El humor después del amor
La delicadeza, de David Foenkinos, se suma a la lista de los últimos best-sellers literarios franceses, con singular don para la observación y la frase certera
David Foenkinos (París, 1974) había publicado ya media docena de novelas, como En cas de bonheur o Nos séparations , y era un autor-promesa, "con futuro", cuando La delicadeza , que acaba de ser traducida al español, se convirtió en uno de los grandes fenómenos editoriales del año 2009. La novela obtuvo diez premios (aunque ninguno de ellos de primer nivel) y fue finalista de todos los galardones prestigiosos: Goncourt, Médicis, Femina, Renaudot. Muchos críticos se rindieron a los pies de Foenkinos ("una novela deliciosa", escribió el novelista Frédéric Beigbeder en Le Monde) y, mientras el libro se traducía a unos quince idiomas, el propio autor y su hermano Stéphane rodaron la adaptación cinematográfica, con la actuación de Audrey Tautou, estrenada en Francia en diciembre último.
La delicadeza se distingue por su forma y por el tono del narrador: elegante y lleno de humor. La secuencia de capítulos breves permite una gran dinámica: elipsis, cambios de enfoque y, principalmente, la curiosa alternancia de pasajes narrativos con sucintas digresiones de toda clase: una receta, una lista con "ejemplos de dichos ridículos", una especie de informe sobre la alergia al pescado e incluso la definición de las palabras "delicado" y "delicadeza", cuya polisemia (desde la exquisitez hasta la fragilidad) la novela explora acertadamente. A veces, una de estas digresiones revela una fuente (que tal réplica proviene de tal película de Woody Allen, por ejemplo); otras el narrador conjetura algunas "frases que podría haber dicho" uno de los personajes de la propia novela. En muchos de estos casos es como si el autor hubiese decidido incorporar materiales de un supuesto (o verdadero) cuaderno de notas.
Siendo la historia más bien simple ("chica conoce chico", accidente fatal del chico, duelo de ella, "chica conoce segundo chico" en el marco de una empresa sueca que bien podría ser Ikea) y planteada en forma lineal, lo que la dota de singularidad es, además de la forma ya mencionada, el trazo de ciertos personajes (ante todo del "segundo chico" de Nathalie: el sueco Markus, un antihéroe a contramano de los ideales de virilidad, una especie de Alain Souchon o Pierre Richard, como lo indica la mismísima novela), el don de Foenkinos para la observación y la frase certera ("había atravesado la adolescencia sin tropiezos, respetando los pasos de cebra"; "quería estar loco, lo cual era la prueba de que no lo estaba") y las intromisiones de un narrador muy visible, casi un personaje, que se cuela en la historia no sin sarcasmo. Éste incluso enmienda una información que acaba de proporcionar ("Se levantaron de prisa y se vistieron despacio") con una nota al pie que indica "quizá fuera al revés", pero nunca pierde de vista a sus personajes.
Foenkinos parece parodiar por momentos esa tendencia de la novela francesa a la frase tajante, al filo del apotegma ("Organizar una boda es como formar gobierno después de la guerra"; "El diccionario Larousse termina ahí donde empieza al corazón"), aunque él mismo cae en la trampa en ciertos pasajes y termina escribiendo, por ejemplo: "Vivimos sometidos a la tiranía de los deseos ajenos". Así como por momentos las digresiones se pasan de rosca (la lista de los álbumes que John Lennon hubiera grabado si no hubiese muerto), también hay veces en que el narrador se refugia en el cinismo y se burla de lo que cuenta. No son los mejores pasajes. Sin embargo, sobre todo en el último tercio del libro, Foenkinos deja de lado el peor cinismo del segundo tercio. Es como si la historia lo hubiese acabado por conquistar, algo que acaso se deba en buena medida a las virtudes de Markus como personaje.
La delicadeza mezcla guiños implícitos al "acto gratuito" del Lafcadio de André Gide, a la canción "Nathalie" de Gilbert Bécaud y puede que a Seinfeld (el dispensador de caramelos PEZ, pieza central en un episodio de la serie de televisión, aparece aquí con fuerza), con homenajes explícitos al famoso capítulo 7 de Rayuela , de Cortázar ("Toco tu boca?"). El resultado es, parafraseando la propia novela, "una forma moderna del sentido de humor en el amor", pero también un libro astuto y entretenido, que se suma a los últimos best-sellers literarios franceses (desde Anna Gavalda hasta Muriel Barbery) con una dosis mayor de desparpajo y de autoconciencia que, a su modo, en un segundo plano, mientras narra esta historia de "amor después del amor", también critica las miserias de la "vida corporativa".
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