El legado de un maestro
Varias editoriales se disputan un tesoro literario, el Borges , de Adolfo Bioy Casares, de cuya edición es responsable Daniel Martino, al que el escritor también le confió sus Diarios inéditos y sus cartas.
LA celebración del centenario de Jorge Luis Borges se verá animada en los próximos meses por un hecho tan importante como inesperado: la publicación de un tesoro literario, el Borges , de Adolfo Bioy Casares, en que el autor de La invención de Morel rinde tributo a su gran amigo. La edición de ese texto de 1500 páginas, integrado por las anotaciones de los Diarios de Bioy (aún inéditos) referidas a Borges, está a cargo de Daniel Martino, uno de los profundos conocedores de la obra de Bioy Casares y el único que ha tenido acceso a todos los papeles privados del escritor recientemente fallecido. La génesis de la obra es una historia apasionante que comienza en 1931 y que tuvo un giro imprevisto en 1986, precisamente el año del fallecimiento de Borges, cuando Daniel Martino entró en contacto con Bioy.
Martino, por entonces un joven licenciado en administración con una honda vocación literaria y sólidos conocimientos en esta materia, conoció a Adolfo Bioy Casares en la Feria del Libro de 1986. El escritor firmaba libros en el stand de Emecé, rodeado de una gran cantidad de público. Martino se le acercó, llevaba en la mano La aventura de un fotógrafo en La Plata . Hoy, trece años después de ese encuentro, recuerda: "Cambiamos algunas frases y, a pesar del bullicio que nos rodeaba, pudimos iniciar una conversación sobre Casanova y sobre Olaf Stappledon. Después de un rato, me aparté discretamente para que Bioy siguiera con las firmas y continué paseando por la Feria. Más tarde, subí al primer piso de la exposición y allí volví a ver a Bioy, que charlaba con un grupo de personas. Me acerqué nuevamente. Entonces, él me dijo que no me fuera y prolongamos la conversación, ya a solas. Salimos de la Feria y, antes de despedirnos, me dio su número de teléfono y me dijo que lo llamara para seguir hablando de literatura".
A pesar de su timidez y de su discreción, Martino telefoneó a Bioy en dos o tres ocasiones. Le contestaron que no estaba. "Supuse que había olvidado mi nombre. Repetí el llamado y, para identificarme, pedí a la persona que me atendió que le transmitiera a Bioy una pregunta: ´¿cuándo podremos seguir conversando sobre Casanova y sobre Stappledon?´ Entonces oí la voz de Bioy en el aparato, que me invitaba a visitarlo." Así comenzaron una amistad y una colaboración que habrían de unirlos hasta la muerte del novelista.
"Bioy era muy generoso y, desde el comienzo de nuestra relación, me trataba como a un igual", cuenta Martino. En 1988, el futuro editor de Bioy cayó enfermo y tuvo una larga convalecencia que lo impulsó a dejar su trabajo en administración y a consagrarse por entero a la actividad literaria. Entonces hizo un bosquejo de lo que sería el ABC de Adolfo Bioy Casares , un libro en el que, a través de una serie de fragmentos tomados de obras publicadas, de entrevistas y de textos casi inhallables, aparecería plasmado el pensamiento del escritor sobre distintos temas, desde la ironía hasta los géneros literarios y la amistad. A Bioy le gustó la idea, lo incitó a realizarla y mostró a su joven amigo papeles inéditos que podían completar esa guía. Fue un momento clave en la evolución de esa amistad. Para que aquel esbozo tomara la forma de un volumen, Bioy y Martino empezaron a encontrarse diariamente. En 1989 apareció en Emecé el ABC de Bioy Casares , con el subtítulo Reflexiones y observaciones tomadas de su obra .
