijada"), de expresiones latinas o de brutales e ingeniosísimos insultos. El uso de estos recursos brinda a su prosa una potencia expresiva muy singular. Al conjugarlos con una sintaxis erizada, cargada de hiatos, encabalgamientos y silencios, se logra un fenómeno estético de características únicas en español. Venturini ya planteó esta poética de la desmesura en dos novelas, Las primas (con la que ganó en 2007 el Premio Nueva Novela organizado por Página/12) y Nosotros, los Caserta , y en un libro de cuentos, El marido de mi madrastra .
Los rieles se plantea como un relato de la decrepitud. Los cuerpos como materia en caída, las secreciones y los flujos hediondos ocupan un lugar central en el universo ficcional de Venturini. Sus protagonistas son seres monstruosos -cuya fealdad moral es tan intensa como la física- que llenan sus vidas amasando maldad. Sin embargo, la cerrada opacidad de este imaginario tiene sus puntos de fuga. El más presente en esta novela se relaciona con la grieta que se abre gracias al mundo del arte. La experiencia estética, ese contacto con lo bello y con lo inefable, funciona como un talismán contra lo burdo y la lógica inmediata de la codicia. Refiriéndose a un viaje a El Cairo, la narradora de Los rieles consigna que "tan insuperables experiencias son las corazas defensoras contra la tosca vulgaridad de los automóviles de material plástico, que se abollan no bien chocan con la pared del viento?" Otro punto de fuga es el humor mordaz que cada tanto irrumpe en la trama. Por ejemplo, se menciona a Víctor Sueiro como remate de una descripción de un ámbito de infancia relacionado con lo angelical. O el ardid fónico que se emplea para darle nombre a un personaje malvado: Inés Orete.
En todas las ficciones publicadas por Venturini, el imaginario circula constantemente por el filo de un abismo. Por una parte, aparecen en el texto elementos de lo cotidiano, situaciones de una realidad ordinaria sin distorsiones; por otra, se halla un mundo alucinatorio que no discute con el primero, sino que, por el contrario, lo libra de cierto determinismo tautológico y lo habilita a la multiplicidad de interpretaciones: los enunciados de Venturini, configurados la mayoría de las veces en clave poética, se originan cohesionando elementos dispares. En Los rieles se narra en primera persona el proceso de recuperación de la protagonista que sufrió una caída cuya gravedad fue tal que la dejó al borde de la muerte. Los traumas óseos fueron tan severos que no dejaron a los médicos otra alternativa terapéutica que la quirúrgica. Después el foco narrativo se detiene en las arduas jornadas de rehabilitación kinesiológica. Pero el hilo argumental no es lineal desde el punto de vista cronológico, sino que constantemente avanza y retrocede. Además, es intervenido por raccontos en los que se rememoran viajes a Europa y a El Cairo, o un episodio que sucede en La Plata, en la década de 1940, en el que Helvio "Poroto" Botana, el hijo del periodista dueño del diario Crítica, Natalio Botana, lee la mano de la protagonista y le predice que ganará un premio con una novela original. Otro quiebre de mayor entidad se produce cuando se narra el descenso a los infiernos de la protagonista y la discusión con monsieur Le Diable acerca de si está viva o muerta. Este episodio no será el único de carácter alucinatorio en la novela, aunque sí el de mayor peso. Funciona como el eje determinante para impregnar de irrealidad la atmósfera del relato. Además, en este fragmento se plantea la disyunción clave entre vida y muerte que estará presente en las nueve partes que conforman el libro. En Los rieles , Aurora Venturini utiliza su destreza para nombrar, con inteligencia y sin reservas, los secretos del padecimiento. Con su escritura encrespada circunda y aprehende un mundo extraño plagado de bubas y ensoñaciones. El gesto de la autora es elocuente y voluptuoso. Es un hecho lírico, ni más ni menos, que se organiza a partir del mapa deslumbrante de su pasión.
Los rieles
Aurora venturini
Mondadori
185 páginas
$ 89