El ladrón que robó un Van Gogh y supo qué hacer con el cuadro
ÁMSTERDAM.- En la grabación de las cámaras de seguridad se podía ver claramente al hombre rompiendo las puertas de vidrio en el Museo Singer Laren y salir poco después con una pintura de Vincent van Gogh bajo el brazo. "Mira eso", dijo Octave Durham mientras observaba. "Su equipo ni siquiera es profesional. Si eres un profesional te vistes todo de negro. Viste pantalones de mezclilla y tenis Nike".
La exasperación de Durham no es la de un aficionado que ha visto demasiados programas detectivescos de televisión. Es un ladrón que hace dieciocho años se robó dos pinturas de Van Gogh del famoso Museo Van Gogh en Ámsterdam. En 2004, fue uno de los dos ladrones sentenciados por el delito y solo pasó poco más de 25 meses en prisión. En 2016, la policía italiana encontró las dos pinturas que robó en la pared de la cocina de una casa, en el pueblo de Castellammare di Stabia, cerca de Nápoles, propiedad de Raffaele Imperiale, miembro de un cártel del narcotráfico italiano. Las pinturas volvieron al museo. "Este es el atraco de arte más fácil que he visto", dijo Durham, de 47 años, sobre el robo del Singer Laren, que sucedió la madrugada del 30 de marzo.
La policía de los Países Bajos se negó a hacer comentarios sobre su investigación. Sin embargo, Arthur Brand, un detective privado que ha ayudado a recuperar varias obras de arte robadas, dijo que estaba trabajando con la policía en el caso y que vio algunas similitudes en este robo y el delito de Durham.
Ambos fueron robos rápidos, cometidos en cinco minutos por hombres con un mazo. Tanto la pintura robada del Museo Laren, Jardín rectoral en Nuenen en primavera, como una de las obras que se llevó Durham, Congregación saliendo de la iglesia reformada en Nuenen, muestran la iglesia donde el padre de Van Gogh fue pastor. "Mi fuerte sospecha es que se trata de un imitador", comentó Brand (quien, por cierto, ya verificó que Durham estaba en el hospital en el momento del robo). A Durham, quien se hace llamar Okkie, no le gusta la teoría del imitador. "La gente dice que es un ‘aspirante a Okkie’, pero no lo sé. Yo no lo habría hecho así", dijo en una entrevista.
Ahora el ladrón se encuentra en una situación casi similar a la de Durham hace décadas. ¿Qué hacer con un Van Gogh robado? ¿Quién compra una pintura que todo el mundo sabe que es robada? "Solo lo hice porque se dio la oportunidad", dijo Durham. Observó una ventana del museo que pensó que sería fácil de romper. "Tenía un comprador antes de hacerlo. Simplemente pensé que podía venderlas o que, si tenía algún problema, podía negociar con las pinturas", agregó.
Cuando dice "negociar con las pinturas", Durham se refiere a usarlas como moneda de cambio con las autoridades de justicia, en caso de que se metiera en problemas por algo más. A Durham se le ha acusado en varias ocasiones de robo y atraco, incluido el robo de un banco por el que fue absuelto, pero que ahora admite que cometió. En años recientes, ha hablado un poco sobre su pasado, ya que acordó participar en un documental sobre su vida en 2017.
En Master Thief, una biografía de 2018 que fue escrita por Wilson Boldewijn, Durham también confesó haber cometido otros hurtos, pero insistió en que nunca cometió actos violentos contra sus víctimas (conforme a las leyes neerlandesas, los archivos penales están sellados). "Mi regla número uno es hablar con suavidad, tener un auto rápido y nunca tocar a nadie", dijo.
Durham mencionó que en su infancia había tenido un vecino que era un delincuente neerlandés: Kees Houtman, quien en 2005 devolvió dos obras de Van Gogh robadas que tenía en su poder a las autoridades judiciales neerlandesas, con la esperanza de disminuir su sentencia de prisión en un caso de contrabando. Esas obras de los primeros años de la carrera de Van Gogh fueron robadas de un museo pequeño ubicado en los Países Bajos, en 1990. Y eso fue algo que Durham nunca olvidó.
Durham comentó que primero les ofreció las obras de Van Gogh robadas a dos delincuentes, pero ambos fueron asesinados antes que el trato pudiera concretarse.
