El lado emergente, diverso y autogestivo de arteba
El sector de la feria, que abrió ayer al público, destinado a las nuevas propuestas se caracteriza por la indistinción entre artistas y galeristas y por una vuelta a la pintura
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No hubo largas colas desde el primer minuto, como ocurría en La Rural. La pandemia impuso su protocolo para celebrar los 30 años de arteba: el primer día de apertura al público de la feria alojada en Arenas Studios, en La Boca, tuvo una asistencia gradual ordenada por turnos, estipulados al comprar las entradas online, y varias visitas guiadas grupales.
Todo muy prolijo, excepto el cuarto de la Porkería Mala en Factor Studio, el sector de los espacios emergentes que hay que encontrar subiendo una rampa, atrás de la Isla de Ediciones. El espacio de la artista es el único cerrado y participa del programa de performance diseñado por Diego Bianchi. Es parte de la propuesta de la galería NN, reconocida anteayer con 400.000 pesos del Premio En Obra. Hay un aire perfumado y denso, y es preciso esquivar en el piso los restos de la fiesta de la noche anterior: copas usadas, latas de cerveza vacías e incluso un balde destinado a quienes se hayan pasado de alcohol. Del picaporte cuelga un corpiño. La artista es una aparición imponente que pasea por la feria con máscara, y aquel es el ámbito de su fantasía. Su obra comprende pinturas, esculturas, dibujos, collage y un emprendimiento de zapatos. Su videoperformance Perdidas en Recoleta se ve dentro de esa habitación, entre percheros de ropa y un sofá siempre ocupado, y también está en YouTube. Más performance y estética drag, en la galería mendocina Valerie, de Mendoza.
El sector Factor Studio en arteba hace tiempo que dejó de ser sólo un barrio de gente joven. Nuclea espacios innovadores y alternativos. El clima es emergente, plural, diverso, autogestivo, territorialmente expandido y con una madurez en las obras que no responde a categorías etarias. Se observa frescura, pero a la vez una vuelta amorosa a la pintura. Los galeristas son artistas y viceversa. Sobrevuela una idea comunitaria. “Hay mucho deseo de trabajar colectivamente, de reunir energías. Se vuelve a ver con fuerza el poder de autogestión que tienen los artistas”, observa Alejandra Aguado, integrante del comité de selección.
Es raro ver al artista internacional Gabriel Chaile con una tablet con precios de obra bajo el brazo. El artista, que fue furor de ventas en la sede suiza de Art Basel como artista de la galería Barro, estrena su rol de galerista en NVS, una agrupación de amigos con sede en Lisboa que busca mostrar el trabajo de los que no llegaron aún a descollar. “Estoy un poco nervioso porque es otro papel. Pero me gusta representar a los amigos”, cuenta. Laura Ojeda Bär también oficia ahí de galerista, y del otro lado del panel es artista premiada de la galería Moria.
Los roles están mezclados. En Selvanegra, Silvia Sicoli es pintora y galerista. En La Arte, de Salta, donde fue distinguida la obra de Soledad Sánchez Goldar con un Premio en Obra, la galerista Soledad Dahbar también expone como artista. “Yo creo que no hay una intención de ser galerista sino re artista, son las múltiples aristas de ser artista. Nos manejarnos con modos amables, nos apoyamos entre todos para que los proyectos salgan”, señala.
Los galeristas de Grasa, Carolina Martínez Pedemonte y Torcuato González Agote, están repetidos en la pared, en un retrato hecho por ella. Los dos son artistas y su stand de quince metros repite las dimensiones de la galería que abrieron en pandemia en el garage de su casa (Santos Dumont 3703). No se achicaron, y trajeron obras grandes como Los Mareados, muñecos de Dana Ferrari que también están ahora en el museo Moderno y unos tótems de piedra pómez de Valeria Maggi. “La curadora fue Violeta Mollo. Estamos nosotros porque este es un proyecto gestionado por artistas”, cuenta González Agote.
