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En tono de comedia, la reconstrucción de la historia real del robo del siglo
Por Marcelo Stiletano
El robo del siglo fue el último gran éxito de producción argentina que pasó por los cines. A comienzos de este año y cuando pocos imaginaban que la pandemia mantendría desde marzo y hasta hoy las salas cerradas de manera ininterrumpida, la película de Ariel Winograd logró que la representación de un hecho que perdura en nuestra memoria se viviera como una gran experiencia colectiva.
Ese hecho es el robo a una sucursal del Banco Río en la zona norte del conurbano ocurrido en enero de 2006 sin disparar un solo tiro, con el disfraz de una falsa toma de rehenes, un escape casi inverosímil y un botín colosal. La película es la crónica meticulosa de la planificación del robo y el retrato de sus protagonistas, ladrones que se entrenan para convertir el robo en una gran puesta en escena, una gran simulación.
Winograd, el mejor director de comedia del cine argentino de los últimos tiempos, asume con pulso firme el manejo de un genuino relato policial pero lo enriquece con apuntes divertidos en los que se detiene la atención del espectador. Lo que consigue el director no es poco: lograr que un puñado de magníficos actores (encabezado por Guillermo Francella, Diego Peretti y Luis Luque) construyan desde sus personajes una gran arquitectura de simulación que en el fondo los lleva en la ejecución del robo a no ser otra cosa que actores representando una comedia.
Con un timing perfecto para la narración, la película reconstruye con lujo de detalles la historia real del robo y se fortalece a partir de otra decisión irreprochable: la de no juzgar a los protagonistas desde ninguna perspectiva moralista. Aquí, lo más importante es la aventura y saber cómo contarla.
Disponible en Movistar Play, Fox Play y Flow
Una denuncia de la violencia contra las mujeres en Ciudad Juárez
Por María Fernanda Mugica
“Encubrir todo es más barato que proteger a estas mujeres”. Así resume Lauren Adrian, la protagonista de Ciudad de silencio, interpretada por Jennifer Lopez, al trasfondo de las violaciones, desapariciones y asesinatos a miles de mujeres en Ciudad Juárez. La periodista es un personaje de ficción, al igual que la trama de investigación que narra la película. Pero la violencia contra las mujeres en esa zona de México y la falta de justicia son penosamente reales.
El tinte hollywoodense del film escrito y dirigido por Gregory Nava no impide prestar atención a la tragedia que retrata. Lopez y su coprotagonista, Antonio Banderas, podrán ser más atractivos que el periodista promedio, pero el estatus de estrellas les permite establecer una conexión con el espectador que colabora a llamar la atención a la terrible realidad que describe la película. A partir de la historia de una chica violada y abandonada casi muerta, cubierta de tierra, en medio de un paisaje desértico, Ciudad de silencio pone el foco en las condiciones económicas y culturales que propician la violencia sistemática contra las mujeres. La mayoría de las víctimas de estos crímenes son adolescentes o mujeres jóvenes, a las que se conoce como “maquiladoras”, que trabajan en las fábricas asentadas en la zona de Chihuahua por los acuerdos de libre comercio. Estas mujeres hacen turnos largos y por muy poco dinero. En el camino hacia el trabajo o de vuelta a su casa, son atacadas y sus cuerpos descartados en el desierto. La película funciona como denuncia del encubrimiento policial, que se atiene a una teoría de un asesino serial aun ante la evidencia de que los crímenes son distintos, y también gubernamental, para proteger los intereses económicos a ambos lados de la frontera.
Disponible en Amazon Prime Video
Rififí, el policial que muestra el robo a una joyería de París como un documental
Por Marcelo Stiletano
No hay película dedicada a contar la historia del sueño de un robo perfecto que no se encuentre en algún momento frente al espejo de Rififí. Clásico entre los clásicos del cine policial de todos los tiempos, el film que Jules Dassin dirigió en 1955 ejerce todavía hoy una extraordinaria influencia. El eje de la historia, como sabemos, es el asalto a una joyería de París planificado con meticulosidad por un puñado de hombres resueltos a dejar de formar parte de los perdedores del mundo.
