El calor político se siente en una bienal de San Pablo dedicada a la incertidumbre
Hasta fin de año, el encuentro de arte mirará el medio ambiente, la desigualdad y la violencia como materia creativa; participa obra de tres argentinos
SAN PABLO.- "Incertidumbre viva." Con ese título, la 32» Bienal de San Pablo, que abre sus puertas hoy, pretendía reflexionar sobre los grandes problemas de nuestro mundo a través del arte contemporáneo. Pero al inaugurarse justo una semana después del impeachment a Dilma Rousseff y la confirmación de Michel Temer como presidente, la exposición no pudo escapar al convulsionado ambiente político que vive Brasil.
"En su discurso, el presidente Temer declaró que la incertidumbre se había acabado. Pero nosotros queremos hablar de la incertidumbre, pensar juntos sobre las actuales condiciones de vida y el arte. Queremos discutir las incertidumbres que tenemos, las formas de vivir con lo desconocido, aunque tal vez sea necesario desvincular la incertidumbre del miedo", apuntó el alemán Jochen Volz, curador principal de esta edición de la muestra paulistana, durante una conferencia de prensa que pocos minutos más tarde sería interrumpida por un grupo de artistas con cánticos en contra del nuevo gobierno brasileño que asumió tras la destitución de Rousseff.
"¡Golpistas! ¡Fascistas! ¡No pasarán!", "¡Fuera Temer!", "¡Elecciones directas ya!", se leía en las remeras blancas y negras que vistió el ruidoso grupo de manifestantes para protestar en medio de esta bienal creada en 1951, la segunda más antigua del mundo después de la de Venecia (1895).
"Esto es apenas el inicio?", cerró la conferencia con una sonrisa pícara Volz -responsable de los programas de la Serpentine Gallery de Londres y del Instituto Inhotim-, sentado junto a un equipo internacional de cocuradores integrado por Julia Rebouças (Brasil), Gabi Ngcobo (Sudáfrica), Sofía Olascoaga (México) y Lars Bang Larsen (Dinamarca). Así, hasta el 11 de diciembre, el Pabellón Ciccillo Matarazzo -diseñado por Oscar Niemeyer, en el corazón del Parque Ibirapuera- promete ser una usina de agitación y resistencia, además de reflexión sobre la "incertidumbre viva".
Preocupaciones de hoy
Desde que hace 10 años abandonó su organización en pabellones nacionales, la Bienal de San Pablo se estructura a través de conceptos abarcativos, "como un jardín en que temas e ideas se entrelazan libremente, en diálogos", como lo describió Volz al citar las centrales cuestiones tratadas: el impacto ecológico de los seres humanos en nuestro planeta, la inestabilidad política y económica, las desigualdades y las injusticias sociales, la violencia, el sexo, los movimientos migratorios y la discriminación. En esta edición, están expuestas 340 obras (un 70% de ellas realizadas especialmente para esta exposición) de 81 artistas y colectivos (¡por primera vez con mayoría de mujeres!) provenientes de 33 países, entre ellos los argentinos Cecilia Bengolea (1979), Eduardo Navarro (1979) y Víctor Grippo (1936-2002).
La preocupación por el medioambiente es uno de los ejes primordiales de la bienal, tanto que hasta el restaurante del Pabellón ofrece sólo comidas y bebidas orgánicas, producidas de manera sustentable, en una instalación artístico-funcional bautizada "Restauro", concebida por el brasileño Jorge Menna Barreto.
A través de collages de fotos aéreas, dibujos y artefactos, la colombiano-británica Carolina Caycedo analiza las heridas que dejan en la Tierra y en las comunidades indígenas las grandes represas hidroeléctricas, mientras que los lituanos Nomeda y Gedeminas Urbonas examinan los procesos botánicos mediante un laboratorio de hongos, y, con dos obras históricas de los años 70's (Analogía I y Naturalizar al hombre, humanizar a la naturaleza), compuestas por papas en descomposición, el argentino Grippo recuerda no menospreciar la energía creadora de ningún ser vivo y sus transformaciones físicas.
En tanto, la interacción con el parque circundante está presente en obras afuera del Pabellón, como la instalación Arrogation, una pista de skate fosforescente de la surcoreana Koo Jeong A, o en el Espejo Sonoro del porteño Eduardo Navarro, una instalación site-specific que semeja una suerte de gigantesco fonógrafo frente a una palmera, conectado por un caño que lleva el sonido de sus hojas hasta el interior del edificio.
"Frente a toda esa idea de tratar de comunicarnos con la naturaleza, pensé que lo mejor era escuchar a las plantas en vez de hablar sobre ellas; abrirle a la palmera la posibilidad de expresar sus misterios para que la gente pueda sentir una empatía con ella", explicó a LA NACION Navarro, quien ya había participado en la 29» Bienal de San Pablo, en 2010. "Me gusta hacer una obra para un evento en el que muchos otros artistas también participan en simultáneo; después la obra queda dentro de una suerte de caldo de ideas que es mucho más interesante que una exposición individual, una bienal genera nuevas fuentes de inspiración para mí", agregó.
La coreógrafa, bailarina y "performer" argentina Cecilia Bengolea -instalada en París- no pudo venir para la bienal, pero su video "El sueño de Bombom", en colaboración con el británico Jeremy Deller, se zambulle en el fenómeno de los bailes pop de Jamaica y sus lazos con el contexto político-económico y la sexualidad actual.
Varios artistas indagan sobre los primitivos modos de vida y cultura comparándolos con los contemporáneos, como la brasileña Lais Myrrha, que levantó dos enormes torres en el centro del Pabellón, una construida por barro y paja, la otra con cemento y ladrillos (Dos pesos, dos medidas), o la alemana Hito Steyerl, cuya instalación Hell Yeah We Fuck Die gira alrededor de las cinco palabras más populares de las canciones en inglés de la última década.
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