El miedo sube a escena en una obra ambientada por el dúo de artistas Mondongo
“Tengo miedo del arte contemporáneo”, dice el catalán Albert Pla (Sabadell, 1966) con aspecto de fugitivo de frenopático envuelto por los decorados virtuales de una supuesta sala estilo cubo blanco de un supuesto museo de arte contemporáneo que solo muestra retratos de Mondongo.
Es el punto de quiebre de este inclasificable show de 80 minutos, llamado justamente Miedo, donde el histrionismo del trovador y actor converge con la imaginería plástica del dúo de artistas visuales argentinos -integrado por Juliana Laffitte y Manuel Mendanha- conocido por la audaz reinvención, a partir de la relación entre figura y materialidad, de géneros clásicos como el retrato y el paisaje.
Claro que Mondongo es justamente uno de los nombres con mayor proyección internacional del arte contemporáneo argentino y en esa enumeración Pla los incluye y se incluye a sí mismo en la incertidumbre que produce un tipo de expresión artística cuyos bordes son inaprensibles. Nadie sabe bien qué es y de qué esta hecho el arte contemporáneo y el observador justamente tiene miedo de no saber a que atenerse frente a él.
Pla ha llegado a expresar el miedo por el arte contemporáneo después de enumerar otros miedos atávicos como la oscuridad, la pérdida de los padres, la guerra, el circo. “Tengo miedo de todo” le escuchamos decir en el comienzo del texto. Terminará de liberarse de los miedos una vez muerto en escena, pudriéndose frente a los espectadores a los que no ha visto en casi todo el show. “Pudriéndose” se ha dicho y esto es literal: el artilugio visual muestra al actor-cantante deshaciéndose como un leproso de catálogo en tiempo real.
Entre el monólogo y la canción, el decir de Pla transcurre velado entre varios telones donde con la técnica del mapping lo veremos superpuesto en imágenes relacionadas con los collages de Mondongo o efectos que alteran su cuerpo presente.
A Pla se lo podría incluir en la corriente que renovó la rumba a partir del nuevo paradigma estético establecido por el punk en los 80. Ha grabado doce discos desde 1989 y una de sus canciones, “Sufre como yo”, fue a parar a la banda de sonido de Carne trémula, uno de los hitos de la filmografía de Pedro Almodóvar.
Pla es una figura de culto en Buenos Aires y cada visita suya a la ciudad redunda en una seguidilla interminable de funciones. Conoció a los Mondongo durante unas vacaciones en La Pedrera (Uruguay) donde surgió la idea de llevar adelante un formato en el que pudieran trabajar juntos. Pla escribió los textos y canciones y vía Skype los Mondongo y la productora española Nueve Ojos fueron dándole forma a los espacios virtuales donde Pla despliega su histrionismo escatológico.
Lo radical en la puesta en escena de Miedo, que desde abril se verá en España, es que la misma noción de escenografía es puesta en jaque. Frente a la platea, el espacio físico desaparece o se transforma con el cuerpo de Pla como único punto de referencia. En términos de las artes visuales se diría que el actor-cantante con aspecto de fugitivo de frenopático es aquí el soporte. Su cuerpo y su cara son puestos en estado de mutación constante a partir del mapping. Es como si los Mondongo pintaran sobre él. Algo así como una performance de body painting virtual.
No hay un escenario sino escenarios de Mondongo por donde transcurre el viaje de 80 minutos de Pla. En ese sentido parece que nos hemos sentado a la platea a ver el recorrido de un actor por una instalación híbrida entre el teatro, el cine, la muestra de arte y un concierto de música popular. Lo que no quita que en términos clásicos Pla componga un show unipersonal conmovedor donde es capaz de mutar de máscara siguiendo la línea ácida del texto.
La descripción “unipersonal expandido” (la idea de “expansión” en la teoría visual ha atravesado a la pintura, la escultura y el cine en los últimos años) parece la más pertinente para este hecho artístico que también pone al arte de Mondongo en otro plano, fuera de la galería o el museo, invadiendo ahora el escenario de un viejo teatro.
Donde la recreación hecha en 2015 de La Menesunda de Marta Minujín, obra multimedia pionera, resultaba insuficiente por la falta del contexto que en 1965 la hizo paradigmática, la unión de Pla y Mondongo parece ser el tipo de experiencia que mejor se hace cargo de su herencia hoy: saltar los decorados del arte contemporáneo. Sin miedo.
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