El día que Mick Jagger se encontró con Andy Warhol: dos potencias detrás de un cuadro
Más allá del valor que le ponga el martillo cuando el famoso retrato del stone se subaste en Nueva York, la obra es una síntesis de las fuerzas que nutrieron a la cultura pop
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Luego de que Bob Dylan marcara su ingreso en el mercado del arte con la subasta de un ejemplar único de su canción “Blowind in the wind” a un valor estimado de 1,25 millones de dólares (se sabrá a cuánto se remata el 7 de julio), ahora es el turno de Mick Jagger retratado por Andy Warhol. La imagen del ícono stone encabeza el lote de la subasta online Contemporary Edition que Christie’s de Nueva York llevará a cabo entre el 8 y el 20 de julio y que podrá verse exhibido en el Rockefeller Center a partir del miércoles 13.
Firmada por Warhol (cuya Marilyn batió en mayo el récord para un artista del siglo XX al venderse en 195 millones de dólares) y el mismo Jagger, la serigrafía en color fue realizada en 1975 como parte de los retratos con los que el rey del pop art definió a la nobleza plebeya del siglo XX, cuyo mayor atributo de pertenencia fue la fama. Lejos de la cifra millonaria del “Blowin in the wind” 2.0, el cuadro sale con un valor estimado entre 100 y 150 mil dólares. Sin embargo, más allá de los números, la obra es una síntesis poderosa de las fuerzas que nutrieron a la cultura pop: el bazar de la sociedad de consumo elevado a categoría de arte y la música negra reelaborada y convertida en vehículo sonoro de la contracultura.
El encuentro entre Warhol y Jagger, dos fuerzas mayores, selló el arte de tapa de Sticky Fingers, uno de los mejores discos de los Stones editado en 1971. El álbum fue el primero de Rolling Stones Records y su marca fue la lengua, el logotipo más perdurable que haya dado el rock por lejos, seña de identificación que atravesó décadas y generaciones hasta nuestros pandémicos días. El hecho de que Jagger le encargase a Warhol la dirección de arte del álbum hizo que, con el tiempo, se le atribuyera al artista pop la creación del símbolo. Pero el diseño de la lengua fue una idea del cantante, desarrollada por el ilustrador John Pasche, quien cobró apenas cincuenta dólares por su trabajo: la adaptación de la boca de la diosa india Kali portadora de la creación, la vida y la destrucción.
Sí corresponde a Warhol el concepto erótico de una tapa cuya edición original incluía el primer plano de un jean cuya cremallera podía ser abierta tal como en un encuentro íntimo. En ese sentido, el artista continuaba la secuencia iniciada con el icónico diseño del LP debut de Velvet Underground (“el disco de la banana”) con alusiones homoeróticas y un guiño a la cultura de las drogas (el falso mito del filamento de la fruta como poderoso alucinógeno). Jagger ya había querido que Warhol se ocupara del diseño de la cubierta de Let it Bleed (1969) para el que presentó una idea similar. Según el biógrafo Stephen Davis, Warhol acercó entonces “un disco de vinilo envuelto en pantis de chica dentro de unos Levi’s cortados”. El proyecto no prosperó, pero los Stones irían más lejos que los Beatles en su trabajo con los artistas pop. Si aquellos habían contado con los ingleses Peter Blake (Sargent Pepper) y Richard Hamilton (The White Album), Jagger & Richards contaron con el más influyente de los artistas de posguerra. Y la tapa de Sticky Fingers anunciaría también el decadentismo de los años 70 en la unión de la inflamable lascivia stone y el fetichismo perverso de Warhol.
Por fuera de los Stones, Jagger y su mujer, Bianca, formaban parte de esa aristocracia plebeya que fascinaba a Warhol. El 26 de julio de 1972 la banda cerró una larga gira por los Estados Unidos con un concierto en el Madison Square Garden que coincidía con la celebración del cumpleaños 29 de Jagger. La fiesta contó con la actuación de la orquesta de Count Basie y una gran torta de la que salió una stripper. Entre los invitados estuvieron Dylan, Zsa Zsa Gabor, Woody Allen, Truman Capote (contratado por la revista Rolling Stone para una crónica que nunca escribió) y Andy Warhol. El retrato de Jagger, que en un par de semanas cumple 79 y sigue en el escenario, marca el climax hedonista de la cultura neoyorquina con epicentro en la disco Studio 54. Con Andy reconvertido en director de la revista Interview y Jagger guiándo a los Stones hacia una nueva etapa a partir del álbum Black and Blue.
La androginia que capta Warhol en su retrato de Jagger no podría ser más precisa. En el principio de la relación entre los Stones y el artista visual estuvo Anita Pallenberg, quien antes de convertirse en la novia oficial de Brian Jones -y luego Richards- se relacionó como fotógrafa con el grupo que trabajaba para Warhol en el Greenwich Village. Parte de la futura armada erótica stone, Pallenberg ya había llamado su atención cuando el grupo daba sus primeros pasos y Warhol recién empezaba a ser visto en Londres a través del marchand Robert Fraser. Swingin London, contracultura, homoerotismo, arte pop y aristocracia plebeya: todo lo que entra en esa polaroid convertida en serigrafía que pone el nombre de Jagger también en el mercado del arte.
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