El mundo del arte suspira aliviado: la justicia dice que el autor de una obra es el que la concibe y no el que la ejecuta
Así lo consideraron los tribunales franceses en el resonante caso contra Maurizio Cattelan: el superstar había sido demandado por un asistente que le reclamaba la autoría de sus obras
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Maurizio Cattelan es un reconocido -y muy cotizado- artista conceptual italiano. Su fama se disparó cuando, en diciembre de 2019, presentó en Arte Basel Miami una banana pegada con cinta adhesiva a una de las paredes de la reputada feria, una obra valorada en 120.000 dólares que terminó devorada por un performer antes de que acabara el evento, sin dar siquiera tiempo a que la fruta se pudriera. Otras obras suyas, no menos controvertidas, son más duraderas. Y son las que podrían haber abierto una caja de truenos que amenazaba con sacudir todo el mundo del arte: el escultor francés Daniel Druet, que elaboró, bajo instrucciones de Cattelan, las figuras de cera que formaban parte esencial de varias de sus obras más reputadas, reclamaba que se reconocieran sus derechos de autor.
La tercera cámara del Tribunal Judicial de París ha desestimado ayer en una sentencia recurrible, la demanda de Druet, quien pedía cinco millones de euros. De atenderse, su reclamo habría “abierto la puerta a la descalificación del arte conceptual”, como advirtieron en una nota publicada en Le Monde en mayo pasado más de sesenta galeristas, directores de museos, comisarios o coleccionistas. “Si Druet gana, todos los artistas serán denunciados y será el fin del arte conceptual en Francia”, había alertado también Emmanuel Perrotin, galerista de Cattelan desde los años noventa y uno de los demandados por el escultor francés, muy reputado entre los expertos por sus figuras hiperrealistas de cera y otros materiales, pero ampliamente desconocido más allá de su círculo.
La sentencia es contundente. No solo declara inadmisibles las demandas de Druet, sino que lo condena además a pagar 20.000 euros como compensación por gastos del juicio a dos de las partes demandadas: la Galería Perrotin, que le encargó las figuras en nombre de Cattelan, y el Museo de la Moneda de París, que expuso en 2016 una retrospectiva de Cattelan sin incluir el nombre de Druet en la muestra.
Pero para el defensor de Perrotin, Pierre-Olivier Sur, la sentencia tiene una importancia mayor aún porque, según ha explicado a periodistas en su bufete en París tras recibir el fallo del tribunal, hace jurisprudencia, por primera vez, sobre lo que es arte conceptual, sus autores y sus límites. Y este tipo de arte, indican los jueces de la sección especializada en propiedad intelectual que asumió el caso, no se limita a las figuras en sí —que son las que elaboró Druet para Cattelan—, sino a la “puesta en escena” de la obra, la instalación en todo su conjunto y no elementos individuales del mismo.
“No se discute que las directivas precisas de puesta en escena de las figuras de cera en una configuración específica, sobre todo en lo que se refiere a su posicionamiento en el seno de los espacios de exposición con la intención de jugar con las emociones del público (sorpresa, empatía, diversión, repulsión, etc.) solo emanan de él [Cattelan]”, destaca el fallo. “Daniel Druet no es capaz, ni buscaba hacerlo, de arrogarse la menor participación en las decisiones relativas al dispositivo escénico de puesta en situación de dichas efigies (elección del edificio y de la dimensión de las salas que acogen a un determinado personaje, dirección de la mirada, iluminación, incluso destrucción de una ventana o del parqué para hacer más realista la puesta en escena y más llamativa), o sobre el contenido del eventual mensaje que se busca transmitir con dicha puesta en escena”, agregan los jueces en su argumentación.
“Hemos ganado en derecho y en fondo”, celebró el abogado Sur. “Por primera vez, los jueces han definido en derecho lo que es el arte conceptual y han sacado las consecuencias jurídicas sobre quién es el autor, etc.”, explicó a periodistas. A su juicio, esta sentencia es “determinante” porque “puede constituir jurisprudencia para definir el arte conceptual, que jamás había sido jurídicamente definido”, al menos en Francia, precisó. “Más allá de esta decisión, es todo el arte conceptual el que queda protegido”, valoró también el profesor de Derecho Pierre-Yves Gaultier. Un extremo que niega el abogado de Druet, Jean-Baptiste Bourgeois, quien, sin embargo, indicó por teléfono que no ha decidido aún con su cliente si apelarán.
Druet reivindicaba que fue el que hizo realidad muchas de las visiones del italiano, quien en numerosas ocasiones ha reconocido que no sabe ni pintar ni esculpir. “Soy artista porque no era bueno como falsificador”, ironizaba en una entrevista con este diario en 2018. El francés, que colaboró con el italiano entre 1999 y 2006, es la mano (¿de obra, más que eso?) detrás de hasta nueve piezas encargadas por Cattelan, dos de ellas clave en la consolidación de la fama, y la cuenta bancaria, del italiano: La Nona Ora, que muestra al Papa Juan Pablo II aplastado por un meteorito y fue vendida por tres millones de dólares (unos 2,7 millones de euros), y Him, que representa a Hitler arrodillado y rezando y que tenía también un jugoso precio: 17 millones (15,8 millones de euros).
Aunque el pontífice y el tirano genocida —del que el escultor francés guarda aún una réplica en su taller en Saint-Ouen, en las afueras de París— fueron realizadas por Druet, es Cattelan el que ideó las obras y le dio al francés las instrucciones para fabricar las figuras. La precisión de esas instrucciones, que el abogado del francés calificó de vagas durante el juicio, fue una de las claves del proceso y de la decisión final de los jueces. “He dado una patada en el hormiguero”, decía Druet en una entrevista en mayo, en referencia a lo que califica de “sistema” en vigor: el de los artistas conceptuales que se atribuyen toda la autoría cuando una parte del trabajo se la hacen otros artistas o artesanos como el propio Druet. Los jueces sin embargo, han vuelto a tapar ese “hormiguero”. Y el mundo del arte suspira aliviado.
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