El genio de la apuesta
El inglés Alexander Baron, un autor poco conocido en la Argentina, propone en Jugador una comedia judía contoques oscuros que transcurre en la Londres de posguerra
Hace más de medio siglo ya, Emecé había editado una novela histórica del narrador inglés Alexander Baron (1917-1999), La princesa de oro , con la que aparentemente pretendía convertirse en un best seller. No resultó ni en su país ni aquí, pero más adelante escribió una serie de novelas trascendentes sobre la Segunda Guerra, de la que había participado con heroísmo. En 2012, La Bestia Equilátera rescata una de sus mejores novelas -quizá también una de las más accesibles para el público local, por su tono e ingenio-, publicada en 1969.
"Antes de llegar a viejo tengo que conseguir algo. Y por eso sueño con esas mil o dos mil libras; quiero comprar un par de casas para alquilar. Y dentro de ese sueño, acaricio el otro sueño, el de irme para siempre a una isla lejana." En el transcurso de un año Harryboy Boas, un apostador compulsivo en carreras de perros, estará varias veces a punto de concretar sus sueños, al menos el primero de ellos, y también en la situación inversa: sin una libra ni posibilidades de obtenerla de manos de su hermana Debbie, es decir, del esposo de ella. Comedia judía en la Londres de posguerra, Jugador ( The Low-life ) hace que su protagonista, un hombre culto, elegante, solitario y que piensa que trabajar duro no es ninguna virtud, se presente a sí mismo con gracia y estilo (no por nada es admirador de Zola, Hammett y Chandler). Con una filosofía inspirada en el genio de la apuesta, tolera los altibajos de la suerte, las quejas de su hermana y su cuñado y, en secreto, la nostalgia por un pasado familiar destrozado por la guerra. Y la culpa: en 1938 Harryboy había viajado con un amigo a París, donde conoció a Nicole, con quien convivió un año. Pero cuando Inglaterra les declara la guerra a los alemanes, regresa rápidamente a Londres a enlistarse. Nicole, embarazada, le escribe cartas que Harryboy -al descubrir que "la distancia es un remedio excelente para la conciencia humana"- no responde. Judía como él, la chica deja de escribir o desaparece como otras tantas víctimas del exterminio. Convertido en fiscal de sí mismo, no puede descartar que su hijo esté vivo, o que haya muerto en los campos nazis, en parte por su incapacidad para comprometerse.
Para aliviar esa culpa, o para someterlo a ella, la familia Deaner (Vic, Evelyn y el pequeño Gregory) entra en escena en el barrio de clase baja y de inmigrantes donde el protagonista pasa su tiempo. Pese a sí mismo, Harryboy se encariña con el chico y apoya al padre en la estoica tarea de soportar a su esposa. Con la llegada de los Deaner, la atmósfera narrativa se ensombrece y la trama empieza a enrarecerse, envenenada por prejuicios raciales y de clase, desfalcos y embrollos sexuales. Como en una novela de Patricia Highsmith, la gente común y corriente adquiere visos siniestros. En palabras del narrador: "Mi historia va del comienzo de un año al comienzo del año siguiente. Y llegado a este punto, la cadena de acontecimientos se precipita, se vuelve más rápida y violenta". La novela de Baron, de un clasicismo intachable, es en varios sentidos modélica. Entretiene, está bien escrita, posee humor y un encanto tan logrado como la hondura a la que aspira, en este caso justificada por la acción destructiva de la historia social sobre los personajes. No obstante, el distanciamiento del protagonista, aunque sólo sea una estrategia de supervivencia, no puede sino repercutir en la lectura, que se transforma en una experiencia estética admirada pero sin ambigüedad.
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