El eterno retorno del Gato Barbieri
En consonancia con el nonagésimo aniversario del nacimiento del notable saxofonista rosarino, Sergio Pujol publica la biografía y el sello RP lanza un registro previamente inédito grabado en el club Jamaica de Buenos Aires a principios de los años 60
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No puede decirse que, en 1961, poco antes de soplar las 30 velitas, el Gato Barbieri (Rosario, 1932-Nueva York,2016) fuera un artista cachorro. Influenciado por John Coltrane y Sonny Rollins, estaba buscando su propia voz en el saxo tenor. Sumaba horas de sesiones musicales como un piloto suma horas de vuelo. Se había montado en una ola, la cuál llegaría a la cresta una década más tarde. Pero ya tocaba como los dioses. Eso podemos comprobarlo en las grabaciones que acaba de lanzar (en CD y en vinilo) el sello RP, en conjunto con RGS, que incluyen el registro de una de las tantas noches en las que el Gato deslumbró en el Club Jamaica, de Buenos Aires, en este caso acompañado por Baby López Fürst en el piano, el Negro González en el contrabajo y Tony Harris en la bateria. El programa incluye piezas de Coltrane (“Impressions”, “Village Blues”), standards como “What is This Thing Called Love?” y el clásico de Thelonious Monk “Round Midnight”. Un verdadero hallazgo, que revela el ambiente de ebullición y la efervescencia creativa de uno de los grandes exponentes de una generación dorada para el jazz argentino.
La publicación de esta joya coincide con la salida de Gato Barbieri. Un sonido para el Tercer Mundo (Editorial Planeta), del benemérito Sergio Pujol, en coincidencia con el nonagésimo aniversario de su nacimiento. Se trata de un nuevo mojón en la saga de libros indispensables del platense, decano del periodismo musical, maestro y referente de otros colegas queridos y admirados como Oscar Jalil, Martín Graziano y Facundo Arroyo, entre otros. Pujol, además de investigar sobre la historia de la música negra en la Argentina en Jazz al Sur (1993), publicó la biografía de otro jazzista vernáculo Oscar Alemán. La guitarra embrujada (2015), entre muchos otros trabajos vinculados a la música popular, de Atahualpa Yupanqui a María Elena Walsh.
Esta minuciosa pesquisa le demandó a Pujol, investigador del CONICET, cuatro años de trabajo. Y está llena de hallazgos, desde la reconstrucción de su etapa formativa en Rosario, en la Sociedad Protectora de la Infancia Desvalida, a los años intensos en Buenos Aires, cuando la música era, según decía el guitarrista Horacio Malvicino, “el arte de combinar los horarios”.
Pero más allá de sus posteriores colaboraciones con Don Cherry, Carla Bley y Pharoah Sanders, durante los años 60, el Gato se ganó su lugar en el olimpo del jazz local y global, por el corpus de obra donde -a instancias de conversaciones con el cineasta brasileño Glauber Rocha y de su colaboración con el pianista sudafricano Dollar Brand- fusionó el lenguaje del free jazz con las música latinoamericana. Un ejercicio de regionalismo crítico que, entre 1969 y 1975, proyectó el sonido de su saxo desde el epicentro del jazz internacional (los prestigiosos sellos Flying Dutchman e Impulse) y acompañado por pesos pesados como Ron Carter, Stanley Clarke, Airto Moreira y Roy Haynes. Su atávica militancia en el Partido Comunista se reflejaba en los tics de la revolución, con guiños a Tupac Amaru, al Che Guevara y a la furiosa versión de “El arriero”, de Atahualpa Yupanqui, que interpretó en una madrugada en el Festival de Jazz de Montreux, en Suiza, repitiendo la frase “las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas”, casi en estado de trance. Con su sombrero de ala ancha característico, era “el vengador enmascarado de América Latina armado de un saxo tenor”, como bien lo define Pujol, desde su hechizada mirada adolescente.
Al final del prólogo de Razones locas. El paso de Eduardo Mateo por la música uruguaya (La edad de oro, Perro Andaluz Ediciones), el libro referencial de Guilherme de Alencar Pinto, Jaime Roos escribió: “Se podrían agregar comentarios y elogios, pero prefiero sintetizar diciendo que este es el libro que durante años he querido leer”. Parafraseando humildemente a otro de mis héroes, reitero lo dicho por Jaime, en este caso sobre el librazo que Sergio Pujol escribió sobre el Gato Barbieri.
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