El legado de Pessoa
En octubre rematarán en Lisboa la tercera parte de la producción del poeta. El Estado portugués trata de evitar la dispersión de los numerosos originales del escritor de múltiples heterónimos, cuya obra fragmentariafavorece la subasta en lotes
La noticia (lacónica y sombría como un pésame en invierno) anuncia la subasta en octubre próximo de una parte inédita de la obra de Fernando Pessoa (1888-1935) en poder de la familia del poeta de múltiples heterónimos. En el lote, palabra escasamente poética, figura el voluminoso dosier Crowley, que reúne toda la documentación sobre el vínculo que mantuvo Pessoa con el astrólogo y satanista inglés Aleister Crowley (1875-1947), así como algunos manuscritos de las revistas Orpheu , Contemporánea y Sudoeste , que pertenecieron a Pessoa. El valor del dosier Crowley es incalculable y su posible venta, pese a los esfuerzos que el Estado portugués está realizando para lograr que los herederos de uno de los mayores poetas del siglo XX no vendan los originales, ha despertado la codicia de poderosos coleccionistas británicos y estadounidenses.
La venta al Estado de todo el acervo de Pessoa está descartada; sus sobrinos Manuel Nogueira y Miguel Rosa sólo estarían dispuestos a vender piezas separadas y nunca la totalidad. La familia, en bloque, se niega a hacer declaraciones. La que sí habló, y muy fuerte, es Inés Pedrosa, directora de la Casa Fernando Pessoa. Ella considera que el gobierno portugués tiene la obligación de salvaguardar el patrimonio del poeta. Lo mismo piensa Perfecto Cuadrado (un nombre que no ayuda), traductor de Libro del desasosiego , editado en España por Acantilado. Cuadrado coincide con Paulo Aragao, del gabinete jurídico de la Biblioteca Nacional, en que deberían establecerse mecanismos para que originales que pertenecen al patrimonio de Portugal no puedan salir de sus fronteras. Según la ley orgánica (2007) del país, la Biblioteca Nacional puede autorizar o impedir una venta al extranjero de manuscritos con valor patrimonial.
Un destino difuso
La inabarcable producción de Pessoa ha sufrido un destino errático, propio de un autor que ha firmado con heterónimos y cuya obra, hacia la que tuvo una actitud algo desaprensiva, se caracteriza por la fragmentación. Es sabido que, en vida, el escritor publicó apenas su libro Mensaje , perdedor en el único concurso literario al que se presentó (sin contar dos plaquetas de versos escritos en inglés, que vieron la luz en vísperas de su muerte). Sin embargo, Pessoa se tomó el trabajo de ir poniendo en sobres sus textos y, luego, guardarlos en un mítico arcón (la famosa arca dos ineditos ) del cual parecen salir todos los días papeles, papelitos y papelotes nuevos.
Allí hay textos en prosa, artículos, ensayos aparecidos en revistas de la época y poemas de sus diversos heterónimos. Pessoa -a diferencia de tantos escritores modernos cuya calidad es al menos discutible- jamás se interesó en publicar esos trabajos. Creía en la fama póstuma y en eso no se equivocó. Jactancioso, no creía que existiera un público educado para entender su poética y sabía, como Franz Kafka, que ciertos creadores se adelantan a su tiempo.
Luego de su muerte, la familia fue generosa al permitir que los papeles del arcón fueran revisados por filólogos y legos. Lamentablemente, mucha gente ha manipulado el arca sin un propósito serio o movida por la mera curiosidad. De hecho, no hubo una labor sistemática tendiente a preservar ese tesoro. Una vez publicados los libros, no pareció haber interés en guardar los originales, muchos de los cuales se perdieron para siempre.
Pessoa escribía habitualmente en papeles sueltos; muchas veces se quejó de no tener una máquina de escribir, problema que no pudo solucionar, ya que nunca le alcanzó el dinero para comprar una. Usaba las máquinas de las oficinas donde se desempeñó como traductor comercial y también escribía a mano en hojas de cuaderno que luego perdía o guardaba en confuso montón.