La pintura figurativa tiene un protagonismo inusual en esta nave, que se corresponde con buenas ventas. Hay una oda al pincel en muchas artistas mujeres: se destacan las pinturas en páginas abiertas de libros de Elisa O’Farrell, una de las artistas premiadas, exhibida en la galería Atocha. También, las heroínas de gran tamaño de Ornella Pocetti en El Mirador, las pinturas de escenas de pueblo de la artista Sonia Ruiz, tucumana, en NVS, y la individual de Vico Bueno, Fuera de servicio, en la rosarina Estudio G. En Moria sólo hay pintura: “Buscamos repensar las tradiciones, del retrato, el paisaje y el mundo interior. El autorretrato es uno de los grandes géneros. Acá no creemos en eso de separar la obra del artista”, dice Ojeda Bär.
En El Mirador, galería que mereció el gran premio 30 años de arteba, hay también experimentación: es impactante la obra de Trinidad Metz Brea, joven artista que ya vendió todas sus piezas modeladas de forma digital y realizadas con impresión 3D. Una especie de Jardín de las Delicias en alto y bajo relieve, con un nivel de preciosismo que da ganas de estirar la mano y tocar. Salen de repertorio también la pieza de Evi Tártari en Fulana, un telón tejido de chala de maíz, y un mural de cerámicas con engobes de Eugenia Bracony que la galería Sputnik vendió en las primeras horas de feria, el miércoles. Isla Flotante apostó por un artista brasileño, Luiz Roque, con video llamado Zero. “Estamos anunciando así su representación. Hemos vendido piezas también en trastienda. Hay una sensación general de buenas ventas y propuestas nuevas. El premio en obra dio un impulso muy grande a todo el pabellón”, dice el galerista Leopol Mones Cazón.
El stand más vistoso es PM, un domo de papel metalizado. Está piloteado por el artista Nicolás Nacif, pero todo es colaborativo. La galería tiene dos años y ya hizo 20 muestras en tiempos pandémicos. “Nos une la reivindicación de la espiritualidad en el arte, por eso hicimos este templo. Somos 25 artistas y pagamos todo entre todos”, cuenta. La galería es joven, pero muestra artistas de trayectoria como Lorena Ventimiglia, Miguel Harte, Felipe Pino, Gustavo Marrone y Nushi Muntaabski, autora de una escultura que ocupa el centro del espacio, con la que ganó el primer premio del Salón Nacional de Escultura: “El Plurente es un guerrero que está decapitado y llora el dolor universal, pero ganó la batalla. Un guerrero triunfal y bello, y un poco me identifico. ¿Tengo que estar en barrio joven? No sé, pero me encanta estar adentro de ese stand que es como un casco intergaláctico. Estoy agradecida con la invitación”, dice.
Hay espacios líquidos, se podría decir, sin sede fija. Por ejemplo, La Copia, organizado por Alejandro Montaldo y Nicolás Pontón, es itinerante, y se materializa por proyectos especiales. Ohno es itinerante e intermitente, y siempre está buscando nuevos formatos para mostrar artistas de distintas provincias, con la dirección del artista tucumano Benjamín Felice. Intemperie tampoco es física, sino que se expande a cielo abierto con instalaciones en espacios públicos. “Nos ha ido muy bien con la obra de Alejandra Mizrahi, que fue nominada en la feria para el premio ArtNexus. Mucha gente circulando, muchas consultas y ventas”, dice Coty Chiappini, artista y galerista junto con Gonzalo Maggi.
“Nos interesó la representación territorial y que sus propuestas fueran frescas”, dice Diego Obligado, galerista radicado en Rosario e integrante del comité de selección. De 18 espacios, once son de Buenos Aires, dos internacionales y cinco de provincias. Por ejemplo, resulta una hazaña que exista una galería como Fulana, con una propuesta tan contemporánea, en Tafí Viejo, Tucumán, primera y única en su tipo en ese destino, y que logre además estar en arteba. “Es difícil sostener el espacio. Para nosotros no sólo es el costo del stand, sino los pasajes, la estadía, las comidas –cuenta Pamela González, la galerista–. Estamos felices y con mucha ilusión”. Ese parece ser el clima de Factor Studio: alegría y esperanza.
Para agendar:
arteba, hasta el 7 de noviembre en Arenas Studios (Av. Don Pedro de Mendoza 965, La Boca). Compra de entradas únicamente online, en www.arteba.org. General: $600, estudiantes y jubilados: $300