El Malba, ¿en venta?
"Se vende", dice el cartel colgado hace minutos sobre la fachada del Malba, el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, fundado por Eduardo Costantini en plena crisis de 2001.
"Excepcional propiedad", detalla el anuncio, que incluye un número de contacto y las características del edificio: 7455 metros cuadrados, apto todo destino, con 680 obras y piscina climatizada, entre otras. "Malba se vende, luego de 18 años de existencia", publicó por su parte Costantini en su cuenta de Instagram.
"Como todos los museos del mundo, el Malba es deficitario, me hago cargo de los 2,5 millones de déficit anual desde hace quince años, y creo que es clave para que todo funcione y mantenga el nivel de calidad", había dicho hace un tiempo el empresario, en una entrevista con LA NACION. ¿Es posible que haya llegado ahora a su límite? ¿Que tome una decisión tan drástica el comprador de aquel Rivera que se convirtió en la obra más cara de la historia del arte latinoamericano?
Hace apenas unas semanas, Costantini desembolsó otros 3,1 millones de dólares para comprar Simpatía (La rabia del gato), pintura de la artista surrealista Remedios Varo, en una subasta en Christies de Nueva York. Según dijo entonces, su intención era prestarla al museo para una muestra dedicada a la artista que alojaría el Malba desde marzo próximo.
El tiempo no llegó y el plan se mantiene en pie. Tras el impacto inicial del cartel, que sorprendió a la gente en plena avenida Figueroa Alcorta pasado el mediodía, el observador atento descubrirá que la persona a contactar para concretar la compra del museo no es otra que Leandro Erlich... el mismo artista que hace cuatro años se "robó" la punta del obelisco para trasladarla a la explanada del museo y que el jueves inaugurará en el Malba su primera muestra antológica en el continente americano.
La imagen se viralizó de inmediato y hubo quienes señalaron un caso similar, cuando el Museo de Arte Moderno de Bogotá colgó de su fachada el año pasado un cartel que decía "se arrienda". La diferencia fue que entonces no se trató de una intervención artística, sino de una acción impulsada por la dirección del museo para generar conciencia sobre una crisis real.
El cartel instalado por "Erlich Propiedades" tiene la apariencia de uno verdadero, con detalles sobre la superficie del edificio y la colección que aloja. Y para colmo se exhibe colgado sobre la fachada de un museo privado, en año electoral de gran incertidumbre política y financiera.
De esta manera, Buenos Aires volvió a caer en la trampa del "Banksy argentino", que maneja como pocos los golpes de efecto y que había simulado su "retorno a la pintura" al inaugurar días atrás una muestra en la galería Ruth Benzacar.
"Me parece una idea genial, porque saca de contexto el museo, te hace pensar cosas, plantea preguntas. Es como el urinario de Duchamp: un ready made al que se le cambia el uso", dice Costantini, que le dio completa libertad al artista.
Según Costantini, el precio del Malba con sus obras rondaría los 300 millones de dólares y primero "habría que averiguar el perfil del comprador: el origen de los fondos, que tendría que ser completamente transparente, y que sea una persona de bien que lo pueda mantener." ¿Lo vendería? "No, me muero", responde sin dudar.
Una pieza clave
En el catálogo dedicado a La democracia del símbolo, aquella intervención de 2015 en la cual este maestro de los efectos visuales le puso un "capuchón" al Obelisco para simular la desaparición de su punta, se incluye una fotografía de Leandro Katz frente al monumento, en 1972. Allí se puede ver a este último sosteniendo un cartel con la leyenda "Se vende", mientras señala el Obelisco con la otra mano como parte de la acción artística titulada Dislocación y relocación de monumentos.
"El cartel es una pieza clave de esta muestra, y dudo que sea repetible en otro contexto. En este momento hay muchas cosas que se alinean para que esta obra se articule, como una gran cantidad de locales en alquiler", dijo Erlich a LA NACION. En ese sentido, observó que el efecto sería menos verosímil si el mismo cartel estuviera colgado en un museo público, como en el Museo Nacional de Bellas Artes.
La obra site specific se vincula con el título de la muestra del Malba, Liminal, que alude a "la zona existente en el umbral de otro espacio". "Adentro del museo, todo vale. El público espera que pueda ocurrir cualquier cosa –señala Erlich–. Pero al estar en la fachada, en el límite, queda fuera de la zona de protección y toma por asalto a la sociedad, al público que no suele ir al museo. Y toda persona es un interlocutor válido con la capacidad de emocionarse y de pensar. Las artes visuales no son una cuestión de eruditos."
"El escalofrío que produce la pieza de Erlich está relacionado con un riesgo secundario: que un porcentaje muy pequeño de personas vean el cartel, o una imagen de él y, efectivamente, tomen su significado en forma literal –escribe Dan Cameron, el curador de Liminal, en el texto del catálogo–. Erlich ha conseguido que veamos la venerable institución del museo de arte como una especie de fantasma material de sí misma: algo que podría estar aquí un día y desaparecer al siguiente, pero que no parece estar en peligro inmediato de hacerlo. Ha tocado esa parte de nuestra imaginación colectiva que no teme tanto las consecuencias reales de una situación como la mera posibilidad, aun hipotética, de que pueda ocurrir. Para expresarlo más simplemente: si nuestras instituciones artísticas más preciadas pueden ser compradas y vendidas como chucherías, ¿qué implica eso con respecto al resto de nuestras instituciones culturales y, por extensión, a nosotros mismos?"
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