El eterno retorno del Cid Campeador
Los juglares aún le cantan a su gloria. En su honor componen series de TV, partituras para instrumentos electrónicos, novelas que se leen en pantallas digitales. Inoxidable, un héroe medieval, un hombre de carne y hueso, se convirtió en leyenda. Sus hazañas se estudian en las escuelas más allá de un océano que nunca conoció y en aulas donde siglos antes sus enemigos profesaban otra fe. El eco de la epopeya del Cid, Rodrigo Díaz de Vivar, nunca se detuvo. En este siglo, otras reverberaciones, nuevas maneras de recordarlo cruzan otras barreras geográficas y culturales.
Arturo Pérez-Reverte, quien fuera corresponsal de guerra, publicó a fines de 2019 una relectura sobre el estratega castellano, Sidi. Un relato de frontera (Alfaguara). Enumerar las múltiples victorias, incluso cuantificarlas y traducir aquellos triunfos en un renglón, resulta sencillo, pero en cada acción, incertidumbre, gotas de sudor, horas de espera, ansiedad. Es precisamente la preparación antes de la batalla y la autosuperación de un hombre arrojado al destierro aquello que se narra en esta novela. Además, el Cid tendrá una versión para TV, protagonizada por Jaime Lorente (La Casa de papel) que Amazon Prime prepara en el máximo secretismo para un público global.
"El Cid es un héroe que se puede renovar constantemente. Es un personaje que ofrece suficientes elementos para que cada época lo reinterprete según sus propios sistemas de valores, ideales, preferencias incluso estéticas", explica el catedrático Alberto Montaner Frutos, una referencia ineludible para estudiar y entender al Cid y a la literatura hispánica medieval.
Detrás del mito
Hay que destacar un punto crucial que hace diferente a este personaje histórico de otros héroes que poseen sus propias epopeyas, como Aquiles o Roldán. Su vida ha generado fascinación –y también manoseo– por parte de historiadores y poetas contemporáneos a la existencia verdadera de este hombre. Rodrigo Díaz, nacido en el pueblo de Vivar, al norte de Burgos, hacia 1043, era un hidalgo de clase baja, un infanzón. El rey Fernando I de León y Castilla lo crió junto con su hijo, el infante Sancho, quien hizo caballero al joven y lo llevó de expedición contra los moros a Zaragoza. Tras la muerte del monarca, su primogénito, Sancho II es coronado como el nuevo rey de Castilla y nombra a su amigo Rodrigo Díaz alférez, es decir, el primer oficial de la corte, quien comandará la expansión de Castilla, la Reconquista que incluso lo llevará a recuperar Valencia.
"Había cuatro clases de hombres en la guerra: los que no sentían miedo; los que lo sentían, pero evitaban mostrarlo; los que lo mostraban, pero cumplían con su deber, y los cobardes. Solos los tres primeros tenían un lugar en las huestes", escribe Pérez-Reverte en Sidi. Cid, Sid o Sidi, significa señor en árabe. Este era el tratamiento a estos militares y en particular a este héroe, cuyo cúmulo de victorias le merecieron el apelativo campeador, que significa batallador, mientras que Ruy es una variante del antropónimo Rodrigo.
Incluso a pesar de ser desterrado (dos veces en la vida real, en 1081 y en 1089, aunque el poema sintetiza en uno solo este exilio), Rodrigo Díaz se mantiene fiel al rey Alfonso VI, y luego de cada victoria le envía parte del botín al monarca. "El Cid es el héroe epónimo de cuán grande es España; él da nombre al pueblo español y a las tierras españolas todas, que unidas en la obra cidiana se volverán a unir bajo los Reyes Católicos para lanzarse a la empresa del imperio hispánicoindiano", escribió Ramón Menéndez Pidal, quien restauró el Cantar del Mío Cid y publicó en 1911el texto con una elogiada edición crítica. Fue Per Abat, un copista, quien escribió este texto en un sentido literal, ya que no es el autor de este poema, sino que fue él quien transcribió esta versión en un manuscrito que se conserva hoy en la Biblioteca Nacional de España.
Según Menéndez Pidal, fueron distintos poetas anónimos quienes impulsaron esta figura tejiendo su vida con mitos y verdades a lo largo de los siglos. El Cid fue un personaje histórico –por ejemplo, se conoce su autógrafo– cuya fama hizo que en vida los cronistas escribiesen sobre sus hazañas y tras su muerte, lo convirtieran en leyenda.
Un hombre leal
Audaces fortuna iuvat. La fortuna ayuda a los audaces, resume con este proverbio Montaner Frutos. "Su capacidad de sobrevivir en circunstancias extremadamente difíciles y el hecho de que no fuera un rey llamó la atención de la gente de su tiempo. Tenía la posibilidad de movilizar un reino y de conquistar territorios musulmanes. Eso explica un poco hoy la fascinación hacia ese personaje. El esfuerzo ante la adversidad, la lealtad, y esa idea de que aunque lo hayan traicionado, él no traiciona, lo convierten en un héroe", explica el experto.
Además de su liderazgo y carisma, hay otros elementos que dotan de un halo especial a este hombre a quien "en el campo de batalla nadie le regaló nada", precisa Montaner Frutos. Por ejemplo, uno de los mitos que recorren su figura es el triunfo que obtuvo después de muerto, mientras se trasladaba su cadáver desde Valencia hacia Burgos: su poder y halo habrían permitido a los castellanos otra victoria ante los moros. Este episodio se registra en la película El Cid (1961), dirigida por Anthony Mann, protagonizada por Charlton Heston.