"Soy religioso y supersticioso. Pensé que esas dos pinturas tenían una maldición. Y me dije: ‘No quiero tener nada que ver con ellas’", confesó. Al final, él y su cómplice, Henk Bieslijn, les vendieron las pinturas a Imperiale, quien era propietario de una tienda donde se vende marihuana y sus variantes lícitas en Ámsterdam y líder de la Camorra, una red de narcotráfico en Nápoles. Llevó las pinturas a Italia y las escondió en la cocina de su madre, al parecer para mantenerlas a salvo, según dijo Willem Nijkerk, fiscal del ministerio público de Ámsterdam.
Mientras tanto, Durham huyó de Ámsterdam a España, donde la policía lo arrestó en 2003 en Marbella, un pueblo turístico sureño. Los investigadores forenses neerlandeses pudieron comprobar que el ADN de la gorra de béisbol que dejó en el Museo Van Gogh coincidía con el suyo y pudieron condenarlo por el delito, pero se negó a revelar la ubicación de las pinturas. Más de una década después, cuando la policía italiana estaba investigando a la Camorra, Imperiale confesó mediante una carta que tenía las pinturas; al parecer, con la esperanza de negociar una sentencia más indulgente.
Desde 1975, se han robado al menos 34 obras de Van Gogh en todo el mundo, dijo Nienke Bakker, curadora de estas pinturas del Museo Van Gogh. Esa cifra incluye veinte obras que fueron sustraídas del museo donde ella labora en 1991. Las pinturas se recuperaron en unas horas, las encontraron en un automóvil abandonado.
Ursula Weitzel, la fiscal principal de crímenes de arte para el Servicio de Fiscalía de los Países Bajos dijo que, en general, el arte es robado por las mismas razones por las cuales las personas roban automóviles.
"A menos que sea un crimen pasional, a menudo el motivo es ganar dinero", dijo. "Tan simple como eso. La gente no roba porque quiere colgarlo en la pared. Ese tipo de robo por orgullo o estatus, nunca lo he visto. Suele ser por dinero. O, para su custodia, en caso de que sea necesario". Brand dijo que muchos ladrones piensan que lograrán vender las pinturas en el mercado, y rápidamente descubren que no hay compradores legales.
"Más de la mitad de mis casos han sido así", dijo. "Hay ladrones que piensan que hay compradores a quienes de verdad les gustaría tener arte robado en sus paredes. Eso no existe, eso solo pasa en la película Dr. No. Pero algunos ladrones piensan que esa gente existe, y luego tienen una sorpresa muy desagradable cuando no pueden vender la obra".
Ahí es cuando se los ofrecen a otros criminales, dijo, a menudo por un valor mucho menor que el real. Brand calcula que una obra de arte en el submundo criminal cuesta aproximadamente el 10 por ciento de su valor en el mercado del arte legítimo: entonces si una pintura se puede vender por 10 millones de dólares en una subasta, puede ser intercambiada entre criminales por alrededor de un millón de dólares. Durhan dice que el precio es aún más bajo que eso: cerca de 2,5 a 5 por ciento del valor del mercado.
Weitzel, quien maneja al año alrededor de diez casos de arte robado, solo en Ámsterdam, dijo que, algunas veces, un criminal puede aferrarse a un trabajo con la esperanza de usarlo como garantía o moneda de cambio con las autoridades policiales. "Al final, es una inversión, aunque sea una inversión ilegal", agregó Weitzel.
A menudo pasan décadas para que las pinturas robadas vuelvan a aparecer, y unas cuantas, menos del diez por ciento de las obras robadas, regresan a sus propietarios, dijo Brand. En los casos en los que las pinturas valen millones, hay muchas más probabilidades de recuperarlas. "Sigue sin ser mucho", dijo. "Me parece que la gente destruye las obras de arte menos valiosas porque no pueden hacer nada con ellas".
La pintura del Singer Laren, un óleo sobre papel de 1884, se encontraba en el Museo Groninger, al norte de los Países Bajos, en un préstamo. Durham afirmó que no robaría otro Van Gogh, y describió el robo que perpetró hace dieciocho años como un acto de juventud. "No es como un robo bancario. Ahora entiendo que a la gente verdaderamente le gusta el arte y, si lo robas, las personas se van a enojar y se sentirán dolidas. Ahora lo entiendo, aunque no comparto ese sentimiento".
THE NEW YORK TIMES