El cómic como estética de denuncia, según Lichtenstein
El Malba inaugurará mañana una muestra del norteamericano cultor del pop art
"Uno de los peores artistas estadounidenses." Así de lapidaria y directa fue la valoración con la que un reputado crítico de arte de The New York Times juzgó de "anodinas y banales" las apropiaciones del cómic con las que Roy Lichtenstein (1923-1997) introducía el pop art y arremetía, a su vez, contra la influencia del expresionismo abstracto a comienzos de los años 60.
Con las aguas divididas para esa estética ramplona, plagada de clichés, los teóricos del arte, en tanto, celebraban con elogios la ruptura de esa nueva iconografía derivada de los prosaicos productos de la sociedad de consumo.
Casi medio siglo después del surgimiento del pop art de la mano de Rauchemberg, Warhol, Oldenburg, Rosenquist y del propio Roy Lichtenstein, por primera vez en América del Sur la trama íntima de la obra de este último se presenta en el Malba: mañana, a las 19, quedará inaugurada la muestra "Roy Lichtenstein. Vida animada", que podrá visitarse hasta el 7 de agosto.
Con escalas previas en Curitiba y en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro, la exposición, producida en colaboración con la Roy Lichtenstein Foundation, despliega de manera antológica los estudios en papel, desde fines de los años 50 hasta los 90, que el pintor y escultor neoyorquino produjo como bocetos para sus lienzos de gran tamaño.
Dibujos, tintas y collages muestran sus indagaciones en las figuras de Mickey Mouse y el Pato Donald y recorren sus series más destacadas: Brochazos (1965-66), Espejos (1970-1972), Entabladuras (1971-1976), las pinturas surrealistas (1977-1979) y el conjunto inspirado en la historia del arte, a partir de trabajos de Cézanne, Picasso, Monet, Matisse y Mondrian (1962).
Lichtenstein vio en las imágenes emblemáticas del cómic la fuente para representar y parodiar una estética de consumo masivo de la que nunca se apartó en más de 50 años de faena plástica, que dejó una producción de más de 3000 dibujos y collages.
Así, se ven en la muestra explosiones y disparos lanzados por armas de fuego; felinos que amedrentan con el típico ¡Grrrrrrrrrrrr!; atardeceres con el fulgor que dibujan los últimos rayos del sol sobre el horizonte; interiores de livings, y mujeres en situaciones cotidianas que lloran la ausencia de algún amante o que comparten un momento de intimidad con una compañera de cuarto.
Desafiar al canon
"Al retomar el uso de los readymade por los dadaístas, las viñetas de las historietas le sirvieron para hacer todo lo que se suponía que no debía hacerse: representar, como si de una forma mecánica se tratase, una imagen de por sí ya familiar y repetitiva. Esa fue la forma original con la que cuestionó la percepción de lo no artístico", apuntó Natasha Sigmund, la enviada de la Lichtenstein Foundation para montar la muestra en Buenos Aires.
La curadora de la muestra, Lisa Philips, escribió, por su parte, en el catálogo, que "su originalidad radicó en dotar al cliché de una singular fuerza expresiva".
Quizá los trabajos que más llamen la atención de la muestra sean los paisajes de los años 60, cuando el artista explora los juegos ópticos y la percepción al utilizar recortes de papeles Rowlux -una especie de superficie plástica, metalizada y refulgente-, que simula la trama del moirée y que enceguece y marea con su brillo. Otra de las imágenes que impactan corresponde a uno de sus últimos dibujos: "Hombre golpeado por el siglo XXI" (1995), que muestra cómo un objeto no identificado le vuela a un hombre sus anteojos y su sombrero de copa.
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