“El ignorante de hoy puede ser el sabio de mañana "
En esta entrevista inédita, hecha en Buenos Aires días antes de su muerte, Fuentes confiesa sus gustos como lector, sus desvelos como escritor y habla de Federico en su balcón, su última novela, que Alfaguara publicará en noviembre
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Fue, sin quererlo, como una despedida, y a la vez una suerte de clase magistral a puertas cerradas.
Apenas unas pocas horas antes de brindar su conferencia en la 38a Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, el escritor mexicano Carlos Fuentes accedió a una extensa entrevista con La Nacion. Parte de ese diálogo fue publicada en el diario. Pero lo que aquí que se ofrece es una suerte de retrato íntimo de Fuentes; los fragmentos de aquella conversación que revelan su amor por Buenos Aires, su preocupación por América Latina y que también constituyen el testamento literario del autor de Aura y Terra nostra , en su doble faceta de lector y escritor.
-La novela La muerte de Artemio Cruz , de cuya publicación se cumplen 50 años, resume muchos de los males del México contemporáneo. ¿Que diferencia advierte entre aquel país y éste?
-En primer lugar, ningún personaje de esa novela está vivo. Yo había escrito un libro que había tenido como protagonista la Ciudad de México: La región más transparente . Mi intención era tener una novela que reflejara la época anterior y posterior a la revolución. Pero acá hay un personaje, Artemio Cruz, y una muerte. Es decir, hay un momento, un presente, un pasado y un futuro que vienen dialogando con él. Es un hombre con muchos defectos y algunas virtudes. Amó a una mujer que murió en la revolución, tuvo un hijo valiente que se fue a luchar en la Guerra Civil Española. Yo como autor no quería tener un villano de opereta, o un villano a la manera tradicional, sino un hombre complejo, que ascendió como tantos otros mexicanos con la revolución, con las oportunidades que le brindó la revolución, que antes no existían en México, y que le abrieron el campo a muchísima gente que de otra manera hubieran sido campesinos, burócratas, oficinistas, tenderos, y de repente pasaron a ser generales y hasta presidentes. Fue una gran apertura del mundo social mexicano y Artemio lo representa en el ámbito empresarial. Quería darle humanidad al personaje, que la tiene sin duda, y la tiene en sus interlocuciones: el yo lo interpela de una manera, el tú de otra,
-¿Los libros tienen futuro? Los chicos y los jóvenes parecen leer menos y se interesan más por los avances tecnológicos, por otros formatos?
-El libro siempre es muy necesario. Creo que va a cambiar la relación con el lector, no sé cómo, pero va a cambiar. Hay gente en los Estados Unidos que me dice el e-book va a sustituir al libro impreso, publicable, pero no va a suprimir la lectura. En Estados Unidos hay más lectores que nunca, pero lectores de otros formatos, y la lectura es buena en la medida en que alcanza a más gente y aumenta la cantidad de lectores. Y eso es lo que está pasando con muchos medios modernos de comunicación, a los cuales yo no les tengo miedo, porque sé que están promoviendo la lectura. Y hay un dato importante: me encuentro con autores norteamericanos que me dicen que si no fuera por el e-mail ningún editor les compraría sus libros. Los colocan en Internet y son leídos, de manera que hay acá una novedad que no acabamos de entender, como muchas otras cosas de un mundo tan cambiante como el que vivimos. Pero no creo que peligre la lectura, no lo creo ni un minuto.
-¿Entonces los medios se complementarían?
-Sí, definitivamente. Cuantos más libros, mejor. En e-book o en la forma que sea, pero que lleguen el conocimiento, las ideas.
-La pasión por la lectura está muy asociada a la educación, un déficit en muchos países de la región. ¿Cree que la educación y la cultura ocupan el espacio que les corresponde?
-Depende del gobierno. En México tuvimos la gran experiencia de José Vasconcelos, que se encontró en el año 20 con un país con 90 por ciento de iletrados. Y mandó a los maestros a las haciendas, a educar a los campesinos. Muchos regresaron sin orejas, sin nariz, a otros los mataron, porque los hacendados no querían que los campesinos supieran leer y escribir. Y al mismo tiempo Vasconcelos publicaba a Homero, a Dante, a Shakespeare, a Goethe. Y le decían: ¿Para qué, en un pueblo de analfabetos? Y él respondió: "Para que lean esto cuando dejen de ser analfabetos". De manera que hay que ver el largo plazo. El ignorante de hoy puede ser el sabio de mañana. La educación es una marcha larga, dramática, superada constantemente por la realidad, porque Vasconcelos en 1920 tenía que educar a 15 millones de personas. Hoy México tiene 110 millones y el número de habitantes supera la posibilidad de enseñanza, de los presupuestos de educación. Es un desafio constante.
