El Conicet en el quirófano
Recortes: la mitad de los 1700 becarios que hoy tiene esa entidad deberán irse en marzo porque no se les renovarán las becas; rumbo incierto para los investigadores.
El término "reingeniería" es, para muchas empresas que atraviesan una crisis, la palabra mágica que resolverá sus problemas.
El Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), no es una empresa, pero su interventor, Juan Carlos Del Bello, también anunció una reingeniería. La enfermedad es grave: crisis financiera y recursos presupuestarios escasos.
Aunque el jueves el interventor, que es titular de la Secretaría de Ciencia y Técnica (Secyt) aseguró que no se renovarán becas como parte del plan de reestructuración, ayer, tras una conversación con la ministra de Educación, Susana Decibe, dio marcha atrás parcialmente. En diálogo con La Nación anunció que las treinta becas posdoctorales de dos años que expiran a fines del actual -uno de los principales motivos que originó la protesta del jueves ante el Conicet- serán prorrogadas hasta el 31 de marzo de 1997. Pero a la vez, aquellas becas posdoctorales que llevan un año -hasta ahora de renovación automática- deberán pasar por una evaluación para acceder al segundo y último período.
Con respecto a la carrera de investigador, La Nación pudo saber que en breve se convocará a concurso para ingresar en la misma en abril de 1997.
Hipertrofia
El investigador Jorge Geffner, miembro de la Coordinadora del Personal, había dicho que "el ingreso a la carrera de investigador está cerrado desde hace tres años y se niegan a llamar a concurso, lo que genera una hipertrofia, ya que hay 1703 becarios que esperan ser evaluados para ingresar en la carrera". Actualmente, existen dos tipos de becas: las de iniciación, de dos años de duración, que se continúa con dos años más de perfeccionamiento. Estas becas, se decidió ahora, no se renovarán más. Del Bello marcó la diferencia entre las becas y la carrera de investigador y trazó un paralelo: "Así como la UBA no toma como docentes a todos los estudiantes que egresan, así el Conicet no tiene obligación contractual para con los ex becarios. Hay gente que está como becario desde hace 13 años". Obviamente, no se renovará ninguna de las 877 becas que vencen en marzo. De esa manera, intenta terminar con las "expectativas erróneas de los becarios, que piensan en una inserción laboral en el Conicet Así las cosas, ¿no quedará gente capacitada sin expectativas de trabajo en el país? Para decirlo en términos de los científicos movilizados, ¿no se está burocratizando el Conicet? "Terminaremos siendo como una fundación cualquiera, que no produce ciencia sino que sólo habla de ella".
Difícil inserción
Del Bello había dicho a la prensa que las oportunidades de los investigadores no acaban en la General Paz. ¿Terminarán quizás en el exterior? "El 80 por ciento de los investigadores está concentrado en Capital Federal. En el interior , muchas universidades podrían absorberlos" aseguró.
Más del cincuenta por ciento del cuerpo docente universitario todavía no ha sido concursado. El interventor del Conicet se reunirá, el 11 del actual, con los rectores de las universidades nacionales para tratar ese objetivo.
"Frente al nivel de saturación dentro de las casas de estudio y la falta de presupuesto -razonó una becaria - es imposible pensar que todos vamos a tener un puesto en la UBA." Duro diagnóstico con el que, curiosamente, coincide Del Bello. Quien además admitió que "será muy difícil la inserción en el sector privado para quienes siguieron las ciencias básicas".
Como alternativa, mencionó la Comisión Nacional de Energía Atómica (Conea). Sin embargo, el jefe de Relaciones Públicas de esa entidad, Luis Colángelo, aseguró a La Nacion que, por el momento, no han recibido propuestas por parte de Del Bello.
Como parte de la reestructuración, a fines de octubre se realizará la normalización, para lo que se pedirá a asociaciones y sociedades científicas que propongan listas de nombres para integrarse a la cabeza de esa dependencia, algunos de cuyos miembros acaban de renunciar, disconformes con las reformas del Conicet.
Patentar la vida, un camino
Polémico: el francés Alain Gallochat, del Instituto Pasteur, admitió que la continuidad de la investigación depende en gran medida de las patentes.
Después de una semana de ricos debates, decenas de científicos argentinos y extranjeros se reunirán hoy en el Alvear Palace Hotel para elaborar las conclusiones de la Cumbre Mundial de Decanos y Expertos en Salud y Educación Médica, un importante encuentro que tuvo como eje temático el cuidado la salud ante la explosión del conocimiento.
