El asombroso caso de “Salvator Mundi”: nuevas revelaciones sobre el cuadro más caro del mundo
Un documental que emite mañana la televisión francesa cuenta que la obra estuvo en secreto en el Louvre para su estudio; el veredicto: Leonardo Da Vinci solo contribuyó en la pintura
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PARIS.– Desde 2018, el Estado francés sabe que Salvator Mundi, el cuadro más caro de la historia, comprado por el príncipe heredero de Arabia Saudita, no fue pintado por Leonardo da Vinci. Tras dos años de investigación, un documental que será difundido mañana en la televisión francesa revela los detalles de una increíble aventura.
Mohamed Ben Salmane, príncipe heredero de Arabia Saudita, es conocido por no tener límites para muchas cosas. Pero, sobre todo, por no mirar cuánto gasta. En 2015 compró en Francia la propiedad más cara del mundo, el castillo high tech de Louveciennes, en las afueras de París, por 275 millones de euros. También compró un gigantesco yate, el “Serene”, que no es el más caro del mundo, pero cuesta 458 millones de dólares.
Uno de sus allegados califica esa obsesión de “compras de prestigio”. Por eso, en 2017, pocos meses después de haber llegado al poder, MBS -como lo llaman todos- adquirió anónimamente el Salvator Mundi, una pintura de Jesús presentada en Nueva York por Christie’s como una obra de Leonardo da Vinci.
La venta quedó en la memoria porque el príncipe, oculto detrás de una serie de intermediarios, aumentaba la apuesta de a 20 millones, hasta llegar a la escandalosa suma de 450 millones de dólares y convirtiendo así a ese cuadro en la obra más cara de la historia vendida en una subasta.
Poco se sabe del Salvator Mundi. Se cree que figuró en la colección de arte del rey Carlos I de Inglaterra, antes de ser subastado en Londres a fines del siglo XVIII. La pintura resurgió a comienzos del siglo XX en la colección de un lord amateur de arte, sir Francis Cook. En 1958, un estadounidense visitó Londres y lo compró por 45 dólares.
Siempre fue presentado como la copia tardía de una pintura de Boltraffio, discípulo de Da Vinci. Treinta años más tarde lo heredó un cierto Basil Hendry Sr., industrial de Baton Rouge, Luisiana, donde quedó colgado en una escalera hasta su muerte, incluso cuando una empleada de Christie’s, enviada a evaluar los objetos de arte, le pasó al lado comentando con indiferencia “It’s not for me” (no es para mí).
Salvator Mundi será mañana el tema de un documental del realizador Antoine Vitkine, El asombroso caso del último Da Vinci. Fruto de una investigación de dos años, revela los detalles de una historia increíble.
En 2005, un modesto marchand d’art, Robert Simon, descubrió el cuadro en Luisiana y lo compró por 1.175 dólares. Amante del arte italiano, reconoció de inmediato la composición y el tema de la obra. El Salvator Mundi, que con su mano derecha bendice y en su mano izquierda sosteniendo un globo, era una representación muy común en el Renacimiento. Tiziano, El Greco, Dürer lo pintaron, al igual que varios asistentes de Da Vinci. El atelier del inimitable maestro italiano produjo numerosos estudios preparatorios, tantos, que muchos especialistas han especulado sobre la existencia de un modelo, realizado por el propio Da Vinci.
Sin atreverse a pensar en Da Vinci, Simon estaba seguro de su antigüedad. Por eso lo confió a su amiga Dianne Modestini, conocida restauradora norteamericana que retiró el barniz y los agregados para acceder a la imagen original o, al menos, a lo que quedaba. Tras dos años de trabajo, Modestini tuvo la certeza de que se trataba de un auténtico Da Vinci y convenció a Simon de que era el propietario de una obra invalorable. Desde entonces, a pesar de las constantes dudas sobre su autenticidad, esa imagen, dos veces sagrada -por su tema y por su autor- haría perder la razón a quienes la miraban, llevando a un príncipe saudita, víctima de vaya uno a saber qué fiebre, a comprarla diez años después convencido de estar comprando la historia.
