El día en que Landrú se encontró con Walt Disney
Hace 60 años, Landrú viajó a Estados Unidos y se reunió con Walt Disney. Detrás de ese encuentro hay una historia tan interesante como desconocida.
Era 1959 y Landrú jamás había viajado al exterior. Quizás los vaivenes de la Argentina le resultaban demasiado interesantes como para pensar en tomarse unas vacaciones afuera. Además, la presidencia de Arturo Frondizi probablemente lo mantenían a él y a toda la redacción de Tía Vicenta bastante ocupados. Sin embargo, ese año Landrú recibió una propuesta que no pudo rechazar: el gobierno de los Estados Unidos lo invitaba especialmente a conocer el país. ¿El motivo? Nada menos que visitar los estudios de Walt Disney y conocer, durante una conferencia de prensa, al mismísimo presidente Eisenhower. Por supuesto, Landrú aceptó.
El viaje duró un mes entero y, a su vuelta, Landrú publicaría en Tía Vicenta las desopilantes y absurdas crónicas de sus aventuras por "la U.S.A", como le decía. Hoy, sesenta años después de aquella visita, podemos conocer estas historias gracias al trabajo de conservación de la Fundación Landrú y al aporte de diferentes investigadores, coleccionistas y aficionados a su obra.
"Al aceptar el viaje, yo quedé tácitamente comprometido para escribir, al regreso, mis impresiones sobre la gran nación del norte", contaba Landrú en el número 122 de la revista, y luego agregaba: "Por supuesto que yo no puedo escribir opiniones desfavorables sobre mi anfitrión. Por eso, para que sepan los norteamericanos y su eficientísimo Departamento de Estado que yo no soy un desagradecido y que no los he traicionado, comenzaré este vil artículo de propaganda yanqui gritando: ¡Vivan los Estados Unidos de América! ¡Viva el Departamento de Estado norteamericano! ¡Viva Ike Eisenhower! ¡Viva Nixon, Nelson Rockefeller y Álvaro Charles Alsogaray!", escribió.
Landrú no viajó solo. El Departamento de Estado de los Estados Unidos había extendido la invitación a él y a un selecto grupo de dibujantes latinoamericanos, entre los que se encontraban Antonio Arias Bernal, de México; Luis Goyenechea Zegarra (Lugoze), de Chile; José Roseñada, de Cuba; Tuno Alvarenga, de El Salvador; y Salomé Barahona (Chilo), de Nicaragua. Además, el gobierno había puesto a disposición a un traductor puertorriqueño (Mister Frank Lanza) ya que el inglés no era el fuerte de algunos de los humoristas, como el mismo Landrú reconoció a la vuelta de su viaje: "¿Para qué había estudiado durante mi juventud el tártaro, el guaraní, el malayo y el araucano? ¿Para qué habría perdido el tiempo estudiando el esquimal, el umboghi y el sánscrito? ¡Tanto tiempo perdido estudiando esos estúpidos idiomas, y en inglés no sabía ni decir okay!".
El misterio del dibujante desaparecido
El viaje en avión transcurrió sin problemas —más allá de la preocupación de Landrú por que le tocase Alsogaray como compañero de asiento— y, a fines de octubre de 1959, el grupo aterrizó en Washington D.C. La ciudad causó una profunda impresión en Landrú: "Es muy bonita, con muy buenos caminos y autopistas, muy bien construida arquitectónicamente, muy semejante a nuestro Valentín Alsina, casa más, casa menos".
Una vez instalados en un hotel del centro, el traductor (que también oficiaba como guía) les anunció que al día siguiente estaban todos invitados a una conferencia de prensa donde conocerían al presidente Dwight "Ike" Eisenhower. Como el viaje había sido largo y la conferencia arrancaba temprano, el traductor sugirió cenar en un restaurante chino que quedaba a pocos metros del hotel. Todos estuvieron de acuerdo pero, cuando se encontraron en el lobby a la hora acordada, se dieron cuenta de que faltaba uno de los dibujantes. Lo esperaron un rato, pero finalmente decidieron irse a cenar sin él. Recién al día siguiente supieron el motivo de su ausencia: el dibujante —cuya identidad Landrú prefirió mantener en el anonimato— había ido preso porque, durante un paseo nocturno, no tuvo mejor idea que orinar debajo del monumento a Washington.
Por suerte no hubo ningún altercado de ese estilo durante la conferencia de prensa. Según Landrú, el único que parecía un poco receloso era Roseñada, el dibujante cubano, quien estaba convencido de que los policías norteamericanos lo estaban vigilando especialmente debido a posibles afinidades con el régimen de Fidel Castro.