Los vínculos entre la Universidad, la investigación y la industria farmacéutica, la situación sanitaria frente a los cambios mundiales y el desafío de la enseñanza médica en América latina fueron los tópicos que, en torno de aquel gran tema, congregaron desde el martes a gran cantidad de asistentes locales. Sin embargo -como se comentaba en los pasillos del Alvear-, el plato fuerte fue la presencia simultánea de los doctores Fernando Antezana, subdirector de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Daniel Tosteson, decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard, y Michael Halstead, de la Universidad de Cambridge.
Pero quizá nadie atrajo tanto la atención como el doctor Alain Gallochat, director jurídico del prestigioso Instituto Pasteur de Francia. En diálogo con La Nación, Gallochat se refirió a los problemas que enfrentan actualmente los centros de investigación en todo el mundo.
-¿Usted acepta que se patenten los hallazgos de la genética?
-Lo que voy a decir puede parecer una provocación. Pero ¿qué es un gen humano? Sólo una sustancia química. Desde luego, no faltará quien afirme que es un elemento que además lleva un mensaje específico para el recién nacido. Pero lo que se patenta no es esta información, sino la sustancia química en sí. Unicamente desde este punto de vista creo que se puede patentar la vida.
-Sin duda, un punto de vista sumamente polémico...
-Uno de los grandes problemas en todo el mundo es que, en un futuro cercano, las universidades y los centros de investigación estarán en aprietos económicos, porque cada vez es más difícil conseguir fondos. Se hace necesario buscar dinero fuera del presupuesto de los gobiernos. ¿Y dónde es posible encontrarlo? En las patentes...
-¿Hay otros caminos?
-Claro: suscribir acuerdos de colaboración con la industria farmacéutica. No hay que olvidar que el monto de dinero que los laboratorios invierten en el desarrollo y la comercialización de un producto oscila entre los 100 millones y los 200 millones de dólares. Es mucho, pero pienso que la industria estará dispuesta a gastar tal suma siempre y cuando la investigación cuente con la protección de las patentes.
-¿Y qué sucede con las naciones pobres?
-Bueno, hay un programa de la OMS que hace posible el acceso de los países en desarrollo a ciertas drogas. Pero en el caso de la biotecnología, reconozco que hay grandes dificultades, porque los productos que provienen de ella son más sofisticados y costosos.
-En las condiciones actuales, ¿usted diría que la investigación prescinde de algunos valores éticos en aras de provecho comercial?
-No, en absoluto. Los científicos siempre deben ser cuidadosos con el posible uso de sus propios inventos y creo que ésta es una cuestión clave. A menudo es difícil saber con mucha anticipación el camino que tomará una invención, sobre todo en el campo de la biotecnología. Me viene a la mente esa fotografía de la revista Nature que mostraba al ratón con una oreja humana. Comprendo perfectamente que resultara escandalosa, que se imaginara una futura generación de seres monstruosos. Pero también hay que pensar en el posible objetivo de los científicos que hicieron el experimento. Ellos estaban probando nuevos productos que permitieran recobrar una parte del cuerpo humano y sortearan el rechazo natural del sistema inmunológico. Y esto era muy importante, casi una cuestión de vida o muerte, para bastante gente que necesita nuevos tejidos para sobrevivir. Por eso, creo que conviene trabajar más y más en el campo de la biotecnología con el fin de entender mejor el mecanismo de las enfermedades.
-¿Se refiere a la investigación básica?
-Ya no tiene sentido distinguir entre investigación básica y aplicada. Louis Pasteur, que era un visionario, decía que no había diferencia entre ellas, porque ambas aparecían relacionadas en la naturaleza, en los árboles y los alimentos. Y tenía razón. El objetivo principal de la ciencia es mejorar las condiciones generales de vida.
-Volviendo al caso del ratón con la oreja humana, ¿no cree que, además del fin, importa la forma en que se experimenta?
-Claro, pero la respuesta se encuentra en el corazón de cada científico, en su formación como investigador.
-¿Es posible lograr un común denominador entre las preocupaciones del público y los intereses comerciales?
-Sí. Ni la industria farmacéutica piensa sólo en las ganancias ni nosotros, los investigadores, vivimos del aire. Actualmente estoy tratando de promover en el Instituto Pasteur esta relación entre los científicos y los laboratorios farmacéuticos con el fin de captar recursos.