El coraje inútil: la muerte de Francisco Borges, abuelo del escritor
El coronel, nacido en Montevideo, fue uno de los militares orientales del ejército de Mitre; atravesado por dos balas, murió un 26 de noviembre de 1874
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Su vida fue “una cosa que arrastran las batallas” como la definió su nieto Jorge Luis Borges al describir la existencia de este coronel nacido el 16 de noviembre de 1835 en Montevideo. A los 18 años se incorporó como cadete a uno de los cuerpos de artillería que defendían a su ciudad natal durante el Sitio Grande impuesto por Oribe.
En 1851 se alistó en el ejército oriental a las ordenes de César Díaz y como subteniente participó en la batalla de Caseros (1852). En 1855 ofreció sus servicios al estado porteño que luchaba contra la Confederación.
Fue uno de los oficiales leales a Bartolomé Mitre que lo siguieron a lo largo de su larga carrera, luchando en Cepeda (1859), Pavón (1861) y la Guerra del Paraguay (1864). Se destacó por su coraje en Tuyutí y Boquerón, donde fue herido y ascendido a teniente coronel. Continuó en el ejército argentino como uno de los coroneles orientales con los que Mitre apaciguó al país. Peleó contra los rebeldes jordanistas en Entre Ríos y en la frontera contra el indio. Su participación en la batalla de San Carlos (1872) fue decisiva para establecer una paz efímera en el sur de la provincia de Buenos Aires.
En 1874, mientras se urdía la revolución contra Avellaneda, el candidato de Sarmiento ungido presidente, el sanjuanino le preguntó a Borges qué actitud adoptaría de desatarse la rebelión. Borges le contestó que podía contar con su lealtad hasta el 12 de octubre, fecha en la que asumiría Avellaneda. La revolución era la respuesta al fraude electoral con el que se había consagrado a Avellaneda presidente, no contra Sarmiento.
Como era un secreto a voces, la revolución mitrista estalló antes de lo planeado y el gobierno le exigió a Borges que entregara sus tropas. Hombre de honor, cumplió con la palabra dada y permaneció leal a Sarmiento hasta el 12 de octubre, fecha en la que asumió Avellaneda. Ese día, Borges se unió a los revoltosos, pero sin las tropas a su mando. Esta actitud fue considerada una traición por varios de los seguidores de Mitre, quien no vio en esta conducta de Borges una deslealtad sino la rectitud de uno de sus hombres que conocía desde hacía más de veinte años. El general bien sabía de la rectitud del coronel.
Por tal razón, llegado el momento de enfrentar a las fuerzas represoras del gobierno, Borges no quiso dejar dudas sobre su lealtad al general Mitre y en los campos de La Verde mostró un coraje lindante con el suicidio.
Antes de la batalla fue enviado a parlamentar con el teniente coronel José Inocencio Arias, jefe de las tropas gubernamentales y un amigo desde los tiempos de la Triple Alianza. Borges intentó convencerlo para evitar un innecesario derramamiento de sangre. Eran 5000 jinetes los que respondían a la revolución contra 900 infantes de las fuerzas gubernamentales. No, no era necesario matarse entre hermanos, pero Arias, también hombre de honor, no pensaba rendirse sin pelear.
Antes de volver cada uno a su bando, Borges y Arias se confundieron en un prolongado abrazo.
Mitre tenía enfrente al 6° de línea, el batallón comandado por Arias, un glorioso grupo de veteranos que se atrincheraron en el perímetro de la estancia La Verde, munidos de sus Remigntons, dispuestos a rechazar el ataque de sus, hasta hace pocos días, camaradas.
Borges se puso al frente de sus hombres. “Montabas un caballo plateado y te envolviste en un poncho blanco” contaría su nieto, en elíptica alusión a la actitud temeraria del coronel, quien sería una de las 250 víctimas que se cobraron los gubernamentales en los primeros minutos de la batalla.
Atravesado por dos balas, Francisco Borges se despidió de los presentes: “Digan ustedes al general Mitre que muero apreciándolo como lo he apreciado siempre… al dejar una mujer joven en la viudez y dos tiernas criaturas en la orfandad, un consuelo muy grande llevo al morir y es que he caído creyendo cumplir con mis convicciones y por los mismos principios que he combatido toda la vida”.
Murió el 26 de noviembre de ese fatídico 1874.
El general Mitre cayó en la misma trampa con la que sus coroneles orientales habían derrotado a la montonera: por la superioridad de la infantería y su capacidad de fuego.
Fue así como “un teniente venció a un general”, haciendo alusión a la corta edad de Arias y su larga experiencia ganada en los esteros guaraníes.
El ejército mitrista siguió su camino, pero la revolución estaba vencida y el 2 de diciembre Mitre se entregó a Arias. En una charla que mantuvo con su vencedor supo que el 6° de línea estaba a punto de quedarse sin balas cuando las tropas rebeldes se dieron a la fuga. En esa conversación Arias se enteró de la muerte de su amigo Borges. Años después su nieto resumió en un poema su vida: “El honor, la tristeza, la soledad y el coraje inútil”.
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