El asesinato de las flores
La furia creadora de Julieta Escardó se revela en la serie de fotografías que exhibe la galería Meridion, un espacio dedicado a la experimentación y el riesgo
Quién no sucumbió alguna vez a una tristeza dulce y reflexiva al contemplar el marchitamiento de una flor. Primero blando y luego fijo en una pose rígida, el desmayo de las flores constituye una especie de oda a la fugacidad de la belleza. Verlas cabizbajas, comprimidas, cerrando sus colores antes plenos sobre un corazón arrugado puede llegar a desesperarnos. Algunos espíritus negadores eligen la sobrevida, aunque implique la extensión de una agonía algo rígida: aplastarlas dentro de un libro donde harán las veces de señalador o recordatorio ocre de un gesto amoroso, o colgarlas del techo cual suicidas involuntarias para que conserven la forma, aunque ya no la gracia. En sintonía parecida, no hay que olvidar el caso de los cuadros compuestos con flores secas que, más que arte decorativo, es un sofisticado arte de humor negro. Pero si nos rebelásemos, no contra la muerte sino contra las formas que la muerte elige para escabullirnos del mundo que conocemos, entonces veríamos claramente que podemos tener cierta cuota de protagonismo en el proceso. Podemos alterar los tiempos. Podemos adelantarnos: asesinar flores y evitarles la vejez. Dylan Thomas recomendaba: "No entres con tranquilidad en esta buena noche./ La vejez debería arder de furia al caer el día;/ rabia, rabia contra la muerte de la luz".
Luego de un tiempo de anclar su mirada en escenas que evocan un devenir de tipo más melancólico, visible en trabajos como Perras Lunas (serie de fotografías tomadas entre 1996 y 2002, Ediciones La Luminosa, 2011), Julieta Escardó (Buenos Aires, 1970) torció su camino y su velocidad, como quien viene avanzando en una ruta con un profundo sopor adosado al capó del auto y el propio cansancio la conduce al arrebato: virar bruscamente en la encrucijada, recorrer una ruta nueva con el pie clavado a fondo en el acelerador y la adrenalina emborrachando el corazón. El resultado de estos viajes, aunque sería más apropiado decir excursiones al campo de batalla, se muestra por estos días en Meridion, galería ubicada en el barrio de Montserrat, cuya directora, Florencia Cillo, ofrece un amplio espacio a la experimentación y el riesgo, con una prudente distancia de las modas de turno.
En estas paredes estallan las flores de Julieta Escardó. Estallar no es un decir metafórico. Ella va al campo, arma trincheras, se tira al piso con su cámara como un arma y activa un estudiado andamiaje pirotécnico para hacer volar flores por los aires. La explosión es seca. No hay fuego. Sólo polvo flotando y pedazos de cuerpos de flores, restos de tallos, pasto, atmósfera, cielo. El estallido de las flores es el último estertor de una tierra que ha sido arrasada, el eco de un apocalipsis que ya tuvo lugar. Si hubiera fuego, tal vez pensaríamos en escenas de pasaje, algo así como una cremación en vida, pero el instante que provoca y capta Escardó no admite transición conciliatoria. No es un ritual. Dejando de lado la eutanasia, pues las flores en cuestión todavía están rozagantes, ¿hablaríamos quizá de asesinato? Probablemente. Pero es en defensa propia: "Te mato antes de que vos me mates de pena".
El título de la muestra, Nada que temer , invita a pensar en la valentía, no la del que va a hacer algo temerario por primera vez, sino la valentía póstuma del que ya ha perdido mucho y ha quedado anestesiado después de tanto ejercicio, sin miedo a perder nada más.
Intercaladas entre las explosiones, presencias animales ofician de testigos o espías. Un pájaro, un zorro, un cuerpo esférico de cisne. Expectantes, saben algo que su lenguaje gutural no será capaz de comunicarnos. Sólo queda esperar: todo secreto escondido durante demasiado tiempo sale a la superficie en forma de erupción violenta.
Mientras tanto aquí estamos, mirando varios pajaritos volando en pedazos en la última y más grande foto de Julieta Escardó, como una advertencia de que todavía se puede ir un poco más lejos en la vertiginosa ruta de la furia creadora.
Ficha. Nada que temer , fotografías de Julieta Escardó en la galería Meridion (Chile 1331), hasta el 17 de diciembre