-En La gran novela latinoamericana usted hace un repaso de la historia de la literatura de la región. ¿Le costó mucho preparar ese libro?
-Me ha llevado mucho tiempo, sí. Allí esta la vida de un lector. Es un libro muy personal, hay autores que no me gustan y otros que no menciono. Hay algunos de los que me gustan sus ensayos. No puede entenderse como una selección objetiva, hay más autores mexicanos porque, bueno, soy mexicano... y tuve que leer muchos libros antes de finalmente escribirlo, tomar notas.
-Menciona a Borges, a quien no conoció personalmente.
-Borges ha sido uno de los grandes autores de la lengua española, está muy cercano al brasileño Machado de Assis. Borges no escribió novelas pero le dio a la prosa de la lengua española una flexibilidad, una inteligencia, una sutileza, una serie de sobreentendidos únicos. Nos sacó un poco de la oratoria literaria. A él le debemos ese gran favor.
-¿Tiene autores latinoamericanos preferidos?
-Bueno, hay muchos. Yo admiro mucho a Santiago Gamboa y Juan Gabriel Vásquez, de Colombia; a Santiago Roncagliolo, de Perú; a Arturo Fontaine y Carlos Franz, de Chile; y no digo argentinos porque siempre me quedo corto y después se enojan conmigo? pero tengo muchos. Es una literatura muy viva.
-Acaba de publicarse en la Argentina su última obra, Carolina Grau . ¿Qué me puede decir de ella?
-Es una serie de relatos cortos, pero con unidad. Carolina Grau esta en todos los relatos, pero en diversas formas, a veces como personaje secundario, a veces como principal, a veces es un personaje que el poeta Leopardi ve pasar en una calle italiana, a veces es una mesera en un restaurante; a veces, una científica. Carolina Grau es el nombre de muchas mujeres, con una diversidad de ocupaciones. Incluso una de ellas es un ídolo azteca que vuelve a la vida, al contacto con el amor? de manera que hay muchas variedades del tema. Siempre uno se plantea con un libro de cuentos qué se puede contar, y de una forma diferente. Esta vez es el mismo personaje con distintos perfiles.
-¿Cree que todavía hay resabios de machismo en América Latina?
-Bueno, ha habido y hay mujeres presidentas, quizás en México pueda haber una también. El hecho es que se han roto muchas de las cadenas que ataban a la mujer en el pasado. Pero aún hay muchos prejuicios, muchas ataduras de antaño, pero creo que la mujer ya está en la vanguardia de la vida política, social, económica, cultural de nuestros países. La literatura latinoamericana no se entendería, empezando por sor Juana Inés de la Cruz, sin la mujeres.
-¿Cuál es la obra que mas le costó escribir?
Terra nostra , sin duda. Tuve que ir a bibliotecas de Londres, París y Washington para averiguar cómo se vestían las mujeres, qué era un miriñaque, cómo era la cacería con perros? Todo lo tuve que aprender, y tuve que leer mucho. Me tomó diez años escribirla por la cantidad de información que tuve que absorber. Dije: nunca más una novela si no conozco la historia, porque uno se vuelve loco. Pero me gustó escribirla, el tema, y me eduqué a mí mismo mucho.
-¿Cuáles son sus últimos proyectos?
-Hay una novela que se publicará en noviembre en México, que se llama Federico en su balcón . Federico es Nietzsche, que dijo que Dios había muerto.Y Dios le dice: "Para probarte lo contrario te doy una segunda vida, puedes regresar hoy a Berlín". Entonces vuelve y se da cuenta del eterno retorno de las cosas, la historia que ve es la que ya conocemos pero en la actualidad, una repetición de temas políticos, de personajes. Y Nietzsche se encuentra en el balcón dialogando conmigo, con el autor, pero intercalando muchas historias.
-¿Qué está leyendo ahora?
-Un libro de Jorge Castañeda, que se llama Mañana o pasado. El misterio de los mexicanos , y Los Living , de Martín Caparrós.
-¿Le gusta Buenos Aires?
-Yo vengo a este país desde que era muy chico, tengo una visión muy amorosa de la Argentina, sobre todo de Buenos Aires. Vine por primera vez a los 15 años. Como la educación en esa época era muy fascistoide, Hugo Wast creo que era el ministro de Educación, entonces le dije a papá que no quería ir. Pero él me dijo: “Anda, diviértete, conoce, hazte hombre, camina por Buenos Aires”. Y me hice hincha de Aníbal Troilo, de Goyeneche, los seguía por todos lados, iba a la calle Lavalle y veía todo el cine del mundo. Iba a la librería El Ateneo, donde aprendí a leer a Borges; fue un año muy fructífero, muy importante para pasar de la niñez a la adolescencia y la madurez. Siempre me gusta venir a visitar a los amigos, a escuchar tango, que me parece una forma superior de música, me conmueve mucho.
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