El espíritu de los años 80 revive en las historietas de Batato Barea
La más incandescente de las figuras del underground porteño de los años de la posdictadura argentina fue, sin duda, Batato Barea (1961-1991). Payaso, performer, artista de variedades, recitador, actor y guionista, Barea se definía a sí mismo como "clown travesti literario". En sus actuaciones, algunas breves como relámpagos, unía el humor disparatado a los poemas de Alejandra Pizarnik, Néstor Perlongher y Marosa Di Giorgio, y el melodrama a una ácida denuncia social. Nadie que lo haya visto actuar en vivo se puede olvidar de Batato Barea. Ahora, una editorial y una galería rescatan sus historietas en un libro objeto de colección.
Estética arrabalera andante
"Batato no era una persona, era una obra de arte -dice el crítico cultural Daniel Molina a LA NACION-. Lo conocí en 1984 y hasta pocos días antes de que muriera, en diciembre de 1991, lo frecuenté mucho. Cada encuentro que tuvimos fue una performance. Era una estética arrabalera que caminaba". En 1986, Batato fue al Centro Cultural Rojas a ofrecer al área de Teatro una obra. Le dijeron que "eso" no era teatro. "Entonces vino a verme y me preguntó qué podía hacer porque en ninguna parte podía actuar. En El Parakultural o Cemento hacía brevísimos sketches de dos o tres minutos, pero él quería hacer 'obras' completas. Entonces inventamos juntos un formato para Batato: las obras basadas en poemas". En ese entonces, Molina dirigía el área de Letras en el Rojas, durante la gestión de Leopoldo Sosa Pujato, y podía programar las inclasificables invenciones de Batato, como Alfonsina y el mal, El puré de Alejandra, La desesperación de Sandra Opaco, Mitominas, Las fabricantes de tortas y La Carancha, una dama sin límites, inspirada en la funcionaria menemista María Julia Alsogaray.
"Fui a la primaria, al secundario, con monjas y curas, hice la maldita conscripción y fui convocado en las Malvinas (todos motivos de humillación y no de orgullo), después bailarín, payaso en plazas, vedette de murgas y travesti. No pretendo más que vivir y cambiar como yo quiero, sin mensaje ni transgresiones", declaró Barea poco antes de morir.
La última bohemia porteña del siglo XX lo tuvo como protagonista indiscutido. Trabajó con Pepe Cibrián, Antonio Gasalla, Guillermo Angelelli, María José Gabin, Divina Gloria y Roberto Villanueva, entre muchos otros, e integró un trío memorable con Alejandro Urdapilleta y Humberto Tortonese. Después de su muerte, se escribieron varios libros sobre él: Batato Barea y el nuevo teatro, de Jorge Dubatti (1995), Un pacto impostergable, de María E. Amichetti de Barea (1996), y Te lo juro por Batato, de Fernando Noy, que la editorial Libros del Rojas lanzó en 2001, a diez años de su muerte. En Crimen y vanguardia, del crítico y periodista Fernando Garcia, el relieve del trabajo escénico de Batato en el Rojas merece un análisis destacado.
"Pasaron tres décadas y las palabras que nombran las intervenciones poéticas que realizó no les dicen nada a los que no las vivieron. Pero Batato apostó por eso: la intensidad del momento (y desvanecerse en la nada)", concluye Molina, autor de Autoayuda para snobs.
La vida y el mito
"Entre la liminalidad del arte y la vida, Barea no escindió su persona de su personaje y fue a partir de su dramaturgia corporal que en el Centro Cultural Rojas comenzó a respetarse la identidad de género autopercibida cuando aún los edictos policiales tenían plena vigencia y reprimían a aquellas personas que se exhibían en la vía pública con ropa del sexo contrario", escribió Guillermina Bevacqua, licenciada en Artes Combinadas e investigadora, en torno a la figura de Batato. Con su arte instantáneo e inspirado, arrojó las semillas de un porvenir menos grisáceo que el que proponían instituciones conservadoras.
No se privó de nada. Fue modelo publicitario y de desfiles de moda, entrevistador y médium, intérprete aplicado y cómico poseído por el frenesí, arengador de multitudes en festivales y discotecas y tímido anfitrión de homenajes a otros artistas. Y también un poeta. "Un día me llamó a la cuatro de la mañana. Era que había encontrado un montón de flores en un contenedor del barrio. Las trajo, armamos ramos y él después las repartió en la calle", cuenta Jorge Gumier Maier, artista y amigo de Batato.
Su temprana muerte lo convirtió en un mito y durante los años noventa se organizaron homenajes para recordarlo y celebrar su arte. Desde 1992, una sala del Rojas lleva su nombre.
