El CAyC, un mito que renace: una galería de arte rescata su histórica sede
La galería Walden remodeló el edificio del Centro de Arte y Comunicación, que fundó hace medio siglo Jorge Glusberg y que jugó un rol clave para la escena artística regional
Tenía once años cuando montó un "museo" en la terraza de su casa, sobre la calle Cucha Cucha. Bajo un techo, entre precarias paredes, Jorge Glusberg había reunido "una colección geológica del suelo argentino, debidamente clasificada". Así lo recuerda hoy el artista Leopoldo Maler, integrante del célebre Grupo CAyC, impulsado hace cinco décadas por el enérgico gestor/empresario que terminaría el milenio al frente del Museo Nacional de Bellas Artes.
"Detrás de todo esto había un capricho: el de Glusberg. Incansable organizador, metodizador, clasificador y, sobre todo, hacedor", agrega Maler desde República Dominicana, consultado por LA NACION para reconstruir fragmentos de una historia: la del Centro de Arte y Comunicación, institución experimental interdisciplinaria centrada en el concepto de "arte de sistemas". Desde agosto de 1969 –cuando impulsó su primera muestra en la galería Bonino– hasta fines del siglo XX, tuvo un rol clave en el desarrollo del conceptualismo en la Argentina, el empleo de nuevas tecnologías y la internacionalización del arte latinoamericano.
El mito revivirá a mediados de este mes, cuando la galería Walden reabra al público la sede de Viamonte 452. En las inmediaciones del rectorado de la Universidad de Buenos Aires funcionó durante décadas el CAyC desde 1970, cuando tomó la posta del espíritu vanguardista del Instituto Torcuato Di Tella. Era un edificio de tres plantas y paredes pintadas de negro remodelado por los arquitectos Manteola, Sánchez Gómez, Santos, Solsona y Viñoly.
Liderado por Glusberg hasta su muerte, en 2012, el CAyC patrocinó a grandes artistas. Fue el centro de las reuniones semanales del heterogéneo y cambiante Grupo CAyC, llamado inicialmente Grupo de los Trece, que incluyó a Luis F. Benedit, Víctor Grippo, Juan Carlos Romero y Clorindo Testa. Además de ser premiado en 1977 en la Bienal de San Pablo y de representar al país en la Bienal de Venecia en 1986, ganó proyección global a través de muestras realizadas en varios países.
"El aporte del CAyC es clave no solo para ese momento, sino también para las prácticas contemporáneas. Estableció lazos con la escena del arte internacional, entre instituciones y artistas, que continúan hasta hoy", señala Ricardo Ocampo, director de la galería Walden, que representa la obra de Romero, Bedel y Benedit.
"El espacio ofrece una posibilidad muy poética: poner en contexto a varios de nuestros artistas", agrega, en referencia al edificio, que encontró "en un serio estado de abandono y deterioro", y donde funcionó durante años una peluquería. La remodelación fue encargada al estudio Esteban Tannenbaum Arquitectos, que tuvo en cuenta los planos originales para volver a destinarlo a la exhibición de arte contemporáneo.
Con una muestra dedicada a José Luis Landet, se inaugurará primero para coleccionistas VIP, durante la Semana del Arte, y luego abrirá al público. Investigadores y especialistas podrán acceder allí al archivo de la galería relacionado con el CAyC y más adelante, para celebrar los 50 años de la muestra en Bonino –"Arte y cibernética", que reunió a ingenieros y analistas con artistas invitados a resolver obras por computadora– un simposio internacional analizará el legado de esta institución.
Mientras tanto, cinco artistas confirman su valor.
Jacques Bedel: Proyección al mundo
"El CAyC constituyó, ante todo, la posibilidad de proyectar el arte argentino al mundo de un modo que no había tenido lugar hasta entonces. Y todo gracias a un personaje tan irrepetible como controvertido, como fue Glusberg. Tuvo la iniciativa de nuclear a una serie de artistas en lo que primero se llamó Grupo de los Trece, pero en el que cada uno operaba de manera autónoma. Lograba reunirnos cada tanto a todos y trabajar sobre los proyectos y los envíos para exposiciones que iban desde Tokio hasta Reikiavik o Zagreb. Si bien con Jorge hemos tenido algunas agarradas memorables, sería bueno que la sociedad produjera un Glusberg cada tanto".
Leopoldo Maler: La diversidad como filosofía
"Para muchos, el CAyC fue un enigma. ¿Qué unía a más de una docena de creadores con tan distintas expresiones? Creo que Glusberg eligió la diversidad como filosofía de realización: aunar a un chamán (Alfredo Portillos), un alquimista (Víctor Grippo), un minimalista (Jorge González Mir); tres disímiles arquitectos (Bedel, Testa y Benedit), y quien escribe, un artista multidisciplinario. Con esto lograba forzarnos a una actitud sistémica, con puntos en común de expresiones tan opuestas".
Horacio Zabala: Poéticas propias
"Desde las vanguardias históricas, la experimentación en las artes se basa en un desvío de las normas y de las prácticas artísticas convencionales. Creo que si el Grupo de los Trece persistió activo varios años se debió a que sus propuestas experimentales fomentaban que cada artista tuviese su particular campo de investigación y su manera de hacer. Es decir, su propia poética".
Luis Pazos: Libertad absoluta
"Para mí, el CAyC fue la posibilidad de estar en el mundo. Pude producir una performance colectiva que hoy figura en los catálogos internacionales. Aprendí la importancia de la discusión a la hora de presentar la obra y que ser artista es entender y transmitir lo que pasa en el tiempo que nos tocó vivir. Me permitió reflexionar sobre la condición social, política, económica y hasta religiosa del hombre argentino. Ejercí la libertad absoluta a la hora de crear".
Carlos Ginzburg: Más que un cuadro en la pared
"Mi experiencia en el CAyC fue muy fecunda en la constitución de mi concepción del arte como algo que no se limita a un cuadro colgado en la pared. Glusberg me propuso presentarle un proyecto para una expo que organizaba en 1970 en la Plaza Rubén Darío. En octubre de 2018 fui invitado a realizar una intervención ecológica en el gigantesco bosque de Berlín. En el catálogo figuraban los documentos de aquella obra realizada en Buenos Aires, que consistió en labelizar los árboles de la plaza. ¡Gracias Jorge Glusberg!".
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