El arte sacro reconquista la escena porteña con lenguaje contemporáneo: ¿qué es “el paraíso” en el mundo de hoy?
Una buena pregunta para empezar a recorrer la muestra de la bienal que abrió ayer en el Centro Cultural Recoleta
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Dos obras que reciben al visitante abren una puerta a la naturaleza. Una imagen digital titulada Edén, con la imagen de un jardín cubierto por enredaderas verdes muy frondosas atravesadas por una luz cálida, de la fotógrafa y paisajista Ángela Copello, se apropia del espacio generando una atmósfera de calma y silencio. Por otra parte, cuadros de naturaleza muerta que combinan acuarela, pájaros y mariposas, de la serie Paraíso, de Zoe Di Rienzo, plantean una tensión entre lo natural y lo artificial. Así, el Edén y el Paraíso, abren la XIII Bienal de Arte Sacro -Contemporáneo, en esta edición-, que regresó esta semana después de diez años de ausencia, con la dirección de María Pimentel, y el apoyo de la fundación Vetrano, la fundación La Santa Faz y Mecenazgo de la Ciudad de Buenos Aires. ¿Qué significa el paraíso en el mundo de hoy? es una buena pregunta para empezar.
La elección del espacio no es casual. Las salas 3, 4 y 5 del Centro Cultural Recoleta, donde se realiza la exposición, fueron antiguamente parte del convento de los Recoletos. “Lo que da el carácter sacro a una obra es que se la pueda exhibir en un espacio sagrado”, explica Pimentel a LA NACION. Aquí podrán verse, hasta el 17 de septiembre, 47 de las más de 500 obras postuladas al concurso. Cada una en relación con la siguiente, traman un guion de historias y reflexiones acerca de lo sagrado en el ser humano y su conexión con la trascendencia. “Buscamos hablar de la belleza para que el hombre vuelva a conectarse con algo infinito”, comenta el padre Eduardo Pérez del Lago, presidente y fundador de la fundación La Santa Faz.
El arte sacro existe desde los orígenes de la humanidad. “Es un fenómeno de todos los tiempos: es prehistórico, histórico y pospandémico”, reflexiona la artista e investigadora Teresa Pereda, miembro del jurado de premiación en este concurso, junto con Ángel Navarro y Ana María Battistozzi. En cada pueblo, el arte ha sido vehículo entre el ser humano y el más allá. Con el cristianismo, se desplegó en Occidente un repertorio de imágenes que volvió visual el contenido de la Biblia. Hasta el Renacimiento, las obras eran anónimas y objeto de culto, y lo sacro dominaba la escena artística. Pero con este movimiento centrado en el hombre, el artista adquiere protagonismo y las temáticas profanas, preponderancia. El simbolismo metafísico se debilita, y el artista se vuelca a la representación del mundo sensible. Con el Modernismo, el arte se convierte en su propio tema y la reflexión se centra en las condiciones de la representación, explicaría Arthur Danto. Llegan Van Gogh, Gauguin, Cézanne, las vanguardias de principios de siglo XX y hacia los años 50, en plena posguerra, emerge el arte contemporáneo expandiendo los límites de la posibilidad artística.
“En general las obras en la exhibición presentan problematizaciones con lo que serían las lecturas lineales de los credos. Todas tienen un guiño, una inquietud, una pregunta abierta, que convoca incluso a la duda. La muestra es un canto poético a la interioridad”, señala Pereda. “Esta bienal nos trae un pasado renovado; una mirada nueva con muchas preguntas en torno a lo que hoy se considera lo sacro, lo religioso, y a la fe”, agrega el artista Carlos Fernando Herrera, del jurado de selección de obras, junto al artista y curador Raúl Flores y la profesora e investigadora Ofelia Manzi.
Un camino espiritual
El lenguaje abstracto, geométrico y arquitectónico organiza la primera sala. Evocación al infinito, de María Ester Joao, en hilos blancos sobre tela blanca dibuja una estrella de formas geométricas que se expanden, mientras una luz descendente la ilumina. Parece un Santísimo Sacramento en la adoración.
A su lado, un óleo sin título de Andrés Arzuaga se concibe “(…) como un dispositivo, una superficie en potencia a la que no le ha llegado el momento aún, donde dentro está todo, dentro hay nada”, se lee en el texto del QR que acompaña cada pieza.