Pero detrás del hecho aparece una serie de circunstancias que enriquecen todavía más ese legado. En Rififí no existe el más mínimo artificio: la acción se desenvuelve en las calles de la Ciudad Luz con una intensidad y una verosimilitud propias del mejor documental. Esas calles respiran y les irradian un poderoso espesor dramático a quienes las transitan soñando con dar el gran golpe: perdedores agobiados por las deudas, por la ambición y el coqueteo permanente con el mundo del hampa. Sus personajes son “delincuentes estudiados como seres humanos, con pequeños intereses personales, reservas de nobleza y de ternura, toques de melancolía y de humor”, según la aguda descripción del ensayista y crítico uruguayo Homero Alsina Thevenet.
El clímax del relato es una secuencia de algo más de 30 minutos, sin palabras, que transcurre desde la entrada de los ladrones a la joyería hasta la voladura de una caja fuerte. Pero antes y después lo que deslumbra es ese conjunto de descarnados retratos humanos y del entorno que los rodea, observados al detalle a través de una cámara que respira, se agita, se sobrecoge, pierde el aliento o encuentra algún momento de ocasional calma.
Disponible en Qubit TV
La periodista que pagó con su vida la investigación sobre el negocio de drogas en Irlanda
Por María Fernanda Mugica
Revelar al público los negocios ilegales de hombres poderosos es más que peligroso; puede ser fatal. La periodista Veronica Guerin investigó la venta de drogas en las calles de Dublín, a mediados de los 90, y publicó sus descubrimientos en la prensa. No se detuvo ante amenazas, ni actos de violencia contra ella. Tuvieron que asesinarla para callarla, pero su legado produjo un cambio en la sociedad y las leyes irlandesas, que los narcotraficantes no pudieron detener.
Veronica Guerin, dirigida por Joel Schumacher, relata la historia de cómo la periodista, consternada por la cantidad de adolescentes adictos a las drogas, decidió averiguar quiénes manejaban el negocio. Según se explica al comienzo del film estrenado en 2003, en 1994 hubo un pico de venta de drogas en Irlanda y fue entonces cuando la periodista, que trabajaba para el diario Sunday Independent, empezó a interesarse en el tema. La trama sigue su investigación con fuentes del mundo del crimen, que tropieza con algunos desvíos y finalmente descubre al hombre que estaba por encima de todo: John Gilligan. Ni un tiro en la pierna, disparado por un hombre encapuchado, que la visitó en su propia casa; ni una amenaza contra su pequeño hijo y los golpes que recibió del propio Gilligan, la convencen de desistir. El 26 de junio de 1996, Guerin fue asesinada en su auto, mientras esperaba que cambiara la luz del semáforo, en las afueras de la capital irlandesa.
Más allá de ser un poco esquemática, la película tiene una herramienta esencial para hacerle justicia al retrato de Guerin: Cate Blanchett. La actriz australiana no solo acierta en los detalles superficiales, como el corte de pelo estilo Lady Di y un logrado acento irlandés, sino que transmite las cualidades que la hicieron una mujer extraordinaria.
Disponible en Claro Video
Un rostro humano para la cadena de descuidos y errores que fue el desastre de Chernóbil
Por Natalia Trzenko
Habían pasado más de 33 años desde el desastre nuclear de Chernóbil cuando HBO estrenó esta miniserie de cinco episodios que reconstruyó, con la ayuda de la ficción y ciertas licencias narrativas, la tragedia que sacudió a la entonces Unión Soviética y al mundo. Para muchos espectadores lo que había ocurrido en 1986, cuando explotó un reactor de la planta nuclear ubicada en lo que hoy es Ucrania, era un hecho casi olvidado, el resabio de una era largamente superada. Sin embargo, a partir del trabajo del guionista norteamericano Craig Mazin y el director sueco Johan Renck, las historias de aquella catástrofe cobraron una notable actualidad. Gracias en gran parte a los relatos recopilados por la autora ganadora del premios Nobel, Svetlana Alexievich, en su libro Voces de Chernóbil, la producción logró reconstruir la cadena de problemas, errores y descuidos que llevaron al desastre y sobre todo, consiguió darle un rostro humano a las víctimas y muchos de los responsables de lo que ocurrió.
