El Filba copó el Centro Cultural Recoleta en un sábado de súper acción con lecturas compartidas
A sala llena, Laurie Anderson tuvo su primera presentación en el festival de literatura; antes, hubo lecturas compartidas, catas de libros, talleres y charlas
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El anteúltimo día del festival Filba fue de súper acción. A la gran expectativa por el primer encuentro de Laurie Anderson con el público se sumaron distintas propuestas participativas en el Centro Cultural Recoleta. Las entradas para la entrevista en primera persona a la cantante y performer estadounidense se agotaron en una hora. Así, unas 200 personas colmaron a partir de las 20 la sala Villa Villa para presenciar el diálogo de Anderson con la dramaturga Agustina Muñoz. Los 700 tickets gratuitos (dos por persona) para la presentación del domingo en la terraza del CCR se entregan a partir de las 12.30 en la boletería.
Con traducción simultánea, la entrevista a Anderson fue la última actividad del día. Ovacionada al ingresar a la sala, la artista lucía una larga camisa leñadora con cuadros rojos y una amplia sonrisa. Cuando Muñoz le preguntó por qué se define como “una contadora de historias”, Anderson dijo: “No sé por qué la gente insiste en rotularme. Lo de contar historias es solo una parte de mi trabajo. Pero es cierto que hasta cuando pinto un cuadro, trato de contar una historia, aunque sea breve”. La charla sobrevoló temas como los sueños, las intervenciones sonoras y los proyectos artísticos de Anderson, además de su preocupación por el cambio climático y la pérdida de los humedales en distintas regiones del mundo.
“Hay acciones que emprendo como artista y otras como activista. A veces, se cruzan: como en el caso de la ópera Fuerza verdadera, que hicimos junto con Philip Glass en Nueva York”, contó. El texto arremetía contra el abuso de poder del Estado. Anderson no se privó de recitarlo brevemente. “¿Qué hacés? ¿Qué hacés?”, repitió casi en susurros.
La jornada en el Recoleta había arrancado a las 11 con un taller de biografías del autor y editor chileno Diego Zúñiga. A partir de las 15, en la terraza, con clima primaveral, muchos se acercaron a buscar libros en la biblioteca abierta; a crear un “cadáver exquisito” colectivo en una computadora; y a la clásica sección de lectura uno a uno. También al aire libre, la portuguesa Júlia Barata ilustro en vivo “logos para tu causa”. Sentados sobre pufs y colchonetas de colores y hasta en sillas playeras, muchos siguieron las lecturas con mate en mano. El público del Filba se mezclaba con los adolescentes que convirtieron el Recoleta en un lugar de pertenencia y van a escuchar rap y a reunirse entre pares.
En simultáneo, en la sala Código Lux, Iosi Havilio emprendía su “odisea”: una maratón de lectura de una novela inédita de 1590 capítulos. De unas siete horas ininterrumpidas, la “performance” de Havilio empezó con unos pocos curiosos como público y congregó asistentes a lo largo de la tarde. Las únicas pausas que hizo el autor fueron para ir al baño. Fue un verdadero homenaje al lema de esta edición: “Fuerza activa”. Otros que también se tomaron en serio el lema fueron los que se anotaron en la caminata literaria encabezada por Santiago Llach, que partió a las 15 desde el parque Rubén Darío con paradas bajo los árboles y consignas creativas.
Mientras en el patio continuaba la cata de libros, a las 18, Pedro Mairal, Hernán Ronsino y Claudia Piñeiro emprendieron lecturas de textos propios en la sala La capilla, que estuvo repleta. Participó como presentadora Gabriela Adamo, de Fundación Filba, que definió la actividad como “una rotativa lectora”.
Ya de noche, mientras continuaba la maratón de Havilio, en otro barrio porteño, sobre la avenida Scalabrini Ortiz al 600, los responsables de la librería Aristipo recibían a los asistentes a la fiesta “Francachela” con choripanes, vino, música y una mesa con libros.
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