El Malba apuesta al éxito con la muestra de Jorge De la Vega
Exhiben más de 100 obras de uno de los creadores de la Nueva Figuración
En el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) subió ayer el telón de la que quizá sea la más ambiciosa muestra retrospectiva jamás presentada de Jorge de la Vega (1930-1971), uno de los cuatro integrantes de la Nueva Figuración, que en sólo 10 años pintó lo que otros producen en toda una vida.
Artista buscado y adulado por los coleccionistas vernáculos, su retrospectiva reúne casi 100 obras, inscriptas entre las formas escultóricas y la pintura tradicional y se presenta con el título "Jorge de la Vega. Obras 1961-1971". Curada por Mercedes Casanegra, con quien LA NACION recorrió la exhibición, se muestra la década clave de su producción, dividida en dos etapas: de 1961 a 1966 y desde allí hasta su inesperada muerte, a los 41 años, por un aneurisma.
La apertura de la exposición, una de las más esperadas del calendario artístico 2003, reunió a más de 500 personas, admiradores de la obra y amigos del recordado creador.
"Ha sido el mejor de todos nosotros", comentó Rogelio Polesello, que recorría la muestra junto a Luis Felipe Yuyo Noé. Estaba Ramón de la Vega, hijo del artista, que nació dos meses después de la muerte de su padre; Marikena Monti, que cantaba las canciones que componía el pintor, Marta Minujín, Jacques Bedel, Eduardo y Ricardo Grüneisen, y Aldo Frarineti, el único discípulo que tuvo De la Vega. Todos destacaban la ironía y el humor como el rasgo característico del artista homenajeado.
Telas de gran porte
Precoz y autodidacta, De la Vega dejó una marca importantísima en la pintura argentina de los años sesenta por la singularidad y vitalidad en la creación de sus imágenes. Y por el desprejuicio y libertad con que las plasmó, adosando a la tela los más profusos e impensados materiales hasta concebir un universo único.
El punto de partida son las telas de gran tamaño (De la Vega solía unir dos o más bastidores) que inauguraron en 1961 la Nueva Figuración, el legendario grupo formado con Ernesto Deira, Rómulo Macció y Noé.
Cada uno de ellos conformó su propia gramática para liberar la figura humana a partir de un nuevo y original lenguaje. Esa ruptura proyectó la figura desde una acendrada libertad estética, donde todos los recursos eran lícitos: las manchas, el chorreado, el dibujo, el rayado, el collage, yuxtapuestos con papapeles, trozos de telas, calcomanías, ceras, yesos y barnices espesos, hasta materiales en desuso de pronunciados relieves.
Pero De la Vega, un tímido amado por todos, rápidamente excedió el marco conceptual de la Nueva Figuración y en los diez meses en los que vivió en París engendró sus "Formas liberadas": obras centradas en el objeto y la abstracción y de las que sólo quedan registros fotográficos.
Para esta muestra, Noé reprodujo una de ellas: la figura se sale literalmente del bastidor, intencionalmente roto, para servir sólo de soporte a una tela sideral que, embebida en goma y colores sintéticos, mantiene firmes los pliegues y su relieve.
A "ese salto al vacío" -como lo describe Casanegra-, le sucedió la serie de "Bestiario". Uno de los momentos más interesantes del artista en el que puebla la tela con "animales quiméricos", seres nacidos de su inventiva.
A ellos agrega réplicas, que él bautizó "imágenes nostálgicas". Se exponen, así, 20 monstruos, entre elefantes, tigres y sobre todo gatos, que se miran en espejos y coexisten con sus réplicas, diferenciadas unas de otras por la técnica que utiliza el artista.
Pinturas como la vida
"Quiero que mi pintura sea natural, sin limitaciones ni fórmulas, improvisada como es la vida, que crece por lados que yo no quiero y hace lo que le da la gana", dijo el artista, citado en el catálogo por Casanegra, quien interpreta este universo alegórico "como la proyección de lo humano en lo animal". Al igual que Borges con su BAo A Qu del "Manual de zoología fantástica" que describe a ese ser irreal como "sensible a los valores de las almas humanas".
De la segunda etapa en la que De la Vega trabajó en Buenos Aires y en Nueva York se presenta un importante conjunto de pinturas (collages, tintas, fibras, efasages, grabados), influenciadas por el pop-art.
La narración visual de esta serie destila el espíritu de los años sesenta. Aparecen los registros de la psicodelia -contornos que se multiplican con diferentes colores-, la cultura beat, la reproducción masiva y referencias a la gráfica publicitaria. Emblema de esta época es el armado de la obra "Rompecabezas", 24 telas en blanco y negro (de 1 x 1 metro cada una). Son fragmentos de cuerpos y rostros de personas que jamás encontrarán un armado coherente entre sí.
De la Vega fue un artista multidisciplinario: diseñador gráfico, publicitario, compositor y cantautor, la muestra también presenta el LP que grabó en 1968, "El gusanito en persona", junto a monólogos que el artista utilizó en el show-muestra en el que presentó "Rompecabezas".
Cierra la exhibición "Conversaciones entre Antonio Berni y Jorge De la Vega. Monstruos". Pintura y escultura con un vocabulario plástico común en el uso de materiales similares para sus invenciones monstruosas. Aunque uno se aboque a plasmar las pesadillas de Ramona y el otro a buscar alegorías que indagan en la humanidad del hombre.
Las vidrieras del bar "Bárbaro"
- Las vidrieras desmontadas que pintó De la Vega para el "Bárbaro", el bar que Yuyo Noé proyectó en 1969 en Reconquista al 800, también se exponen en el Malba. Noé les había encargado a De la Vega y a Deira la decoración del exterior del local. Los dos paños vidriados, con imágenes que reiteran los personajes de Rompecabezas (cinco rostros de americanos sonrientes) fueron luego cortados y montados en el interior del bar, cuando éste se mudó a la calle Reconquista. Desde hace años, forman parte de una colección privada.