Ya en 1990, Martino había empezado a trabajar en los Diarios de Bioy (más de 17.000 páginas manuscritas en las que están consignadas todas sus peripecias vitales y literarias). Entre ambos se gestaba un plan de edición que lentamente fue dando frutos. El autor de El sueño de los héroes y Martino habían acordado que éste escribiría una biografía autorizada de Bioy que aparecería después de la muerte del escritor. Por lo tanto, Bioy le libró a Martino el acceso a todos sus manuscritos, le confió muchos -si no todos- los secretos que durante décadas circularon como rumores sobre los Bioy en el Buenos Aires literario y, además, le presentó a los personajes que aparecían nombrados en sus Diarios . Cuando, en 1990, se anunció que se le había conferido el Premio Cervantes, Bioy recomendó a Martino como comisario de la exposición que debía montarse en 1991 en Madrid, en homenaje al autor premiado. Esa distinción consagraba el conocimiento que Martino tenía de la obra y de la personalidad del escritor, al tiempo que reconocía la función de editor que cumplía. Simultáneamente, Bioy y Martino empezaron a organizar el material que hoy conforma el Borges .
Desde el inicio de la amistad con Borges, Bioy tuvo en claro la importancia que aquél tenía para la historia de la literatura mundial. De modo que muy pronto comenzó a tomar notas de lo que su amigo decía cuando se encontraban. Mientras sostiene entre sus manos una copia del Borges , Martino explica: "Durante varias décadas, Borges comió diariamente en casa de los Bioy. Al día siguiente, Bioy transcribía escrupulosamente en su diario, gracias a su prodigiosa memoria, todo lo que se había dicho en esas reuniones. Al principio, las anotaciones referidas a Borges eran más cortas y más escasas pero, a medida que pasaban los años, se fueron haciendo más largas y frecuentes. Bioy decía a menudo que no quería morir sin haber escrito un libro sobre Borges. Ese propósito tenía un célebre y prestigioso antecedente literario: The Life of Samuel Johnson , de James Boswell, la biografía del gran lexicógrafo inglés escrita por su entrañable amigo. Bioy y Borges admiraron siempre la espléndida obra de Boswell, pero Borges ignoraba que, para Bioy, esa admiración encerraba el germen de un libro: deseaba escribir sobre Borges una obra semejante a la de Boswell sobre Johnson. Un día en que Bioy me hablaba del tema, le dije: ´Ese libro existe, ya está escrito en tus Diarios ´. Se trataba de aislar ese material de todos los otros comentarios que Bioy había volcado en sus anotaciones cotidianas".
Martino se entregó con entusiasmo a esa tarea de organización. No sólo había que enhebrar las distintas entradas. También había que escribir las notas correspondientes para que el futuro lector pudiera reconstruir el momento en que habían sido redactadas, de modo que ese texto (donde abundan nombres de autores poco conocidos, de personas de la intimidad de Borges y de Bioy, así como numerosas citas) fuera transparente para el público. Ese era el trabajo del editor (en el sentido inglés de la palabra), es decir, de Martino. Si se hojea una copia del Borges , se advierte de inmediato la importancia y la calidad de la labor de Martino. Las anotaciones al texto original son tan jugosas como eruditas.
En las entradas de los Diarios , también aparecen citados los proyectos que Borges y Bioy concibieron, pero no llegaron a realizar. Martino se encargó entonces de reconstruir los guiones, los relatos, que tan sólo habían sido bosquejados por la pareja de amigos.
Por ejemplo, al leer las anotaciones de Martino, el lector se enterará de que en 1943, la productora cinematográfica Alfar le ofreció a Borges hacer el guión de una versión cinematográfica de Pago Chico , de Roberto Payró. Un equipo integrado por Adolfo Bioy Casares, Manuel Peyrou, Enrique Mallea Abarca y Borges se iba a hacer cargo de la tarea. La película se llamaría El diablo en Pago Chico y, entre los intérpretes, figuraría Olinda Bozán. Mientras el grupo de escritores trabajaba en la adaptación, estalló la revolución del 43. El gobierno militar le hizo saber a la productora que vería con buenos ojos ciertos cambios en el libreto de la película: al final, las fuerzas del orden, representadas por el ejército, debían entrar en Pago Chico para imponer la fuerza de la ley. Por supuesto, ninguno de los guionistas aceptó esas condiciones y la película jamás se hizo.
