Si hay algo más conmovedor que alguien nos cuente un secreto en voz baja es que nos susurren un poema al oído. El efecto es mágico: el poder de la poesía se potencia en ese acto de intimidad que implica la acción de susurrar. Para que la experiencia sea posible solo se necesita unos versos, dos personas y un tubo de cartón que dirige la voz y amplifica el sonido de la palabra. Difundida en Europa y América latina por la compañía Les Souffleurs Commandos Poétiques, la movida de "susurrantes" y "susurradores" se extendió por el país como recurso artístico y pedagógico en escuelas, bibliotecas, festivales literarios y espacios públicos.
En Buenos Aires hay grupos que hacen performances en centros culturales como el Ecunhi y el Espacio Cultural de la Biblioteca del Congreso de la Nación, donde pasado mañana habrá susurradores en el festival T Leo Veo. En Córdoba, la precursora de esta acción poética fue Celeste Agüero, que comenzó a divulgar la modalidad en talleres de la Biblioteca Popular Alfonsina Storni en 2009. Allí nació el primer grupo del país, ColorSusurro. En los últimos años, Agüero llevó el recurso al País Vasco, donde forma a narradores.
Pero fue Mirta Colángelo, educadora por el arte fallecida en 2012, quien dio forma teórica a esta práctica. En el libro De susurros y susurradores (Comunicarte), Colángelo cuenta que desde que descubrió al grupo francés Les Souffleurs, en 2007, gracias a su amigo, el autor e ilustrador Juan Lima, ya no pudo volver atrás. "La noticia me deslumbró. La idea de susurrar poesía se instaló en mí. Decidí probar. Me fabriqué un susurrador con un tubo que pedí en una tienda y lo pinté de negro. Yo misma me vestí de negro y salí, expectante, a susurrar en la inauguración de una muestra en el Museo de Arte Contemporáneo de Bahía Blanca. Había mucha gente. Les susurré a unas sesenta personas poemas breves. Sin explicaciones: aparición y desaparición, como sugerían los franceses. Con espontaneidad, sin decidir de antemano qué poema elegir para cada uno, me dejé llevar por el que me sugería el rostro del que iba a susurrarle. Y sucedió que algunos se emocionaron. Que todos agradecían. Cuando salí del museo ya me sabía irremediablemente destinada a no abandonar esa práctica jamás".
Surgidos en París en 2001, Les Souffleurs se definen como artistas poetas. En 2016 recorrieron el país durante cuatro semanas e hicieron veinte intervenciones callejeras en quince ciudades. En sus performances fusionan baile, teatro, circo y poesía. Los susurrantes argentinos le aportaron al movimiento global un toque local y artesanal: talleres de construcción de tubos susurradores, de cartón duro, de un metro de largo, como mínimo, intervenidos con dibujos y pinturas. También, el concepto PUP (Pequeño Universo Portátil): un paraguas decorado bajo el cual se narran historias y se recitan poemas a unos pocos participantes.
"Comencé a susurrar hace diez años, a mis 21, poco después de conocer a Colángelo, la gran maestra del susurro en la Argentina, en un encuentro de mediadores de lectura en 2008. El susurro comenzó a tomar vuelo por todo el país de la mano de esta gran difusora de la poesía y de la educación por el arte", cuenta Celeste Agüero, la susurradora "oficial" del programa Susurro y Altavoz, que conduce la poeta y editora Ruth Kaufman por Canal Encuentro. Unica producción de América latina nominada al Japan Prize en la categoría Jóvenes (cuyo ganador se anuncia el 9 de noviembre), Susurro y Altavoz refleja los talleres de lecturas y creación de poesía para jóvenes que dicta Kaufman hace varios años. También, recoge la experiencia de "Altavoz, poesía parlante", una performance poética callejera que la escritora llevó adelante en Uuguay.
Para Agüero y otras susurradoras, la gran misión de esta práctica es "difundir la poesía, llevarla a lugares donde parece no habitar, utilizar el susurrador como herramienta para acercar a jóvenes y niños a la poesía, promover la memoria poética. La poesía a través del susurro pone en escena distintas zonas del movimiento, algunas más visibles que otras, algunas más sonoras y otras no tanto. Es comunicar esas sensaciones del movimiento de la vida, a través de la palabra de poetas que nos conmueven, que nos tocan, que hablan con voz y silencio. Como decía Mirta, el susurro es una forma de mediar poesía".
Kaufman invitó a Agüero a participar de la primera temporada de su programa y con ella llegaron jóvenes que susurran en grupo: así, llevan la acción a un nivel colectivo que genera una intensidad inexplicable. "Celeste hace de esta actividad un arte, un mundo. Con Fernanda Rotondaro, directora de Encuentro, nos gustó que en el programa estuvieran presentes dos modos opuestos de difundir la poesía: el susurro y el altavoz, la comunicación íntima y la lectura en voz alta en el espacio urbano, un poco de prepo, como hacen esos autos en los pueblos que anuncian publicidades con altavoces".
Agüero y su grupo sacaron los susurradores a la calle: "Compartimos actividades poéticas inolvidables en intervenciones callejeras: paradas de colectivos, escuelas, la cárcel, el boliche, la radio, la universidad, las plazas, los tribunales, las marchas y hasta en casamientos. Susurramos a Juan Gelman, Olga Orozco, Hamlet Lima Quintana, Paco Urondo, Clarice Lispector, Arnaldo Calveyra. Para niños, susurramos a Laura Devetach, María Elena Walsh, Javier Villafañe, entre tantos otros. Por lo general los poemas elegidos son breves, pero en tertulias y en la radio hemos susurrado algunos largos como Los amorosos, de Jaime Sabines".
Los susurrantes llegaron al Ecunhi a través de distintas docentes y narradoras. "Diana Tarnokfy y Paula Martín comenzaron hace años con susurradas para chicos en el Festival Roldán; y yo con alumnos de narración oral. La idea del susurrador para compartir poesía se multiplica, fuera y dentro de nuestro espacio. Los Susurrantes Solidarios nacen en enero de 2016, cuando se propone una susurrada en la plaza de la Redonda de Belgrano para abrazar al Ecunhi", explica Gimena Blixen, del elenco estable.
En el Festival María Elena Walsh, en noviembre, habrá una susurrada y un taller para que los chicos creen su propio susurrador. Este año, en el Festival Gustavo Roldán, los Susurrantes Solidarios rindieron homenaje a Roldán y a Liliana Bodoc. Como recuerda Blixen, "la mirada de Laura Devetach mientras le susurraba un fragmento de Dragón, me hizo estremecer el alma".
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