El enigma de Emma Cline, la estrella más joven de la literatura
Consiguió un éxito fulminante con Las chicas, su primera novela: US$ 2 millones de anticipo y traducción a 35 idiomas; una tímida que escribe sobre el clan Manson
BARCELONA .- Puede que sea efecto del alocado tour promocional de menos de 15 días por ocho países europeos -el éxito tiene su precio-, pero a su paso por Barcelona Emma Cline (Sonoma, 1989) dispara las respuestas a repetición tan breves como efectivas, sin dejar nunca de sonreír. Quizás además necesite agradar, como la insegura Evie Boyd, la pequeña protagonista de su primera novela, Las chicas (Anagrama). También Cline es muy joven, pero lo era más y desconocida cuando, hace dos años, terminó el manuscrito de la obra, por la que Penguin Random House pagó en los Estados Unidos US$ 2 millones como anticipo de publicación. Novela que luego no sólo recibiría entusiastas elogios de Richard Ford o en The New Yorker, sino que se subastaría en la Feria de Fráncfort de 2014 y acabaría traducida a 35 idiomas. Y ahí no acaba la historia, porque Scott Rudin, el realizador de Sin lugar para los débiles y The Truman Show, entre otras, prepara su adaptación a la pantalla.
"Esa es la parte del fenómeno que menos tiene que ver conmigo", gambetea la joven autora que explica el éxito internacional de su opera prima porque "habla de temas universales". Y lo hace muy bien, es verdad, por momentos de un modo inquietante y con un estilo tan limpio y directo que sorprende por su madurez. Pero quizá las verdaderas razones del bombazo sean más prosaicas, independientemente de la calidad literaria de la obra.
Las chicas es la historia de Evie narrada en primera persona y en dos tiempos: de mujer madura que no puede olvidar y de adolescente de 14, en el verano de 1969 en California, cuando la niña de un hogar desestructurado, sola y vulnerable ingresa en una suerte de comuna hippie o, más bien, una secta comandada por un gurú psicópata (Russell en la ficción), pero más atraída por la enigmática Suzanne (Susan Atkins en la historia real, muerta en prisión en 2009), una de sus exaltadas seguidoras, que por el iluminado líder. Y lo que no puede olvidar Evie de mayor es el macabro baño de sangre en que acabó toda aquella aventura del flower power, del que estuvo a punto de participar. La referencia está clara: Russell no es otro que Charles Manson y el sangriento ritual, el asesinato de la esposa de Roman Polanski, la actriz Sharon Tate embarazada de ocho meses, sus invitados y hasta el pequeño hijo del jardinero.
Pero aquí hay trampa también, porque el lector que espere una descripción espeluznante de la carnicería o un trabajo minucioso al estilo de A sangre fría, de Truman Capote se verá defraudado. Se trata de una novela. "Evidentemente, me interesaba el caso Manson, pero quería ir más allá. Ya se han escrito muchos libros sobre él, y no me interesaba hacer una reconstrucción. En el corazón del relato está esta chica y me pareció que había elementos de su historia que podía conectar con la mía", explica la autora que invirtió en la novela siete años de investigación y reescritura, los dos últimos con su versión definitiva, sin ocultar la motivación personal de su libro, porque echó manos de sus propias experiencias adolescentes, confiesa, y en las de sus cuatro hermanas a las que vio crecer.
La inversión argumental y protagónica de Cline es completa, porque el foco de la novela no está puesta en Russell/Manson, sino en las angelicales muchachas con flores en la cabeza que lo seguían que acabarían convertidas en carniceras, "en el aspecto emocional y psicológico de esas chicas cuando crecen en la comuna", y en especial, en la pequeña Evie. "Para mí Manson era como un clisé del líder carismático y manipulador que me resultaba muy poco interesante, aquí es un personaje absolutamente colateral", explica Cline, convencida de la ausencia de misterio, o quizá como Hannah Arendt, de la banalidad del mal. "Me parecía más atractivo entrar en la historia desde una perspectiva oblicua y centrarme en personajes que tienen una posición moralmente ambigua y son más complejos", añade en referencia a su protagonista.
En el fondo, lo que buscaba Cline, y se salió con la suya porque el resultado es tan sutil como perturbador, era escribir sobre "el trabajo que supone ser una chica y crecer como tal. En ese sentido, Evie es una adolescente normal. Ella pone mucho esfuerzo para conseguir una mínima recompensa, y eso es algo inevitable por lo que pasamos todas", explica. Y este es uno de esos "temas universales" a los que se refería la autora. Otros: "El deseo de pertencer, de buscar algo que trascienda tu yo, de sentirte menos sola en el mundo y que alguien te puede ver con buenos ojos", enumera para llegar el punto álgido o perverso de su novela. La mirada. "Reflexioné mucho sobre la mirada, porque es la mirada del otro, la manera en que te miran, la que te convierte en objeto y pervierte tu lugar natural en el mundo. Evie justamente mira a otras mujeres examinándolas, de la misma manera en que cree que los hombres la miran a ella", explica Cline.
Con este ejercicio, la autora no pretende comprender ni mucho menos justificar a las seguidoras del fanático iluminado. "No creo que la ficción pueda explicar o dar algún tipo de respuesta, pero al menos brinda un nuevo lenguaje para hablar de estas cosas y nos permite explorarlas", concluye la autora que se desentiende de la versión cinematográfica de Scott Rudin, aunque la han invitado a participar del guión. Sólo espera que la producción no recargue las tintas en el revival hippie de la ambientación, "porque la época tiene un sentido en el libro, pero no es lo determinante".
Las chicas
- Autor: Emma Cline
- Editorial: Anagrama
- Páginas: 344
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