El Museo del Holocausto renueva la experiencia de la memoria histórica y el testimonio
Reabre mañana con dispositivos interactivos y táctiles, además de objetos de la época que permiten un acercamiento más directo al período del terror nazi y su relación con la Argentina
El remodelado Museo del Holocausto, que abrirá mañana sus puertas al público y podrá visitarse desde enero, ofrece al visitante una experiencia inmersiva y transformadora. Con tecnología de última generación y una exhibición de vanguardia, el recorrido permite asimilar exhaustiva información histórica y testimonial sobre la magnitud del genocidio. Dispositivos interactivos y táctiles, proyecciones, recreaciones sonoras y plataformas de inteligencia artificial se combinan con objetos que aportan un anclaje directo a la realidad de la época: esvásticas, indumentaria nazi, trajes a rayas o las estrellas amarillas insignia con que se estigmatizó al pueblo judío.
Jonathan Karszenbaum, director ejecutivo del museo, dirigió una visita guiada exclusiva para LA NACION por las renovadas instalaciones de la institución. Mónica Dawidowicz, integrante de la comisión de sobrevivientes del exterminio, acompañó en el recorrido.
La visita tiene tres zonas diferenciadas. En el subsuelo, se aborda la vida de los judíos en Alemania en el ascenso del nazismo, las políticas antijudías, el inicio de la guerra y la creación de los guetos. En la planta baja, el tema central es la "Solución final" y los procesos de exterminio, el final de la guerra y lo que sucedía en la Argentina. En el piso superior, las temáticas giran en torno a Adolf Eichmann y el volver a vivir.
"Si nosotros callamos, ¿quién hablará?", reflexiona Primo Levi, en una frase del video introductorio que se proyecta en el prólogo del museo. De frente, un mosaico de imágenes, videos y objetos interactúa junto con datos estadísticos sobre la vida judía antes de la Shoá. "Esto invita a sentir que estas personas vivían igual que nosotros", señala el director.
Varias gigantografías narran cómo poco a poco se fueron recortando libertades ante el ascenso del nazismo y el antisemitismo en Alemania. Junto a un ejemplar de Mi lucha, en una pantalla táctil se puede consultar la clasificación de insignias de los prisioneros. Allí, se exhibe el original de un traje nazi cedido por un particular. Sobre esta pieza, Mónica reproduce el relato de quien la donó al museo: "Había en su casa una caja que nunca abrían. Cuando murió su papá, la abrieron y encontraron el traje y cartas. Lo conservaba un inglés que vivía en la Argentina y que había luchado en Londres contra el Ejército nazi. En la caja estaba el traje, que imaginamos que fue un botín de guerra y una de las cartas en las que escribió: 'Hoy me voy a emborrachar, Hitler capituló'".
Otro dispositivo reproduce afiches de propaganda antijudía, películas de la época y se ve un ejemplar del cuento "El hongo venenoso" y pasaportes con la letra J impresa. Mónica Dawidowicz, nacida en Polonia, no llegó a tener uno de estos pasaportes. Tras ser entregada a una familia polaca católica, llega finalmente a Uruguay, donde la adopta un tío. Con siete años, viaja de Montevideo a Buenos Aires y vive con sus tíos. "Hacen documentación falsa para mí como Raquel Mowszowicz, nacida en Buenos Aires el 20 de junio de 1941. Celebro el cumpleaños ese día y es el documento que tengo, aunque me siguieron llamando Mónica", cuenta. "Mi hermana Esther tenía diez años y recuerda cuando mi padre cerró la puerta de la casa y salieron todos en caravana hacia el gueto. Recuerda las botas de los nazis golpeteando. Mi madre estaba embarazada de mí", relata.
En otro espacio, se aborda el éxodo a la Argentina y se analizan ejemplos de personalidades que debieron emigrar por el hostigamiento. Mientras se avanza en el museo, un mapa dinámico proyecta en el suelo el alcance de la guerra. "Yo no la porté, porque nací en un gueto y al poco tiempo mis padres me entregaron a una familia porque ya entendían que no sobrevivirían. Ellos sí la portaron", comenta Mónica. Además, se exhiben objetos como un diminuto saco de tela acompañado de una tela escrita. "Es una carterita que los padres le pusieron a una niña para identificarla y que luego le sirvió a ella para saber quién era", explica Mowszowicz. Una línea de tiempo interactiva relaciona los hechos que ocurrían entonces con la realidad argentina y mundial y un muro de ladrillos con alambre emula una pared de gueto. Al lado, conmovedoras imágenes de una película documental de fines del 41 del gueto de Varsovia permiten "sentirse dentro del gueto, ver los rostros y ser visto por ellos simbólicamente, ver las clases sociales, el hacinamiento", señala el director.
Los discursos de Hitler, la Noche de los Cristales, los bombardeos y un intento de reproducción sonora y visual proyectada de lo que ocurría en un vagón cuando se deportaba a las víctimas producen temor, vértigo, encierro. En la sala de la "Solución final" se escucha por auriculares el testimonio de unos 700 sobrevivientes recapitulados por la Shoah Foundation, de los 3000 que recibió la Argentina. También se refleja el horror de la vida en los campos, la liberación y el cómo reconstruyeron sus vidas los sobrevivientes. En una vitrina, varios baúles recuerdan el éxodo. Una de las valijas, pequeña y roja, está a la vista. "Vino conmigo desde Europa. Adentro traía un caballito de madera de Suecia -tierra por donde peregrinó-, un libro y una muñeca", rememora Mónica.
Un espacio dedicado a Eichmann enseña el salvoconducto original con el que entró al país y una réplica del pasaporte falso con el que salió.
Por otro lado, un dispositivo de inteligencia artificial desarrollado por la Shoah Foundation permite al visitante hacer preguntas a Lea Novera, una sobreviviente que fue grabada y que respondió a miles de preguntas creando una base de datos que facilita que, al ser consultada por algún tema, responda de frente a su interlocutor.El recorrido del museo se cierra conceptualmente con una proyección con los nombres de los millones de judíos asesinados y en la Sala de la Memoria una máquina de escribir rescatada de la AMIA y donada al museo recuerda que "la violencia antisemita no terminó con el Holocausto".
Reconocimiento: Kundera recupera su nacionalidad
A los 90, y después de 40 años, Milan Kundera recuperó la ciudadanía checa, que las autoridades comunistas de la antigua Checoslovaquia le habían retirado en 1979. El autor de La insoportable levedad del ser se exilió en 1975 en Francia, país del que obtuvo la nacionalidad en 1981 y cuya lengua adoptó desde 1994 para escribir. El embajador checo en Francia, Petr Drulak, le entregó un certificado el jueves 28 en su piso de París.
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