Para que el Borges estuviera a la altura de The Life of Samuel Johnson , Bioy y Martino se fijaron horarios. El editor recuerda: "Durante los tres últimos años trabajamos todos los días de 18 a 23, incluidos los sábados y domingos. Bioy decía que ese libro era su droga. A menudo le dolía una de sus piernas, como consecuencia del accidente que había sufrido cuado se cayó en su casa en 1992, pero él afirmaba que se olvidaba de todos esos males cuando se ponía a pensar en el Borges . Finalmente fijamos un texto de unas 1000 páginas. Pudimos leerlas dos veces por completo antes de que Bioy falleciera. A ese cuerpo, hay que agregarle las notas que escribí. El conjunto tendrá aproximadamente unas 1400 o 1500 páginas. Mi intención es que el libro se publique en dos tomos. El primero, que se editará próximamente, abarca de 1931 a 1960. El último va de 1961 a 1986. Hay un agregado de 1987 en el que Bioy transcribe lo que le contó, acerca de los últimos días de Borges en Ginebra, Jean-Marie Bernés.
Los planes conjuntos de Bioy y de Martino se basaban en la confianza mutua, en la amistad y en "la palabra". La muerte de Bioy era una posibilidad que ni éste ni Martino se habían planteado y que jamás tocaron en sus conversaciones. Pero a fines de 1993 falleció Silvina Ocampo, la esposa de ABC, y en enero del 94, Marta Bioy, la hija del escritor, con la que Martino tenía una excelente relación. Esas dos desapariciones fueron una señal de alerta.
Dice Martino: "Bioy quería que sus Diarios y el Borges no se perdieran. Mucha gente ignoraba que él se pasaba todo el tiempo libre escribiendo. No sólo sus novelas y sus cuentos, sino también esos cuadernos. Para salvaguardar la integridad de esos libros, hicimos un convenio legal ante un escribano. Convinimos en ese documento que yo me haría cargo de la edición de esos textos en los que trabajamos, respetando los intereses de los herederos y la privacidad de las personas mencionadas en esas páginas. Tanto Bioy como yo coincidíamos: ningún papel puede valer la reputación de una persona".
Durante casi toda su vida, Bioy fue un hombre muy reservado, pero en los últimos años concedió numerosas entrevistas y facilitó correspondencia íntima de Silvina Ocampo a estudiosos. Así dió a conocer algunos aspectos muy privados tanto de su existencia como de la de su mujer. Martino, en este sentido, se atuvo fielmente al convenio firmado y jamás cometió ninguna infidencia. Con respecto a ese cambio en la actitud de Bioy, dice el editor : "Después de la muerte de Silvina Ocampo, Bioy empezó a hablar de asuntos privados que antes jamás había tocado en público. Se adelantaba a revelar hechos que yo conocía por los Diarios , pero que no pensaba incluir en mi biografía por lo que habíamos pactado. Por supuesto, sabía que Bioy tenía un hijo, Fabián, al que reconoció antes de morir. Pero sólo lo vi una vez, en ocasión del entierro de su padre. Me produjo una buena impresión".
Poco a poco, Bioy y Martino fueron entregando a los lectores los testimonios escritos más personales de la vida del escritor. Publicaron, por ejemplo, En viaje , una serie de cartas enviadas por Bioy a Silvina Ocampo y a Marta Bioy. Después se editó De jardines ajenos , colección de citas de otros autores que traza un retrato indirecto del escritor: "Fue una preparación para el Borges ", señala Martino.
Ahora queda por cumplirse el aspecto más complejo y más rico del acuerdo entre Bioy y Martino. En primer lugar, la aparición del Borges , que ha despertado la codicia y el entusiasmo de las principales editoriales nacionales y extranjeras. Un directivo de una poderosa editorial local, que ya recibió una copia y la leyó, le comentó a sus colaboradores: "¡Este material es dinamita!" Pero todavía quedan otros capítulos, es decir, otros libros que suscitan una aguda curiosidad. En el convenio de Bioy y de Martino se estableció que éste se haría cargo de la edición de los papeles privados (los Diarios , las cartas), de la edición crítica y anotada de las Obras completas y de algunos textos incompletos, aún inéditos , (por ejemplo, la novela Irse ). Pero sigue además pendiente la escritura de la biografía autorizada del escritor, basada en todos los materiales a los que sólo Martino ha tenido acceso hasta ahora: una tarea que seguramente insumirá años de trabajo, pero que le asegura a Bioy el interés concedido tan sólo a los inmortales.