"El escepticismo se vive en la familia"
La escritora cree que para lograr transformaciones políticas en el país, primero hay que generar cambios culturales
"Si miro hacia atrás, veo un caos", dice la protagonista de "La selva", el último y reciente libro de Alicia Steimberg. Cuando mira hacia atrás en la historia del país, entremezclada con la suya propia, la escritora recuerda otros tiempos de crisis, otras dificultades económicas y otros conflictos políticos.
Tímida y amable, Alicia Steimberg salpica su conversación de recuerdos y aclara de entrada que sus respuestas sobre la crisis "serán de entre casa, porque lo que a mí me llega es lo mismo que sufre el ciudadano común". Cree que la dimensión más preocupante de la actual crisis argentina es su aspecto moral y el descreimiento de la gente en la clase política. Sin embargo, conserva una esperanza tenaz en un futuro más brillante para el país.
"Entré en la escuela primaria cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, en 1939, y en el secundario con la primera presidencia de Perón, en 1946 -relata-. Entonces empecé a oír hablar de crisis, de problemas económicos, de enfrentamientos entre peronistas y antiperonistas. Y recuerdo haber sufrido las vicisitudes de la política en mi propia casa, porque a mi mamá, que era dentista y tenía un empleo en el Estado, la despidieron por criticar al gobierno en una conversación telefónica."
-¿Ese momento de crisis fue distinto del que vivimos hoy?
-Muy distinto. En aquella época había cierta previsibilidad. El empleo nacional de mi madre era una garantía de seguridad y de ciertas ventajas. Además, para la clase media, renunciar a algún gasto era más fácil, porque los hábitos de consumo eran diferentes, más simples.
-¿Ve alguna salida para la situación actual?
-En cierta medida, yo participo del descreimiento de la gente. Sin embargo, soy incapaz de tener gran pesimismo con respecto a la comunidad y al país. El sacerdote y escritor Hugo Mujica dijo una vez que la esperanza es sobrenatural. Debo tener esa clase de esperanza, porque no puedo fundamentarla, pero la tengo, sin quitarle a la crisis lo que tiene de terrible. Me cuesta mucho amoldarme a la amargura. Mucha gente tiene la pulsión de hablar de que la crisis puede terminar muy mal, pero es una especie de tic. "Los países no cierran", me decía mi segundo marido.
-¿Cuál es la dimensión más grave de la crisis?
-La crisis moral, que se siente clarísimamente. No sé bien en qué consiste la crisis económica; yo sé que todo está peor, que la compra en el supermercado es más cara, que tengo menos alumnos. Creo que la crisis más grave para todo el mundo es la moral, porque la económica no la decidimos, por más que tratemos de remontarla o pensemos que tenemos parte en esa solución.
-¿Quién debe dar el primer paso?
-Muchos al mismo tiempo. En cuanto a los escritores, que es la parte que me toca, podemos usar la ficción para decir más verdades, porque en la ficción uno se cuida menos. En una novela puedo decir lo que se me dé la gana.
-¿Para lograr un cambio político hay que hacer primero una transformación cultural?
-Hay que hacer todo junto. No se puede pensar en pan o educación. Es cierto que primero hay que comer, pero no se puede dejar el cambio cultural para después. Además, el dinero es una herramienta indispensable para poner en marcha los cambios.
-¿Cuál es el papel de los medios en la crisis?
-Hay de todo. Creo que pueden jugar un papel útil si dan lugar a que hable otra gente, más allá de los técnicos. Ypueden ayudar a solucionar ciertas cosas cuando denuncian algunas situaciones. Claro que no todo es simple, porque la desocupación, que es una de las dimensiones más tremendas de la crisis, no puede resolverse tan fácil. No son sólo los medios los que pueden solucionar las cosas, pero lo que ocurre es que la gente tiene un gran escepticismo sobre los que sí pueden.
-¿Hay una política cultural en el país?
-Si la hay no estoy al tanto. Sé que se hacen cosas, pero también sé por experiencia que, mínimamente, hay que poder pagarlas. Tenemos que pensar primero en dinero para la cultura. Es muy difícil hacer una política si no hay dinero. Fui directora del Libro en la Secretaría de Cultura de la Nación durante tres años, entre 1995 y 1997. Comparado con lo que pueden hacer ahora, lo que nosotros pudimos hacer era de ricos.
-¿Qué les sucede a los políticos cuando llegan a los cargos públicos?
-Muchas veces prometen durante la campaña lo que sabían que no iban a poder hacer cuando llegaran al cargo. Yotros, aunque puedan cumplir lo prometido, tampoco lo hacen, porque hay intereses creados. Existe una fascinación por el poder, que es una característica humana.
-¿Cómo es la situación de la producción cultural en el interior?
-Descubrirla fue lo mejor de mis años de funcionaria. Viajé mucho al interior y pude ver que hay provincias muy orgullosas, con mucho aprecio por lo que hacen culturalmente, como Córdoba, Santa Fe, Mendoza, La Pampa. Pero hay otras que tienen únicamente el papel de subsidiarias de Buenos Aires. El que quiere hacer algo en las provincias tiene que pasar por Buenos Aires, donde están las editoriales más importantes. Si no, queda reducido al ámbito de su provincia.
-¿Imagina el país de aquí a diez años?
-Soy pésima para la ciencia ficción.Me parece que no tiene mucho sentido hablar de futuro ni de lo que vendrá, porque esto ya es ciencia ficción. Estamos viviendo situaciones inéditas.
-¿Se puede renovar la política?
-Sería como cambiar la idiosincrasia del pueblo argentino. Los que en la década del 60 creíamos que la estructura se podía cambiar somos más escépticos, en parte porque la edad acentúa el escepticismo. Pero hablo con los jóvenes y veo que ellos también son escépticos. El escepticismo se vive en la familia. Cuando mis hijos empezaron a percibir más allá del barrio, nosotros pensábamos de otra manera. Mi hija, que ya tiene más de 40 años, se transformó en una señora burguesa, igual que yo.