El desasosiego
Luego de su muerte ocurrida en 1935 como resultado de su inclinación alcohólica, en el arcón de los originales inéditos fueron encontradas las páginas manuscritas y desordenadas de ese libro sin cuerpo que fue el inmortal y desesperado Libro del desasosiego . En 1960 el profesor Jorge de Sena inició una larga negociación con la editorial Atica, encaminada a la publicación del diario íntimo de Bernardo Soares, uno de los heterónimos más próximos a su "padre" generador. Pero las ediciones de Atica propiciaron la dispersión de los papeles de Pessoa. En aquellos años, no estaba instalada aún la idea moderna de edición y conservación de manuscritos. Los originales se hallaban en poder del coronel Caetano Dias, cuñado del poeta. La investigadora Maria Aliete Galhoz se dedicó, en Lisboa, a compilar, descifrar y organizar hasta donde fuese posible los materiales que se habían reunido.
A principios de 1962, el primer paquete de fotocopias y transcripciones llegaría a manos de De Sena, quien comunicó a la editorial : "Todo es fragmentario, aunque del mayor interés; el material disponible es de fecha insegura y de ordenación igualmente incierta; gran parte de los originales son de lectura dificilísima. Se trata de una gran aventura en el plano de la crítica textual".
En esas páginas inconexas, Pessoa parece decir "no quiero, no voy, no puedo" a cada instante. Bernardo Soares fue considerado por Pessoa como un semiheterónimo: "No siendo su personalidad la mía -escribió en el último año de su vida-, no es sino una mutilación de ésta: soy yo sin el raciocinio ni la afectividad". Pessoa es, en definitiva, el autor secreto del Libro del desasosiego , especie de diario íntimo camuflado, publicado por fin en 1982. Es cierto que inicialmente pensó en atribuirselo a otros heterónimos como Vicente Guedes o Álvaro de Campos. Pero finalmente fue Bernardo Soares el fantasma elegido para hacerse cargo de un discurso deshilvanado e indisciplinador de almas.
El legado dejado por el escritor, que apareció en cierto desorden, al parecer deliberado, y fue encontrado por algunos allegados en 1960, sigue siendo hasta hoy materia de clasificación e investigación por parte de exégetas y cultores de su obra.
Más recientemente vieron la luz nuevas compilaciones que parecen brotar mágicamente del legendario arcón donde el autor escondía su obra infinita: La hora del diablo , Eróstrato o la búsqueda de la inmortalidad , La educación del estoico , Aforismos , El banquero anarquista . Pessoa dejó un total de 25.543 textos manuscritos y dactilografiados. El redescubrimiento de su figura recuerda lo ocurrido con Kafka en los años cincuenta. Ambos dejaron una vasta obra inédita que se conoció mucho después. Por momentos, se tiene la sospecha de que el tal Fernando Pessoa no existió nunca, que es la invención de otro, álter ego de una cofradía de personajes invisibles. El poeta es (ha sido) un fingidor. ¿Habrá inventado también su biografía y hasta su propia existencia? Lo cierto es que, a partir de su muerte, la difusión de su obra empezó a crecer de manera incesante.
Erotismo censurado
La rebeldía clásica y aristocrática del poeta portugués se expresa nítidamente en sus inclinaciones esotéricas, pero también en su poesía erótica (cuyo ejemplo son los poemas casi pornográficos conocidos como "Antinoo" y "Epitalamio"), censurados por sus familiares luego de su muerte. En su poema "Eros y Psique", se produce una sorprendente conversión de una bella durmiente en el hombre que la sueña.
Como lo recuerda Antonio Tabucchi en su libro de misceláneas Un baúl lleno de gente , la casa editorial Atica decidió comenzar a publicar la obra poética completa de Pessoa en 1942, siete años después de la muerte del autor. Lo hizo bajo la atenta mirada de los amigos literatos del escritor y de los filólogos.
¿Podrán conservarse los manuscritos, ahora en riesgo cierto de diáspora? Según Jerónimo Pizarro, investigador colombiano a cargo de una nueva edición crítica de la obra de Pessoa, la subasta que se prepara para octubre no promete nada bueno. Las cifras que se manejan son astronómicas y para el Estado portugués será muy difícil competir con los inversores o coleccionistas que acudirán al remate. Seguramente, al propio Pessoa este tema lo tendría sin cuidado. Aquel que siempre fue otro escribió una vez: "El único sentido íntimo de las cosas es que ellas no tienen sentido íntimo alguno".