El gen maldito y antiguo del fanatismo político y religioso
Impresionado por la matanza en la redacción de Charlie Hebdo y las discusiones posteriores acerca del islamismo y la violencia, recordé un fantástico libro de Amoz Oz, Contra el fanatismo, cuyas reflexiones calzan como anillo al dedo para tratar de entender hechos como el de París. El fanatismo, dice Oz, "es mas viejo que el islam, el cristianismo y el judaísmo. Más que cualquier credo o Estado". Que en los últimos tiempos gente que dice defender esa religión tenga prácticas terroristas es una decisión, gravísima, metodológica pero de ningún modo es patrimonio de ellos solos. El fanatismo es algo "que envenena al mundo, un gen maldito de la humanidad", dice Oz. La mayoría de la gente que tiene creencias religiosas, políticas o morales lo hace sin despreciar al resto. La barbarie la instalan los que se aprovechan de los fanáticos y los alimentan para lograr objetivos.
Creo que hay lugares donde el fanatismo se expande con más facilidad: las religiones, la política, los nacionalismos son algunos de esos colectivos. Siempre me causó curiosidad cómo el mundo intelectual y artístico cumplió un doble rol en este tema: víctimas a veces y victimarios otras.
Artistas como Rodrigo García y Romeo Castellucci han tenido que hacer sus obras con custodia policial o sufrir cancelaciones por amenazas de parte de grupos católicos violentos. La película rusa Leviathan (que compite con Relatos salvajes al Oscar) fue calificada por Vladimir Putin de "antipatriótica", y su director y alguno de los actores están sufriendo un hostigamiento muy fuerte de parte de autoridades religiosas y políticas de Rusia.
Oz dice que nunca conoció un fanático con sentido del humor. El ataque a una revista humorística tiene que ver con eso. El suceso me hizo recordar la andanada de fanáticos K cuando Hermenegildo Sabat hizo una caricatura de la Presidenta, que tenía los condimentos habituales de los dibujos que describen irónicamente una situación política. Ha sucedido en todos los gobiernos y forma parte de la mejor tradición argentina. "Es un mensaje mafioso", dijo la Presidenta. "Ya sabemos lo que piensa, pero que no lo dibuje", dijo José Pablo Feinmann. Un desfase con la realidad que provocó que miles de fanáticos kirchneristas, cual zombis, salieran a repetir eso de manera agresiva en los patéticos medios K. Entre ellos, mucha gente del espectáculo: una vez más víctimas y victimarios. "Disociar la ideología de la moral es abrir la puerta de la política al crimen y a la injusticia", dijo Albert Camus para condenar esas situaciones. Es la grieta verdadera que existe en el mundo. Los que creen que su idea es la única que vale, que el que piensa distinto deber ser disciplinado. Se cumplieron esta semana 70 años de la liberación de Auschwitz. Cuando uno lee libros como Si esto es un hombre, de Primo Levi, que relata la vida en ese campo de concentración, entiende el horror del fanatismo nazi. Si a continuación lee Un día en la vida de Ivan Denisovich, de Alexander Solzhenitsyn, entiende el horror del fanatismo comunista. A eso se refiere Amos Oz. El tema es que haya tantos que sigan pensando que su idea o creencia está por sobre la vida y la dignidad de los demás. Será que no tiene solución.
El autor es gestor cultural
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