El relato sigue a Valery Legasov, interpretado por el británico Jared Harris, uno de los científicos encargados de lidiar con las consecuencias de lo sucedido y también quien mientras la radioactividad se expandía tuvo que enfrentar a la burocracia de su país que no comprendía el alcance de la tragedia al tiempo que buscaban deslindar su responsabilidad. Ni héroe ni villano, las frustraciones de Legasov generaron tanta empatía en el público como la historia de Lyudmilla (Jessie Buckley), la esposa de un bombero desesperada por saber qué sucedió. Retrato de un sistema en decadencia y de la irracionalidad del poder, la miniserie se transformó en un fenómeno global que le recordó al mundo la capacidad de la humanidad para provocar su propia destrucción.
Disponible en HBO Go
Traffic, el puntapié inicial para sumergirse en el mundo del narcotráfico
Por Marcelo Stiletano
Esta semana se supo que Steven Soderbergh encabezará el equipo encargado de producir y poner en escena a través de la pantalla la próxima ceremonia del Oscar. La noticia trajo de inmediato la evocación de la única vez en la que el multifacético guionista, productor y director obtuvo la máxima distinción de la industria del cine.
Fue en 2001 como mejor director gracias a Traffic, una película que se adelantó unos cuantos años a la oleada reciente de títulos y aproximaciones desde el cine y la televisión a las historias sobre narcotráfico, con buena parte de su foco central de atención puesto en América Latina. Desde esta perspectiva, Traffic es una referencia insoslayable de todo lo que se escribió y se contó después en términos narrativos y sobre todo a través de la mirada puesta en esa realidad, que incluye tanto a los promotores de ese negocio como a sus infinitas víctimas. Con un intrincado y fascinante abordaje, la película se mueve simultáneamente a lo largo de múltiples capas expuestas a partir de distintas tonalidades fotográficas. Allí están, entre otras, la peripecia de un policía honesto que habita en la frontera entre EE.UU. y México (Benicio del Toro) y las exigencias del alto funcionario estadounidense asignado para la lucha contra el flagelo (Michael Douglas).
Ellos son puntales, junto a un gran elenco bilingüe (la película se mueve todo el tiempo entre el inglés y el español) de una historia que de la mano de un realizador tan lúcido como Soderbergh se hace sobre todo preguntas cruciales sobre el origen del narcotráfico y las dificultades que la sociedad enfrenta para atender sus devastadoras consecuencias.
Disponible en Amazon Prime Video y Movistar Play
Dos denuncias de corrupción y negligencia contra instituciones públicas
Por Marcelo Stiletano
La enorme atracción que despiertan hoy en las pantallas de streaming las investigaciones sobre crímenes reales tiene en la Argentina un antecedente curioso y a la vez fascinante: dos películas en las que Enrique Piñeyro mezcla el espíritu más cabal del entretenimiento y una serie de gravísimas denuncias sobre negligencias e irresponsabilidades de instituciones públicas al servicio de la reconstrucción de hechos que tuvieron a personas inocentes como víctimas.
El primero es Whisky Romeo Zulu (2005), un relato casi autobiográfico (Piñeyro fue expiloto de la línea aérea privada LAPA) que culmina con la tragedia ocurrida el 31 de agosto de 1999, cuando un avión de esa empresa no logra decolar en el momento de su partida con destino a Córdoba y se estrella en una pista del Aeroparque con 76 muertos. El segundo se titula El rati horror show (2010), crónica del drama increíble que vivió Francisco Carrera, un hombre común y corriente inocente que padeció casi 30 años de cárcel a raíz de la manipulación policial y judicial de una causa derivada de la Masacre de Pompeya. Como autor, director e intérprete principal, Piñeyro le dio a la primera de esas obras un espíritu bien dramático y convirtió a la segunda en un documental puro y duro. Pero las dos se unen a través de un hilo conductor: la decisión de Piñeyro de involucrarse en estas historias y develar dentro de ellas los hilos de corrupción, abandono y dejadez con que el Estado pone en riesgo a sus ciudadanos. Todavía es más meritorio en su caso haber logrado poner luz sobre tanta oscuridad con notables recursos cinematográficos.
Ambas obras están disponibles en YouTube
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