¿Gesto diplomático agresivo de un soberano apenas llegado al poder que quiere impresionar al mundo con su magnificencia? En todo caso, pocos días después, el deseado anonimato estalló en pedazos cuando dos periódicos norteamericanos revelaron la identidad del comprador. Presionado por su entorno por numerosas razones de política interna, negando siempre ser el propietario, MBS lo confió rápidamente al Louvre de Abu Dhabi, que programó una exposición para 2018. Pero a las críticas se sumaron las crecientes dudas de especialistas de arte sobre su autenticidad. Para muchos, el príncipe había pagado 450 millones de dólares por algo que no valía gran cosa.
“Para ellos, no era el monarca dominador capaz de comprarse los tesoros del Viejo Continente. Era un inculto, un vulgar, que se había hecho engañar como un simple nuevo rico”, explica Vitkine.
Pero el cuadro tenía un certificado importante: en 2010, la National Gallery de Londres había decidido exponer la obra presentándola como The lost Leonardo (el Leonardo perdido) y describiéndola como autógrafa, reconocida así por la comunidad de expertos. La verdad estaba lejos de ser esa: de los cinco expertos internacionales que la habían estudiado en la capital británica, solo uno, Martin Kemp, profesor emérito de Oxford y célebre “leonardista” había dado su aprobación.
Una historia plagada de misterios millonarios
En 2013, el Salvator Mundi fue comprado por 127,5 millones de dólares por el oligarca ruso Dimitri Rybolovlev, instalado en Mónaco. En 2017, furioso al descubrir por la prensa que el cuadro no valía más de unos 80 millones, decidió ponerlo en venta. Christie’s se hizo cargo en Nueva York y para ello lo presentó como “enteramente pintado por Leonardo” con el nombre The last Leonardo (El último Leonardo).
Un año más tarde, MBS fue recibido en París por el presidente Emmanuel Macron para firmar acuerdos comerciales por un valor de entre 15.000 y 18.000 millones de euros. Según fuentes francesas, el Salvator Mundi figuraba en las discusiones. Los sauditas pidieron a Francia hacer un peritaje en el más absoluto secreto. Fue así como el cuadro llegó en junio al C2RMF, el mejor laboratorio del mundo destinado al análisis de obras de arte, situado en el subsuelo del Museo del Louvre.
“La pintura permaneció tres meses en el Louvre, pasando por todas las máquinas, radiografías y análisis imaginables”, afirma uno de los expertos de la institución a Vitkine. En septiembre cayó el veredicto: “Leonardo solo contribuyó en la realización de la obra. No hay duda posible. Solo los sauditas fueron informados”, asegura Chris Dercon, presidente de la Reunión de Museos Nacionales de Francia.
Pocos días después, Salvator Mundi desaparecía de la circulación. Para MBS, la única forma de evitar la humillación mundial sería exponerlo en la gigantesca muestra por los 500 años de Leonardo que el Louvre preparaba para 2019. Pero las exigencias del príncipe tomarían a todos por sorpresa: “Su pedido era claro: exponer el cuadro junto a La Gioconda y presentarlo como un Da Vinci 100% . Una solicitud desmesurada, acompañada de todo tipo de promesas, que hubiera significado blanquear 450 millones de dólares”, relata una fuente en el documental.
Poco antes de la inauguración de la exposición, mientras el mundo entero se preguntaba si el Salvator Mundi vendría a París o no, el expediente aterrizó en el despacho de Emmanuel Macron quien decidió no aceptar las exigencias sauditas y dejar que el Louvre y el ministerio de Cultura fijaran sus condiciones.
MBS terminó negándose a prestar la obra, que nunca más apareció. Hay quienes dicen que se encuentra a bordo del “Serene”, otros que duerme en la caja fuerte de un banco o de un puerto franco. Como sea, la pintura no vale hoy más de una veintena de millones de dólares y pocos son los que se atreven a afirmar la autoría de Leonardo.
Hasta el mismo Martin Kemp reconoce que tal vez fue “demasiado afirmativo”. “Aunque, si me equivoqué, no provoqué la muerte de nadie. Alguien perdió mucho dinero, es verdad. Pero, en fin…”, sonríe en el filme, demasiado enamorado de Leonardo como para tener pena de ese príncipe árabe incapaz de comprender las sutilezas del mercado del arte.
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