El Malba rinde homenaje a Ricardo Esteves, un mentor clave de su colección
La sala donde se exhibe el acervo permanente y único del museo lleva desde hoy el nombre de quien contribuyó a formarlo; según Eduardo Costantini, “es parte insoslayable” de la historia de la institución
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“¡Ricardo, te queremos!”, fue el mensaje que transmitió hoy Teresa Bulgheroni, presidenta de la Fundación Malba, en nombre de las doscientas personas que colmaron el auditorio del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires. Inició así el homenaje impulsado por Eduardo Costantini, fundador de la institución, a su amigo, mentor y asesor en millonarias adquisiciones de arte durante cuatro décadas: Ricardo Esteves. En reconocimiento a su rol clave en la construcción de un acervo de arte latinoamericano único en el mundo, ahora la sala dedicada a la colección permanente lleva su nombre.
Si bien él no pudo estar presente en el acto por problemas de salud, a través de su hijo Ricardo hizo llegar su agradecimiento dirigido a Costantini: “Cuando hace tres semanas en el sanatorio Otamendi me hablaste de tu intención de nominar una sala con mi nombre, me cayó tan de sorpresa que no me percaté de todo lo que significaba, y no te lo agradecí con el énfasis que merecía. Es un gran gesto de desprendimiento y generosidad. Hoy te digo GRACIAS con mayúsculas. Es para mí un honor esta nominación, y el saber que mi nombre va a estar impreso en esta casa. Mil gracias, Eduardo”.
La humildad de esas palabras definen a este hombre de 75 años que fue “un verdadero pilar en la promoción del arte latinoamericano”, según recordó Bulgheroni, además de haber ocupado roles clave en instituciones y empresas, de haber creado el CEAL (Consejo Empresario de América Latina (CEAL), y de haber cofundado el Foro Iberoamérica y la Organización de Empresarios de América Latina de Padres e Hijos.
“Su liderazgo y visión también se han extendido a su participación en el Comité de adquisiciones del MoMA de Nueva York -agregó Bulgheroni- y como colaborador en medios de prestigio como LA NACION, Clarín, Infobae, Perfil y El País de Madrid”.
“Ricardo es parte insoslayable de la historia del Malba; su colección fundacional no existiría sin él”, reconoció luego Costantini en una entrevista pública con Ana María Battistozzi, en la que repasó algunas anécdotas con gran sentido del humor. Aclaró, además, que su asesoramiento “lo hizo por amor al arte, nunca tuvo un interés económico”.
“He comprado obras que no me gustaban –aseguró-. Empecé a comprar esas radiografías paranoicas de Batlle Planas, y en ese momento me parecieron horribles. Fui obediente, no sé si un buen alumno, porque un buen alumno es aquel que de su maestro aprende a tener ojo. Y al ojo que tiene Ricardo yo le llego a los talones. Se nace con eso”.
Cuando se conocieron, recordó, Costantini ya llevaba una década comprando obras. Esteves le recomendó que volviera a empezar. “Si algo no le gusta, te lo dice de una”, comentó, y volvió a provocar risas en el auditorio. Agregó que junto a él comenzó a comprar arte argentino y uruguayo, y que juntos buscaron conseguir “las mejores obras de los grandes artistas” latinoamericanos.
Comenzaron a principios de la década de 1980 por siete pinturas de Xul Solar, una de las cuales llegaría a ilustrar en 1993 la tapa de un precatálogo de una muestra de arte moderno latinoamericano en el MoMA, curada por Waldo Rasmussen. “Habíamos pagado 45.000 dólares, si no me equivoco. Ése es el ojo de este tipo, que elige una obra y los curadores internacionales lo convalidan”.
Otro hito llegó en 1995. Se presentó entonces la oportunidad de comprar en una subasta en Christie’s Abaporú, de Tarsila do Amaral, una pieza emblemática del modernismo brasileño. “Él me decía: en este catálogo hay tres piezas que hay que comprar. Y yo me rompía la cabeza tratando de descifrarlas. No tenía ni idea, no conocía a Tarsila, no la hubiera comprado ni por casualidad”, agrega sobre esta pintura muy codiciada en Brasil, por la cual pagó casi un millón y medio de dólares.
Ese mismo año adquirió en Sotheby´s Autorretrato con chango y loro, de Frida Kahlo. Se convertiría en otra de las obras emblemáticas del Malba, desde que donó su colección al fundarlo en 2001 y volvió a iniciarla de cero, siempre con el asesoramiento de Esteves.
Por una cuestión de presupuesto no pudo llevarse también entonces Baile en Tehuantepec, de Diego Rivera. “Pasaron 21 años y el mismo rematador, Augusto Uribe, me dice que tenía el Baile en venta. Llamé a Ricardo y saltó dos metros. Estuvimos discutiendo un mes el precio”, que finalmente marcó un récord para el arte latinoamericano: en 2016 pagó por esa pintura 15,7 millones de dólares.
Otras veces ocurría todo lo contrario. “Cuando le dije a Ricardo que no la había comprado, casi me mata”, aseguró Costantini al recordar que en 1995 dejó pasar en una subasta la oportunidad de adquirir Las distracciones de Dagoberto, de Leonora Carrington, por unos 450.000 dólares. Durante décadas, desapareció del mercado. Así que cuando reapareció en otro remate en Sotheby´s en mayo último, no estaba dispuesto a volver a perderla.
“Pensé que iba a poder comprarla en trece o quince millones. Pero cuando íbamos por diecinueve, apareció ofertando una china que se llevó un tercio del remate”, agregó sobre esta obra que llegará a Buenos Aires dentro de tres semanas, por la cual pagó finalmente 28,4 millones. Es decir, un récord nueve veces superior al anterior registrado por la artista en subastas. “Lo llamé a Ricardo y estaba re feliz”, agregó.
Otras obras que dice haber “perdido” por no seguir a tiempo los consejos de Esteves son Desocupados, de Antonio Berni, y La ciudad hidroespacial, de Gyula Kosice, que finalmente fue adquirida por el Museo de Bellas Artes de Houston y ahora se exhibe en préstamo en el Malba. “Vayan a ver lo que no compré”, dijo Costantini al público presente, después de explicar que “Kosice pedía una cantidad de dinero que me pareció exagerada. Ricardo siempre me reta por eso”.
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