La enigmática historia de “La Ascensión”, una escultura recuperada un siglo después en el Palacio Barolo
La pieza histórica, obra del arquitecto Mario Palanti, está incompleta y reapareció tras ser vandalizada; una hipótesis se pregunta si fue concebida como una urna para traer a la Argentina los restos del Dante
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La Ascensión, una escultura incompleta y rodeada de enigmas, ha sido rescatada tras un peregrinaje de un siglo y descansa en el edificio para el que fue concebida cien años atrás: el Palacio Barolo. En torno a la pieza se alimenta un misterio y se tejen hipótesis: ¿pudo haber sido creada como una urna transoceánica para trasladar los restos del poeta Dante Alighieri a la Argentina próspera de comienzos del siglo XX?
Los nuevos custodios de la obra, los hermanos marplatenses Tomás y Miqueas Thärigen, descendientes de trabajadores destacados en la historia del Palacio, no descartan esa posibilidad, partiendo de las versiones que apuntan a que la construcción arquitectónica se inspira en el relato de La Divina Comedia. Mientras observan el fragmento recuperado de lo que fue la monumental escultura, en la que un águila con las alas desplegadas porta a un hombre moribundo sobre su lomo, señalan una inscripción sobre el bronce: “mausoleo”. A resguardo, detrás de una vitrina en una oficina del inmueble, la pieza también lleva escrito “Anima D’Eroe”.
Mario Palanti (1885-1979), arquitecto al que el empresario textil Luis Barolo encargó el diseño y la construcción del Palacio, es el autor de la pieza. Hacerse una idea de la dimensión de la obra, cuya parte superior desapareció tras ser “vandalizada”, es posible al observar una reinterpretación de la misma instalada en 2015 bajo la bóveda del pasaje de acceso al palacio, en la planta baja. Esta segunda escultura fue realizada años atrás por Amelia Jorio, hija de Carlos Jorio -uno de los primeros inquilinos del Barolo-, madre del administrador del edificio y abuela de los hermanos Thärigen, difusores culturales de este bien patrimonial desde hace dos décadas, el mismo tiempo que invirtieron en su rastreo por anticuarios de toda la provincia.
Miqueas explica que la obra original fue traída en barco desde Italia con destino a Buenos Aires pero se desvió al puerto de Mar del Plata por “falta de calado” en ese momento en la ciudad. “Palanti empezó a construir el Barolo en 1919 y lo termina en 1923, pero hace esta escultura en Trieste -donde estudió artes plásticas- para ubicarla en la planta baja y con la idea de acoger las cenizas del Dante o como un simbolismo a los héroes fallecidos en las guerras mundiales en esa época. El cuerpo en el dorso del águila puede representar al poeta o a los soldados. Suena estrafalario esto de traer las cenizas, pero en esa época en Argentina el 50% eran italianos y temían que Europa se destruyera por las guerras”, explica. Sobre ello, Tomás agrega: “Dante nace en Florencia, pero se exilia y termina en Ravena. Al morir, se da una discordia entre ambas ciudades para recuperar sus restos”.
Florencia Ormaechea, guía cultural del Palacio, remarca que se trataba de una “época de crisis en Europa y se esperaba una gran emigración”. En aquellos años de entreguerras y “con miedo a que Italia fuera destrozada, Barolo construyó en Argentina el Palacio, un gran edificio de oficinas para alquilar, y se dice que él quería que trajeran las cenizas de Dante y que el Barolo fuera su mausoleo”, señala.
Según informaciones que los hermanos recibieron del arquitecto e historiador Carlos Hilger, Barolo y Palanti eran miembros de una logia secreta “derivada de la Edad Media, llamada Fede Santa, que tenía vínculos con los templarios y cuya orden fue prohibida por el Papa en el siglo XIV. Casualmente, Dante Alighieri perteneció a esa logia”, apuntan.