Cómics a la manera de Copi y Alberto Greco
Batato probó suerte, además, como historietista. Entre mayo y octubre de , creó un fanzine con distintos personajes en situaciones cómicas, absurdas y a la vez obvias. Publicados por él mismo con la colaboración de amigos, los fanzines se distribuían de mano en mano y en el quiosco de diarios y revistas de Corrientes y Callao. Con un vestuario hecho por Rolly Vom-Vom, esos personajes fueron representados luego por "la Noy", Divina Gloria y Batato en el Primer Fotocómic Argentino.
Gracias a una edición conjunta del sello Milena Caserola y la galería Cosmocosa, se publica Batato Barea, Historietas obvias y otros numeritos, con textos de González Paz, Blanca Cotta y Diego Trerotola. Los coleccionistas deben estar atentos: se trata de una edición limitada de quinientos ejemplares numerados.
Seedy González Paz es el albacea del archivo de Batato desde hace veintiocho años. "Seis días después de la muerte de Batato, su madre me llamó para asistirla y en la fecha de su cumpleaños, el 30 de abril de 1992, creamos Batatópolis: Museo Casa Batato Barea, que funcionó en el lugar que él habitó en el barrio del Abasto hasta 2015". Luego de clasificar y ordenar el archivo, González Paz y Amparo Díscoli (de la galería Cosmocosa) decidieron dar a conocer gradualmente los trabajos del artista. "El objetivo es que el archivo pueda ser adquirido y conservado en una institución pública", dice Díscoli a LA NACION. Además, se intenta gestionar una gran muestra en un museo nacional y editar un libro antológico.
"El archivo contiene la colección completa de matrices originales y copias de época de una serie de siete fanzines que Batato realizó en 1987 -destaca Díscoli-. En el libro se presenta la compilación de los siete ejemplares de sus historietas, donde se introducen los tres personajes principales: Cala, Jaca y Araca". Las criaturas creadas por Batato son una flor, un jacarandá bonsái y "alguien que está o no", es decir, un fantasma.
"Batato recurre muchas veces a darles voz a los personajes a través de textos de grandes poetas argentinos", señala Díscoli. Hay un número dedicado a Pizarnik, musa del artista nacido en Junín. "El trazo de Batato, como también pasa en Copi y Alberto Greco, está en esa misma intersección en zigzag, va de una literatura deslenguada a la plástica como lugar de la teatralidad del gesto microscópico, como un circo de insectos habitando cajitas", apunta Trerotola en la introducción del libro.
Para hacerlas, contó con la colaboración en el diseño de su amigo Gumier Maier. En la próxima edición de arteBA, Cosmocosa presentará una sección especial dedicada al archivo y a la figura de Barea.
Un artista glorioso y vital
"No sé si era divertido; era glorioso, vital -recuerda Gumier Maier-. Vivíamos a tres cuadras; siempre venía a casa y yo también iba a la de él. Como siempre fui procrastinador, entonces Batato llegaba a casa a exigir los resultados. Y me ponía a trabajar a cualquier hora de la noche. Batato, Omar Schiliro y Jury platicaban mientras tanto". Según Gumier Maier, su trabajo consistía en "ambientar" las historietas de Batato. "Él necesitaba que en media hora estuviese todo hecho. No había computadoras ni nada de eso en aquella época, así que se hacía lo que se podía. Yo les ponía unos firuletes y las adornaba un poco", dice sobre las historietas de Batato.
Además de las historietas, el libro incluye un texto de González Paz que adentra a los lectores en el contexto de la época, con un glosario que se deja leer como un mapa del under de los años 80. "Tal vez la cabriola más ignota de su biografía es la veta de historietista, una experiencia que Batato subrayó como importante en contadas entrevistas -detalla Trerotola-. Lo cierto es que ninguna de las creaciones batatescas en el lenguaje de historieta estuvieron disponibles, ni volvieron a reeditarse hasta ahora". Según este crítico, con ellas Batato profundizaba en una teatralidad de lo no teatral. "La inmovilidad y la poesía le ganan a la narración", postula. Un soplo de aire fresco llega desde la década de 1980 hasta nuestras bibliotecas.
La presentación del libro será en la Isla de Ediciones de arteBA 2019, pero ya se puede conseguir en algunas librerías y en la galería Cosmocosa (Montevideo 1430).
El libro, además, estará disponible para consultas gratuitas en Fundación Espigas, la Biblioteca Nacional Mariano Moreno y la biblioteca del Museo Nacional de Bellas Artes.
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