San Francisco y la democracia estadounidense
Después de pasar cinco días en Washington, la comitiva tomó un avión y llegó a San Francisco. "Frisco, como le dicen los reblans norteamericanos", recuerda Landrú en sus crónicas, le pareció «una de las ciudades más bellas y pintorescas de los Estados Unidos».
Llegaron justo cuando se celebraban las elecciones municipales y, como era de esperarse, el ojo de Landrú no pudo escapar al estudio de los comicios. "Las elecciones en los Estados Unidos son muy tranquilas, apacibles y sin balazo alguno", observa nuestro corresponsal privilegiado, que también había quedado maravillado por el sistema de votación norteamericano: "Los ciudadanos se paran frente a una máquina llena de manijas y palanquitas, cierran una cortina para que nadie los vea, mueven palancas y manijas de acuerdo con quienes quieran votar y la máquina registra el voto". La conclusión de Landrú fue simple pero tajante: "Evidentemente, cuando la democracia llega a la perfección es aburridísima".
La estadía en San Francisco duró cuatro días y la siguiente escala era en Los Ángeles, donde el grupo tenía previsto conocer los estudios de quien ya por entonces era una eminencia de los dibujos animados y la animación: Walter Disney.
Para llegar, viajaron en el Coast Daylight, un tren de pasajeros que unía ambas ciudades. Allí, Landrú reconoció a un grupo de legisladores argentinos que también se encontraba de gira por los Estados Unidos. Uno de ellos, el senador Cañeque, se encontraba "bastante preocupado, pues en los Estados Unidos la letra 'ñ' no existe y su nombre lo escribían y lo pronunciaban Caneque". Por suerte, parece que el senador encontró en aquel déficit ortográfico un potencial mercado para nuestro país: "Tenemos entendido que dicho legislador está tratando actualmente con Alsogaray la posibilidad de exportar 'eñes' a los Estados Unidos y con los dólares que se obtendrán poder pagar los aguinaldos del año en curso a los empleados públicos", escribía Landrú en el número 123 de Tía Vicenta.
Encuentro con Walt Disney
Finalmente, Landrú y el resto de la comitiva llegaron a Los Ángeles. Se instalaron en un lujoso hotel dentro de Hollywood y fueron a visitar los estudios de Disney, donde pudieron ver el proceso de producción de las famosas películas de dibujos animados y también la filmación de algunos largometrajes. Y, por supuesto, conocieron al hombre detrás de todo aquello.
Al respecto, Landrú escribió que Walt Disney le produjo "una grata impresión". Sin embargo, se lamentó mucho de que el magnate de los dibujos no fuera argentino, "pues podría figurar en una brillante colocación en el campeonato de reblans".
La comitiva latinoamericana compartió un almuerzo con Disney en sus estudios y luego fueron invitados a conocer Disneylandia. Allí disfrutaron de diferentes atracciones de la época: expediciones en submarino por el fondo del mar, recorridos en barco por la jungla africana y hasta un viaje a la luna. También presenciaron los célebres enfrentamientos entre indios y cowboys del Viejo Oeste. Landrú lamentó por no poder quedarse más tiempo: "Desgraciadamente, es imposible recorrer Disneylandia en un solo día. Para apreciarla bien se necesita, por lo menos, una semana".
Landrú, el cronista
Durante su viaje de casi un mes, Landrú no solo visitó Washington, San Francisco y Los Ángeles. También fue a Nuevo México, Chicago, Pittsburgh y hasta a Puerto Rico. En cada oportunidad que tuvo, aprovechó para visitar los principales diarios de los Estados Unidos, ya que le interesaba mucho el papel de los dibujantes en las redacciones. En una carta, le explicó a un colega suyo cómo se desarrollaba en aquel país la profesión que ambos compartían: "Estos dibujantes editorialistas trabajan en relación de dependencia, van todos los días al diario, hacen tres o cuatro bocetos por día, los presentan al director o jefe de redacción y luego se publica el que eligen. Cuando trabajé en los diarios El mundo y Clarín lo hice de la misma manera que lo hacen los dibujantes norteamericanos".
Más allá de lo cómico, lo absurdo o lo delirante de sus relatos de viaje por los Estados Unidos, en ellos aparece siempre una característica esencial de Landrú, presente en toda su obra: la capacidad para observar lo social, lo político y lo cultural, y plasmarlo a través del humor. Nadie podría pedir un mejor cronista.
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