El cadáver de Facundo Quiroga, de pie, otro capítulo de la mitología nacional
"El general Quiroga va en coche al muere". Así comienza el famoso poema de Jorge Luís Borges sobre una de los crímenes más comentados de nuestra historia. El asesinato de uno de los hombres más poderosos del país, abrió las posibilidades a Juan Manuel de Rosas de gobernar con la suma del poder público, circunstancia que creó suspicacias. Hasta el hijo de Facundo creía que Rosas era el instigador.
El cadáver del caudillo ingresó a la mitología nacional, que en nuestro caso está rodeada de una buena dosis de necrolatría: el general Quiroga fue enterrado de pie. Esta era la leyenda que se transmitió de boca en boca por años.
Sarmiento había consagrado a Quiroga como el paradigma del bárbaro, aunque el Tigre de los Llanos hablase de Constitución y organización nacional. ¿Acaso fue ésta la causa de su muerte? ¿Fue Rosas quien instigó su asesinato para no competir por el poder con el riojano? ¿O fueron los hermanos Reinafé quienes pusieron fin a sus días, por odio, por miedo o por venganza?
Lo único cierto, es que Facundo ingresó al imaginario popular con ese poder tan particular de los muertos famosos, como señalaba Sigmund Freud.
Quiroga va al muere en coche, porque el Tigre de los Llanos estaba minado por el reuma; le era imposible hacer el viaje encomendado para pacificar el Norte a caballo. Rosas había puesto a su disposición este carruaje, donde encontró la muerte en un paraje perdido de Córdoba, llamado Barranca Yaco.
En el caso del general Quiroga, quiere la leyenda concederle la arrogancia de presentarse de pie ante el Creador. ¿Qué hay de cierto en esta afirmación? Pues, esta pregunta me la formuló hace años, el arquitecto Daniel Schavelzon, quien con Jorge Alfonsín estaban dispuestos a profundizar en el tema. Al entrar a la bóveda familiar en el Cementerio de la Recoleta, no había ningún ataúd de pie y menos aún, uno que llevase el nombre de Facundo Quiroga. ¿Dónde se escondía el Tigre de los Llanos?
El misterio comienza al momento de su homicidio, cuando el cadáver fue llevado a Sinsacate, dónde lo examina el doctor Enrique Mackey Gordon para dar fe de la causa de su muerte. Quiroga había recibido un disparo en el ojo izquierdo y fue "despenado" (es decir, degollado) para asegurarse que estaba muerto. El doctor lavó su cuerpo con vinagre y lo espolvoreó con cal, ya que, por el lugar y el calor, sus restos habían entrado en descomposición.
De Sinsacate fue trasladado a la ciudad de Córdoba y enterrado en el Cementerio de los canónigos de la Catedral de Córdoba (esta necrópolis ha desaparecido).
Al año de su fallecimiento, su esposa pidió el traslado del cuerpo de su marido a Buenos Aires, donde vivía la familia Quiroga. Hacia allá fueron enviadas sus "cenizas" (sic) en una urna de plomo. Esta urna fue recibida en la Iglesia de San José de Flores y de allí conducida a la Iglesia de San Francisco por el camino que se llamó de Facundo Quiroga, y que hoy es la Avenida Rivadavia.
Después de unos meses en San Francisco (donde existía un gran enterratorio subterráneo), los restos del general (¿cenizas? ¿huesos?) fueron llevados al sepulcro de la familia en Recoleta. Probablemente, haya sido sepultado en espera a la bóveda que construyó el yerno de Quiroga, el barón Demarchi. Éste le encomendó a su amigo, el escultor Antonio Tartadini, la obra que coronó la construcción conocida como La Dolorosa; que no es una virgen, sino la imagen de la Sra. Fernández de Quiroga, transida por el dolor de esta pérdida. Dicen que, a la muerte de Rosas en 1877, una turba se dirigió al cementerio e intentó derribar este monumento, con poca suerte. Solo lesionaron el mentón de la obra del escultor italiano.
Aquí comienza la leyenda del caudillo enterrado de pie, sosteniendo una espada entre sus manos (que al parecer conservaba durante su primera sepultura en Sinsacate, una circunstancia extraña, ya que, al ser hallado el cadáver, estaba casi desnudo y sus asesinos habían robado todas sus pertenencias).
¿Por qué poner de pie un ataúd que solo contenía cenizas y algún hueso, en el mejor de los casos?
Al parecer, esta era una costumbre castellana. En el mismo cementerio de la Recoleta hay algunas bóvedas coetáneas a la de Facundo (como la de los Anchorena), donde los ataúdes están de pie. Dicen que así se procedía para que el caballero se presentase de pie ante el Creador. ¿Soberbia, orgullo, o una exaltación de su condición?
Lo cierto es que cuando con el arquitecto Schavelzon y el Sr. Alfonsín ingresamos a la bóveda familiar, no hallamos ningún ataúd de pie, y ninguno con el nombre de Quiroga, ni el de su mujer, ni el del general Ruiz Huidobro (amigo y consuegro que había expresado el deseo de ser enterrado junto a su amigo).
¿Dónde se escondía el Tigre? Después de un estudio meticuloso, se detectó que una de las paredes de la bóveda estaba hueca. Con el debido permiso, el 9 de diciembre de 2005, se logró abrir un orificio en la pared, tras la que se descubrió un féretro verde, de un material similar al bronce (no se pudo precisar qué metal era). El ataúd estaba de pie. Facundo (si es que su cuerpo allí se encontraba) estaba de pie.
No nos fue permitido abrir tal féretro para confirmar la identidad del general Quiroga, o de su esposa… No había registros de esta construcción que se sospecha se realizó durante la última remodelación de la bóveda alrededor de 1930, aunque un descendiente de Quiroga, entrado en años, afirmó haber visto este peculiar ataúd yacente alguna vez en su infancia.
La familia decidió no continuar con la investigación. La pared fue derribada y el ataúd depositado sobre una mesada de la bóveda.
Desconocemos las razones y quién dispuso que el ataúd de Quiroga debía estar en esa posición, aludiendo a una supuesta voluntad testamentaria. Lo único que hoy sabemos es que Quiroga ha dejado de estar de pie.