El escritor Martín Caparrós ingresó en La Caja de las Letras del Instituto Cervantes con los borradores de “Ñamérica”
Como una cápsula del tiempo, el argentino lega para la posteridad sus materiales de trabajo; “por fin me invitaron a ser socio de un club al que quiero pertenecer”, dijo a LA NACION
- 4 minutos de lectura'
Doce libretas con apuntes y notas y un disco duro con más de un centenar de entrevistas que el escritor argentino Martín Caparrós utilizó para escribir Ñamérica -una de sus grandes obras de no ficción, junto con El hambre, El interior y Lacrónica, publicada en 2021- ingresaron a La Caja de las Letras del Instituto Cervantes (IC), en Madrid, que preserva legados de cultura hispanoamericana. Del acto participaron ayer el director del Instituto Cervantes, el escritor español Luis García Montero; Claudia Neira Bermúdez, directora del Festival Centroamérica Cuenta; la periodista Marta Nebot (pareja de Caparrós) y el escritor nicaragüense Sergio Ramírez, que fue quien propuso al IC el ingreso del legado del escritor argentino al archivo. Como todos los Premio Cervantes, Ramírez tiene su propio lugar en la bóveda literaria de la sede del IC.
“Por fin me habían invitado a ser socio de un club al que sí quiero pertenecer”, dijo Caparrós a LA NACION. “La sede del Cervantes en Madrid está en lo que era un gran banco, en la calle de Alcalá, en pleno centro de la ciudad, y en el subsuelo de ese banco había una gran caja fuerte, de esas de puerta redonda, de dos metros de diámetro y con grandes palancas, donde todos los clientes guardaban sus valores en cajas. Cuando el Cervantes se hizo cargo de ese edificio, decidieron usar la bóveda para preservar el legado de ciertos escritores”. A Caparrós le tocó la caja 959 de la cámara acorazada de la sede del IC.
Entre otros, están los legados de los españoles Rafael Alberti, Miguel Delibes, Juan Marsé y Joan Margarit, la uruguaya Ida Vitale, el peruano Alfredo Bryce Echenique, los nicaragüenses Sergio Ramírez y Claribel Alegría, el cubano Leonardo Padura, el chileno Nicanor Parra y Ernesto Sabato, María Teresa Andruetto y Atahualpa Yupanqui. En las cajas de seguridad se preservan no solo manuscritos, sino también libros, plumas, anteojos, máquinas de escribir, diplomas, recortes de prensa, postales, pruebas de imprenta, cartas, fotografías y dibujos, carpetas, sombreros y vestidos.
Caparrós donó doce libretas, un disco duro con archivos de audio y la versión original de Ñamérica, además de un ejemplar del libro que el IC publicó hace dos años. Este año, el escritor argentino recibió el Diploma de Mérito de la Fundación Konex en la categoría de crónica.
“Es una especie de honor que deposites algo para que quede allí junto a los legados de muchos otros -indicó Caparrós-. Como el Cervantes había hecho una edición especial de mi libro, se ocurrió que mi legado podría incluir las doce libretas en las que fui tomando las notas con las que después escribí el libro y un disco duro donde está el archivo de Ñamérica, con ciento y pico de entrevistas y todos los borradores que fui usando, además de un ejemplar de esa edición”.
Caparrós contó que la ceremonia en el subsuelo del IC había sido muy emocionante. “Hablaron García Montero y Ramírez, y después hablé yo -agregó-. Cuando me senté dentro de la bóveda donde transcurría la ceremonia, justo al lado de mi cabeza estaba la cajita con el material de Miguel Hernández. La idea de que estaba compartiendo un lugar literario con él, a quien tanto quería, como hubiera dicho en su elegía a la muerte de Ramón Sijé, me impresionó. Por fin me habían invitado a ser socio de un club al que sí quiero pertenecer. Había muchos escritores con los que me da mucho orgullo compartir un lugar”.
García Montero sostuvo que Caparrós llevaba años “preguntándose qué cabe en la palabra mundo”, y que esa pregunta representaba “la razón de toda su escritura”. Con sus investigaciones, el escritor argentino -muy respetado y valorado en Hispanoamérica- explica que “la vida humana en el planeta está en peligro” como consecuencia del cambio climático y especialmente por “las desigualdades y la inasumible avaricia del capitalismo”, en palabras de García Montero, que también indicó que la caja de Caparrós se hallaba cerca de la del Premio Cervantes 2008, el poeta Juan Gelman.