El enigma del escritor
FILOSOFIA Y LETRAS Por Pablo De Santis (Planeta)-208 páginas-($ 14)
A sus treinta años, Esteban Miró es un joven deslavado que emerge sin énfasis de una adolescencia tardía. Carente de entusiasmo, inexperto en los avatares del amor, acaba de obtener su licenciatura en Letras y, para dejar de vivir con su madre -una mujer autoritaria e invasora-, no encuentra otro recurso que pedirle ayuda en la búsqueda de un empleo. La eficacia de su madre en esa comisión pone a Esteban en relación con el profesor Emiliano Conde, director del Instituto de Literatura Nacional, que funciona en un ruinoso y sombrío edificio atestado de papeles viejos y libros deshechos, frecuentado más por el olvido que por alumnos o profesores. Conde ostenta el improbable prestigio de ser uno de los tres especialistas en la obra de Homero Brocca, un escritor presumiblemente genial del que sólo se conservan incontables versiones de un único relato.
Sin llegar a ver siquiera a Conde, Esteban se encuentra de pronto trabajando a sus órdenes en el desolado edificio. Sus labores, casi inexistentes, le dejan tiempo para avanzar sin convicción en su tesis universitaria y, sobre todo, para ser el espectador de una obsesión ajena: la de Conde y los profesores Selva Granados y Víctor Novario por detentar la única y última palabra sobre la inhallable obra de Brocca que, se dice, yace oculta entre los miles de papeles abandonados en el viejo edificio de la facultad. Pero, a contrapelo de su escasa inclinación por la aventura, Esteban no tarda en verse involucrado en la acción, que incluye peligrosas incursiones nocturnas al corazón del edificio donde trabaja, visitas a un centro de salud mental, la búsqueda de las huellas de un naufragio y un reguero de cadáveres, que comienzan a aparecer demasiado cerca del involuntario protagonista.
Con estas piezas, Pablo De Santis hace funcionar el ajedrez formidable de su última novela, Filosofía y Letras , quizá lo mejor que este narrador haya publicado hasta ahora y sin dudas uno de los libros más originales de la literatura argentina actual. Relato policial, por organizarse en torno a un enigma que va empapándose en sangre, cumple la paradoja de traspasar el género gracias a las limitaciones que se impone.
Esteban Miró, con su apatía e inexperiencia, no parece el más apto para dilucidar un misterio que, en principio, ni siquiera le interesa. El misterio mismo -la obra y la persona de Homero Brocca- parece rozar la inexistencia y, en todo caso, pertenece a una esfera tan difícilmente emparentada con la violencia física como la crítica académica. El talento del autor radica precisamente en convencer a su lector no sólo de la probabilidad de lo que va ocurriendo sino de su necesidad. Y a ello contribuyen por lo menos tres cosas: la elección de un escenario casi gótico -el decrépito edificio de la facultad- que funciona como una máquina inagotable de situaciones narrativas, el despliegue de una imaginación literaria excepcional y una escritura que contiene los desbordes de los hechos y los comportamientos de los personajes, revistiéndolos de una precisión y una belleza tan austera que los vuelve verosímiles.
Si hubiera que definir esta novela admirable por un rasgo que eludiera al mismo tiempo la psicología y el afán metafórico, podría hablarse, literalmente, de su humedad: una lógica de agua que no fluye, de habitaciones mal ventiladas y papeles mojados para siempre. Esta condición ambiental que la recorre de punta a punta y que parece ir minando la consistencia de sus materiales, los humores de sus personajes y, presumiblemente, la resistencia de su lector más incrédulo, se impone con la fuerza de un determinismo póetico. Una sabiduría de sonámbulos chapoteando en el agua capaz de inventar, en la Buenos Aires real, un edificio mítico y una pesadilla inolvidable.
Solitaria y sin énfasis, la obra narrativa de Pablo De Santis (Buenos Aires, 1963) incluye memorables historietas con dibujos de Max Cachimba, celebradas narraciones para adolescentes como Lucas Lenz y el Museo del Universo o Las plantas carnívoras , un libro de relatos breves e inquietantes, Espacio puro de tormenta , y las novelas El palacio de la noche y La traducción . Heredero de poéticas tan diversas como las de Leo Perutz, Bruno Schulz y Felisberto Hernández, lector omnívoro de una tradición argentina que va de Borges a Oesterheld, hace mucho tiempo que su literatura se debe más a sí misma que a cualquiera de estos nombres.