El fin de la historia, según Luis Sagasti
El autor de Bellas Artes trabaja en un ensayo político sobre la Argentina, que será publicado en octubre por Capital Intelectual. Allí analiza cómo la burguesía terrateniente consolidó su poder en el país durante la formación del Estado nacional
Luis Sagasti suele dejar pasar un tiempo entre un libro y otro. Pero este año tendrá dos títulos en las librerías: la novela Bellas Artes, publicada recientemente por Eterna Cadencia, y Perdidos en el espacio (Capital Intelectual), un ensayo sobre el fin de la historia en la Argentina que saldrá en octubre.
Para Sagasti, la historia argentina comienza a escribirse una vez que la burguesía terrateniente consolida su poder. "Conformado el Estado nacional, se requiere un relato que narre la ascendencia de esos hombres. Al confundirse la historia de una nación con la historia de un grupo de familias, la burguesía asume que el poder y los privilegios obtenidos le son intrínsecos." Esa historia, para el autor, demarca el carácter vertical de las relaciones entre los diferentes actores sociales y reconoce una inspiración involuntaria e inevitable en la cosmogonía bíblica. "A la historia así enseñada podríamos denominarla el Gran Año Argentino: una recta que la liturgia del Estado repite anualmente, que va del 25 de Mayo a la muerte de Sarmiento, el 11 de septiembre. Es decir, el largo de la Avenida de Mayo: del Cabildo al Congreso."
A este dispositivo, utilizado para divulgar la historia argentina en las escuelas y en las revistas infantiles, Sagasti suma la ocupación simbólica del espacio público. Para él, ambos construyen un sujeto proclive a aceptar gobiernos autoritarios y verticalistas. "En el centro de la plaza principal de cada ciudad se erige un monumento al prócer que da nombre a la ciudad en cuestión o, en su defecto, a San Martín. Un prócer ocupa todo espacio público para aclarar que la revolución ya se hizo, que la historia ha terminado."
El autor dice que en literatura los temores de clase aparecen en voz baja. "No es extraño encontrar la presencia del tiempo circular (o, lo que es lo mismo, la negación de la historia) en algunos relatos de quienes mejor representan esta conciencia: en La invención de Morel, de Bioy Casares o, de manera más radical, en Borges, porque al eterno retorno le suma el tiempo detenido. Ya no un devenir de circulación insomne sino la inmovilidad absoluta."