El eterno retorno de la vuelta a los clásicos
Fundación Proa propone un contrapunto entre obras contemporáneas y otras creadas en los siglos XVI y XVII
¿Qué tienen en común Abbas Kiarostami, Kiki Smith, Miguel Ángel y el artista multimedia Sam Durant? Curada por Giacinto Di Pietrantonio y organizada conjuntamente con el Museo de Calcos de Buenos Aires, la Academia Carrara y la Galería de Arte Moderno y Contemporáneo de Bérgamo, Lo clásico en al arte rastrea en Fundación Proa ciertos motivos que perforan la historia del arte occidental y que podrían emparentar, en un conveniente movimiento retrospectivo, a artistas de distintas épocas.
El cuerpo como vehículo de sentidos religiosos (del que La piedad sería un emblema), el retrato como dador de prestigio y, por esa razón, factor de usos revolucionarios (como los bustos en mármol de un grupo de anarquistas italianos hecho por Durant, rodeados de réplicas de las cajas que contenían la dinamita para sus acciones) y la estética del fragmento como vértice de la modernidad artística y de la participación plena del público (lo que deconstruye la noción de autor de una obra) son algunas de las entradas posibles a la nueva exposición de Proa.
Si bien la muestra, al plantear contrapuntos con calcos y copias de obras de los siglos XVI y XVII, produce la impresión de que se está recorriendo un bazar del arte de Occidente, ese efecto se atenúa por la magnitud del montaje de las piezas contemporáneas. La instalación de la Sala 2, con las máscaras de goma tan sugestivas como (en una segunda mirada) aterradoras de Alfredo Pirri; los óleos sobre cinc de Valerio Carrubaen los que una maraña de cabello anula los rostros de los retratados o las obras de Vanesa Beecroft y Michelangelo Pistoletto (una Venus ante un montón de jirones de ropa apilada, en la Sala 3) provocan una estimulante ambivalencia. Al final del recorrido, Shirin, el film de Kiarostami, registra a los espectadores durante una proyección imaginaria: el público, figurado en rostros femeninos atentos y dúctiles, desplaza el centro de la obra y toma su lugar. Lo clásico, según el curador de la muestra, se perfila como una instancia del arte contemporáneo, un material incombustible y ya probado en su eficacia que genera, mediante usos perturbadores y nudos conceptuales con la historia y la política, sentidos insurrectos.
También curada por Di Pietrantonio, Fabio Mauri constituye un panorama antológico de la obra del artista italiano (1926-2009) y, sobre todo, una carta de presentación de una figura casi desconocida en la Argentina. Artista complejo y ambicioso -sus trabajos oscilan entre la instalación a gran escala, el teatro de objetos, la pancarta, el video y las performances-, Mauri desmonta los mecanismos de la ideología a través del lenguaje (como en No era nuevo, el felpudo que presentó en la Documenta de Kassel 2012), los objetos cotidianos (la serie de jabones con nombres de los campos de concentración nazis) y las lúcidas y desalentadoras reflexiones de sus videos y performances, como El Muro Occidental de los Lamentos y ¿Qué es el fascismo?
La triple propuesta de Proa se completa con Final del juego (enésimo homenaje a Julio Cortázar), en el Espacio Contemporáneo del último piso, con obras de Alexandra Kehayoglou, Guillermo Rodríguez y Luciana Rondolini curadas por Laeticia Mello.
Ficha. Lo clásico en el arte, Fabio Mauri y Final del juego en Fundación Proa (Av. Pedro de Mendoza 1929), hasta noviembre.