Miqueas añade que, cincuenta años atrás, “Palanti era súper conocido e hizo infinidad de obras, muchas en Argentina, pensando que Europa se destruía”. En cuanto a las referencias documentales en relación a la escultura, Tomás cuenta que se sabía que el arquitecto era el autor “porque lo recogió en uno de sus libros, Quattro anni di lavoro”. Sobre su posible destino como mausoleo para albergar los restos del escritor, señala que “es una suposición que surge de comentarios de la gente de los años 20″ que trabajó en el edificio. “Se sabía que tenía que llegar una escultura, pero no se sabía dónde estaba. Un arquitecto, Guillermo de Diego, la encontró haciendo relevamiento de chalets en Mar del Plata. Él tenía contacto con nosotros y nos avisó en los años 90″.
La pieza recuperada fue adquirida “por casualidad” por los hermanos hace cinco meses en un anticuario. Es un bronce de unos 70 kilos en el que solo se aprecia un fragmento de lo que habría sido la original: están a la vista los pies del moribundo sobre un soporte donde se leen las inscripciones. Las teorías respecto a cuál pudo haber sido el destino del resto de la talla, del águila y la figura humana, apuntan a un acto vandálico. Si bien no se descarta que pudiese haber terminado en una fundición por el valor del bronce, los hermanos Thärigen confían en poder recuperarla. “Tenemos fe de que a pesar de que se robaran la parte de arriba, con este anuncio aparezca de manos de algún coleccionista y podamos completar la escultura”.
El arquitecto Guillermo de Diego, docente, investigador y extensionista de la Universidad de Mar del Plata, conoció la escultura completa antes de que fuera vandalizada. Fue hace 30 años, cuando, acompañado del prestigioso arquitecto e historiador de la ciudad costera Roberto Cova, pudo acceder a ella en el jardín de un chalet situado entre las calles Güemes y Falucho. Su hallazgo fue registrado a través de un video hoy disponible en Youtube.
El por entonces dueño de la pieza rechazó venderla. “Una de sus viudas nos contó que era aficionado a las antigüedades y supuestamente la habría adquirido en un remate, pero no está muy clara la historia. En el año 97, el Gobierno de la Ciudad quiso conseguirla, pero no se logró. Finalmente, la encontramos en un anticuario”, aclara Tomás.
La presentación oficial de la pieza tuvo entre los invitados al acto a la escritora María Kodama, que en diálogo con LA NACIÓN calificó de “maravillosa” la historia que envuelve a la escultura, por su poder para “desplegarse en el tiempo y continuar sin que se aclare el misterio, el cual resulta fascinante”, consideró. Kodama entabló vínculo con los difusores culturales del Palacio luego de que una serie de tours guiados incluyeran narraciones de Jorge Luis Borges, autor de Nueve ensayos dantescos (1982). Sobre la relación que el ilustre escritor mantuvo con el Palacio, quien fue su compañera señala: “Lo frecuentó cuando era joven y le interesaba arquitectónicamente. Contaba que le fascinaba la idea del edificio, de haber sido construido para recibir los restos de Dante. A él le encantaba La Divina Comedia, sabía partes de la obra de memoria”.
“Barolo y Palanti, ambos italianos, se dice que se inspiran en La Divina Comedia para construir el Palacio, por eso las analogías y simbologías que se dan con la obra de la literatura universal en el recorrido del protagonista por el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso. Al igual que el libro, el edificio está dividido en tres partes”, señala la guía cultural Florencia Ormaechea. Y relata: el ‘Infierno’, custodiado por criaturas como dragones y serpientes en los ornamentos a los laterales del Pasaje inferior, presenta nueve arcos, “semejantes a los nueve círculos que Dante tiene que recorrer en el Infierno, cada uno con frases en latín, de textos bíblicos, citas de Virgilio y del propio Palanti, junto a cuadrados en el suelo que simbolizan la ascensión”. La simbología masónica, indica, estaría presente, además, en los letreros de los ascensores, donde “la letra A no es una A común sino que adquiere la forma de un compás y una escuadra, y las flechas que apuntan a los pisos terminan con la forma de una flor de lis, ambos símbolos masónicos”.
“Como los 100 cantos de La Divina Comedia, el edificio tiene cien metros de altura, y el ‘Purgatorio’, desde el piso 1 al 14, posee más aberturas para el ingreso de la luz natural rumbo al Paraíso, con menos decoración y dejando atrás los pensamientos materiales. Allí, se dice que el faro – que se enciende en la torre cada noche durante 20 minutos- recrea el momento en que Dante se encuentra con Dios y ve una luz divina”, concluye.
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