El escritor peruano Gustavo Rodríguez ganó el XXVI Premio Alfaguara de novela 2023
“Cien cuyes”, una historia tragicómica sobre la vejez en la sociedad actual, fue elegida por mayoría por el jurado presidido por la argentina Claudia Piñeiro; el autor recibirá 175 mil dólares y una escultura
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El escritor peruano Gustavo Rodríguez ganó el XXVI Premio Alfaguara de novela 2023 por Cien cuyes, elegida por mayoría entre 706 manuscritos. El libro, “una historia tragicómica situada en la Lima de hoy”, será publicado en España y Latinoamérica el 23 de marzo. El ganador recibirá 175.000 dólares y una escultura de Martín Chirino. Del acto, realizado hoy en Madrid, participó la presidenta del jurado, la argentina Claudia Piñeiro.
En videoconferencia desde Lima, donde nació en 1968, Rodríguez agradeció la buena noticia, pero resaltó que le llega en un día difícil para su país. “Miles de ciudadanos se están manifestando para reclamar por sus derechos”, dijo apenas tomó la palabra. “Ha sido el despertar más bonito (el teléfono sonó a las cuatro y media de la mañana) de un día que no es muy bonito para mi país. La vida está hecha de contradicciones”, dijo muy serio.
Firmado con el seudónimo de Cien cuyes, título original de la novela presentada con el título Largo viaje hacia el adiós, el jurado definió la obra como “un libro conmovedor sobre la sociedad longeva y la dignidad”. Según los editores del grupo Penguin Random House, es una historia tragicómica “sobre uno de los conflictos de nuestro tiempo: el cuidado de las personas mayores y la empatía con ellos”.
El jurado, presidido por Piñeiro, se completó con el periodista y escritor español Javier Rodríguez Marcos; la editora y traductora argentina Carolina Orloff; el librero de Letras Corsarias, de Salamanca, Rafael Arias García; el escritor español Juan Tallón y la directora editorial de Alfaguara, Pilar Reyes, con voz pero sin voto. Dice el fallo: “Somos sociedades cada vez más longevas y cada vez más hostiles con la gente mayor. Paradoja que Gustavo Rodríguez aborda con destreza y humor. Un libro conmovedor cuyos protagonistas cuidan, son cuidados y defienden la dignidad hasta sus últimas consecuencias”.
En rueda de prensa con medios de España y Latinoamérica, el autor reveló que uno de sus temores al abordar la cuestión de la vejez y de la muerte, era caer en un melodrama. “Pero el humor negro ayudó a contrarrestar ese temor”, dijo. El jurado le agradeció al ganador el buen uso del humor y las risas que generan ciertos pasajes de la historia. “En mi vida, el humor me ha ayudado a sobrevivir”, completó.
Una cuestión que atraviesa la historia es la memoria. Piñeiro le preguntó si fue un tema que trabajó especialmente o si surgió de manera inconsciente. “Surge sin querer, pero como le sale un buen saque sin querer a un tenista: uno viene practicando con los insumos que le da la vida. Y en mi vida, la memoria es un recurso fundamental”.
Cuando le preguntaron si Cien cuyes se inscribe en la tradición de la novela latinoamericana, Rodríguez dijo que la vertiente que siempre se impuso en Perú es el realismo. “Está dentro de esa tradición, pero el reto fue cómo salir de la caja y tocar temas que no se habían tocado antes”.
El segundo autor peruano que ganó el premio Alfaguara, después de Santiago Roncagliolo (en 2006, con Abril rojo) ha publicado las novelas La furia de Aquiles (2001), La risa de tu madre (2003), La semana tiene siete mujeres (2010), Cocinero en su tinta (2012), República de La Papaya (2016), Te escribí mañana (2016), Madrugada (2018) y Treinta kilómetros a la medianoche (2022), y el volumen de relatos Trece mentiras cortas (2006). En Traducciones peruanas (2008) se compendian diez años de artículos suyos publicados en El Comercio de Lima. Ha sido finalista del Premio Herralde y del Premio Planeta-Casamérica.
En esta convocatoria se han recibido 706 manuscritos, de los cuales 296 han sido remitidos desde España, 112 desde Argentina, 99 desde México, 81 desde Colombia, 43 desde Estados Unidos, 28 desde Chile, 27 desde Perú y 20 desde Uruguay. Ya quedó abierta la convocatoria para la edición 2024, que recibirá originales hasta el 1 de noviembre de este año.
Así empieza Cien cuyes
Cuando el metro elevado fue inaugurado por fin luego de veinticinco años de construcción, los aplausos ocultaron las críticas de que su larguísima verruga marcaría para siempre a la ciudad. Es lo que ocurre ante la desesperación: poco interesa en una sala de emergencia cómo quedará la cicatriz de una cirugía. Sin embargo, aquel ciempiés de concreto que los visitantes de metrópolis más amables observaban incrédulos por encima de sus cabezas tenía en Eufrasia Vela a una pasajera especialmente agradecida con esos fotogramas vivos que le enriquecían el trayecto: hacía un rato había pescado en una azotea a una mujer de su edad, rechoncha como ella, dando vueltas sobre su eje mientras hacía girar un sostén rojo; y ahora, en plena curva antes del óvalo Los Cabitos, había descubierto el grafiti de una pinga azul, relumbrante y retorcida como un neón: sabía que la acababan de pintar en ese muro, esa misma noche quizá, pero la asociación entre el vandalismo y el tren la hizo a retroceder a una viejísima película ambientada en Nueva York.
Un policial con ese actor, Al Pacino… ¿cómo se llamaba?
Nunca tuvo buena cabeza para los títulos y, últimamente, tampoco la tenía para los encargos. Por fortuna, aquella pintura en spray se volvió témpera en su cabeza y el rostro de su hijo se volvió una urgencia.
Mientras el tren desaceleraba, buscó su teléfono en el pantalón. Y mientras marcaba las teclas, levantó su amplio trasero.
Extrañamente, para ser un lunes, la gente no era mucha y avanzó con pocos roces: cuando sus zapatillas empezaban a bajar las escaleras de la estación, la voz de su hermana ya estaba en su oreja.
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