Otro mito alrededor del Cid, según varios historiadores, es el episodio de la jura de Santa Gadea, en la que el héroe, que sospechaba de que Alfonso VI hubiese conspirado para asesinar al rey Sancho II, obliga al nuevo monarca delante de toda la corte castellana a jurar que no ha tenido nada que ver en el asunto.
La importancia del Cantar
El Cantar del Mío Cid es una canción de gesta, es decir, un texto lírico que exalta el pasado glorioso de un héroe pretérito. Este poema es el primer texto literario extenso de la literatura castellana que se conserva (1140-1157). Si bien existen otras piezas breves anteriores son o bien mozárabes (como las composiciones llamadas jarchas), o no castellanas (escritas en dialecto aragonés, por ejemplo), o no literarias (como documentos), precisaba el erudito Rafael Lapesa en una conferencia de 1987, una reliquia que puede escucharse en YouTube.
La canción –un texto compuesto para ser cantado– de gesta se utilizaba también como propaganda para atemorizar a los enemigos. El Cantar del Mío Cid comienza con el destierro del Cid, pero hay otro texto, Las mocedades del Cid de mediados del siglo XIV que narra la juventud del héroe.
El famoso poema, a diferencia de las crónicas contemporáneas, no pretenden registrar con rigor la vida del héroe y como tal plagada de claroscuros, sino que recogen hechos que no ocurrieron en la vida real, como la estafa a los comerciantes judíos Raquel y Vidas –una estratagema indispensable para financiar el destierro y el pago a la hueste– ni la afrenta de Corpes. Este último episodio, donde los infantes de Carrión abusan de las hijas del Cid, no ocurrió, pero la venganza hacia esos miedosos y torpes hombres sirve (o servía) para los lectores y la audiencia de otro tiempo como pasaje cómico.
Las múltiples caras
El Cid (1961), la versión de Hollywood, con Sophia Loren en el rol de Jimena, fue elogiada por Martin Scorsese, aunque no por los estudiosos de la época medieval. Pierre Corneille escribió una obra de teatro homónima.
Dolor en los riñones. Este es apenas uno de los males que padecen la hueste del Cid en Sidi, la propuesta de Arturo Pérez-Reverte, la última versión conocida sobre el héroe. Sinestésica, este caballero retratado siempre de modo idealizado aparece en la novela, así como sus hombres, con dimensiones humanas, con olor a sudor, humo y sangre. El creador de la saga del Capitán Alatriste, hábil para reconstruir la vida cotidiana de siglos pasados, narra con detalle los combates durante Reconquista. El hambre y también los alimentos en los caminos castellanos, la sed, así como las heridas –y el modo de curarlas y de buscar asepsia– son descriptas de modo minucioso.
Una historia sobre liderazgo y autosuperación. Aquí está puesto en énfasis el relato de un hombre paciente que desafía al poder, un infanzón –una clase baja de la nobleza– que parte junto a otros 42 soldados y que irá sumando otros colaboradores (a sueldo, claro está, pero también imantados por el carisma de su líder), que logrará cambiar el mapa de un territorio ocupado por otra civilización. "Hay muchos Ruy Díaz en la tradición española, y éste es el mío", advierte el autor en la nota preliminar. La acción comienza, como en El Cantar del Mío Cid, durante el destierro del héroe, con el eco del episodio de Santa Gadea, cuando antes de jurar como nuevo rey, el Cid le exige a Alfonso VI delante de todo el pueblo que jure ante la Biblia no haber asesinado a su hermano, el monarca que lo antecedía. Este rapto de sospecha y de demandas son interpretadas por el nuevo rey como una emboscada y decide así desterrar al Cid, quien se convierte en un forajido [foraxit, que podría traducirse de modo literal como el que sale afuera].
El deseo también tiene un espacio reservado en esta versión. En tercera persona, el narrador omnisciente describe a Ximena como una mujer "de tez blanca, senos rotundos, las caderas anchas, hechas para parir". En la imaginación de Pérez-Reverte aparece un diálogo que el héroe tuvo con Ximena, a cuyo padre retó en duelo y asesinó. "Maté a tu padre cara a cara, no como villano. Hombre te quité, pero hombre te di".
También las tácticas de combate, inspiradas en la astucia antes que en la supremacía numérica, y su modo de referirse a los moros sin eufemismos, aparece en Sidi.
Los enemigos del Cid
No solo los moros se enfrentaron con el Cid. "El Cid era un enemigo de su patria, violador de iglesias, cruel, perjuro; un mercenario, una especie de condottiero del siglo XI, ansioso de gloria y de botín", escribe en 1930 el académico Antonio Ballesteros Berretta en La España del Cid sobre algunas perspectivas negativas sobre el héroe.
Otra de las batallas que libra el Cid es la utilización política que se ha hecho en torno a su figura y las ideologías anacrónicas que se le adjudicaron, durante el franquismo, por ejemplo, y adjudican. Recientemente Santiago Abascal, el líder de Vox, el partido de extrema derecha, exaltó al héroe castellano en el discurso del cierre de campaña.
"Si nos atenemos a la letra, el Cid, sería hoy obviamente completamente reaccionario. Pero si nos atenemos a la actitud que revela el Cid histórico y el Cid épico, en relación con las actitudes coetáneas, la cosa cambia. Tenía un sistema de valores con un pensamiento socialmente avanzado frente al inmovilismo de la aristocracia terrateniente del interior. La gente que iba a luchar a la frontera era la que creía que debía valerse por sus propios méritos y no por los heredados", precisa Montaner Frutos.
"El que en buena hora ciñó espada", "El hombre de la noble barba", o el Cid, simplemente, sigue conquistando territorios y e izando la bandera de su fama. Sus enemigos hoy tienen un rostro diferente, pero su mito y su épica son más poderosos que todos ellos.
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