El mundo del jazz por Cortázar y Sosa Villada
Leer Soy una tonta por quererte, de Camila Sosa Villada (Córdoba, 1982), y, en especial, el cuento que da título al libro, me deparó sorpresa y placer. No reconocí en la frase “Soy una tonta por quererte”, el verso I’m a fool to want you, de la canción homónima de Sinatra, Jack Wolf y Joel Herron. El cambio de idioma y el hecho de que una argentina escribiera en español mexicano me desorientaron.
El cuento narra la relación de fanes y, después, de profunda amistad entre dos travestis peluqueras mexicanas, María (la narradora) y Ava, con la célebre cantante Billie Holiday (1915-1959), a la que conocen en un fumadero de Harlem. María, toda gracia, puro corazón y entusiasmo, es mexicana, de origen indio; Ava, en cambio, es el sueño de la aria de ojos celestes y pelo rubio. Ambas completan sus ingresos de Dalilas con una actividad intermitente de prostitutas. Ava tiene más éxito con los hombres, a menudo, para su desdicha. Es bueno aclarar que Sinatra escribió la canción mencionada cuando se enamoró de Ava Gardner y dejó a su esposa, Nancy. para casarse con la mujer más hermosa del mundo.
María y Ava (la peluquera, no la estrella) aman con devoción la voz, el estilo, los vestidos, el formidable abrigo de visón y la ternura de Billie. A partir del momento en que la conocen, el deslumbramiento se convierte, sobre todo en María, en un cariño profundo, correspondido por la artista.
Mi sorpresa se debió a que, mientras leía absorto la prosa de Sosa Villada, se interpuso el recuerdo inopinado de Ana María Barrenechea (1913-2010), la ilustre ensayista, lingüista y docente argentina, mientras dictaba Introducción a la literatura en la Facultad de Filosofía y Letras. En 1961, yo asistía como alumno a las clases en las que ella analizó el cuento “El perseguidor”, de Julio Cortázar, inspirado en el gran músico de jazz y saxofonista Charlie Parker. Anita, como todos la llamaban, fue la primera que, por medio de su cátedra, difundió la obra del escritor. ¿Por qué ese recuerdo?
En varios sentidos, el cuento de Sosa Villada es una reescritura de “El perseguidor”; algo así como una puesta al día estética y de pensamiento de un tema de siempre, la creación y sus creadores. En ambos cuentos, los narradores son amigos de las dos leyendas del jazz: María, la peluquera, en la narración de Sosa Villada; Bruno, un crítico, periodista y amigo, en la de Cortázar. Las historias transcurren en Nueva York, en el mundo del jazz, en los años 50; tanto Billie Holiday como Johnny se drogan para soportar sus vidas y convertirlas en arte; pero la adicción los llevará a la muerte.
Hay una diferencia que hace toda la diferencia. Johnny se interroga sobre la música y la distinción entre el tiempo cotidiano y el de la creación. Quiere ir por medio de la música más allá de ella en una continua persecución de lo absoluto. Esos eran temas de la década de 1960, derivados del cine de la nouvelle vague francesa, la lectura de Sartre, Heiddeger, Proust, Virginia Woolf, Thomas Mann, y el nouveau roman. Cortázar no salió indemne de esa moda; hoy, su prosa y sus planteos, a veces resultan pretensiosos, envejecidos, no así todas las fuentes en que abrevó.
Sosa Villada, sesenta años después, no es pretensiosa, le da a la música la importancia que le daba Cortázar; pero no elucubra reflexiones metafísicas ni atisbos teóricos. La creación es para ella una actividad salvadora, una profesión, pero que pasa “aparte”, quizá también en un tiempo distinto. No se pretende heroína, tampoco mártir. Si escribe sobre las mujeres y la diversidad sexual, lo hace porque escribe sobre su vida; no para armar una teoría, una nueva jerga o seguir la tendencia de moda. Anita la habría leído con interés.
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