Lugar místico, de Alejandro Gigli, construye una geometría arquitectónica con forma de cáliz, que, entre recovecos y el horizonte, espacios que transportas al espectador a otras realidades y al misterio, “¿Qué hay más allá? ¿Qué habla el silencio?”, se pregunta.
Gilda Picabea representa en un óleo abstracto la Piedad de Miguel Ángel. Es una imagen roja, unidimensional, con algunas geometrías que resultan de una fotografía tomada a esta obra centenaria.
Al final de esta sala, se levanta una escultura de madera de un árbol caído titulada Un bosque en ruina de Juan Rey, como si fuera una ventana que deja pasar la luz entre sus espacios calados plasmando a su vez el contraste de su propia sombra sobre la pared. “¿No saben que ustedes son templo y que el Espíritu habita en ustedes?, se pregunta Rey.
En el siguiente espacio aparecen temáticas tal vez más ligadas al Evangelio. Hay, por ejemplo, un registro fotográfico a la intervención de Carlos Ginzburg sobre La cruz de Santa Ana en Misiones o escenas del vía crucis sobre retablos de madera en Mil muertes mil vidas, de Mario Vidal. La simbología cristiana también se evidencia con elementos contemporáneos. Como en la obra de Amaya Bouquet, Personal Jesús, que retrata su propia versión de Cristo por medio de una composición de espinas, lágrimas y una aureola dorada, evocando el logo de la marca Versace.
En el último tramo predominan imágenes sobre la Virgen María y lo femenino. La Tonantzin Stella Maris, de Nicolás Domínguez representa en lenguaje abstracto a la Virgen del mar. La Madona protectora de Diana Aisenberg se despliega imponente en un mural gris para invocar la protección de las artes y los artistas. Carolina María Pedemonte retrata un sueño sobre la anunciación, en un óleo verde oscuro.
La Desatanudos, un antes y un después, de Julia Rossetti, cierra el recorrido: es el registro de una performance ritual en el que la artista desataba los nudos de una cinta dorada a medida que los participantes le ofrendaban una situación que deseaban destrabar. Al frente, una virgen de cerámica ilumina a quien la mira, con la luz de las velas encendidas que alberga en la concavidad de su interior.
Premiación
María Pimentel agradeció a los artistas que “se animaron a tomar la temática de lo sagrado en una época de un gran vacío espiritual y en la era de la muerte de Dios”, dijo anoche, en el acto de premiación. “Quisimos proponer a los artistas que vean la trascendencia y que, como tienen una sensibilidad especial, nos la muestren a través de sus obras”, completó Pérez del Lago.
El primer premio ($1.200.000) fue para una obra Sin título del artista Andrés Arzuaga; el segundo ($750.000) se le concedió a la obra Un bosque en ruina, de Juan Rey. El premio mención ($ 500.000) distinguió a La beatificación del burro de mamá Antula y el burro del cura Brochero del artista Xil Buffone; mientras que el estímulo ($250.00) fue otorgado a la obra Virgen de Itatí, de Richar De Itatí. El jurado resolvió además dar una mención especial a la obra Personal Jesús, de Amaya Bouquet. Se valoraron especialmente las obras presentadas por Diana Aisenberg y Carlos Ginzburg, dos artistas de significativa trayectoria en el arte argentino.
Para agendar
La Bienal de Arte Sacro puede visitarse hasta el 17 de septiembre en las salas 3, 4 y 5 del Centro Cultural Recoleta, de martes a domingos, de 15 a 18. En el marco de la exhibición habrá otros eventos.
- “Los símbolos de lo sagrado”, con la Dra. María Sara Cafferata, hoy, a las 18.30.
- “Paganismo/cristianismo. El camino de las imágenes”, por la prof. Ofelia Manzi, el miércoles 23 de agosto, a las 18.30.
- “El tratamiento de la imagen en las tradiciones religiosas monoteístas”, panel moderado por María Pimentel entre el presbítero Eduardo Pérez del Lago, la Dra. Andrea De Vita y el Lic. Marcelo Aptekmann, el miércoles 30 de agosto, a las 18.
- “El camino simbólico a la Divinidad”, con el Preb. Eduardo Pérez del Lago, el miércoles 6 de septiembre, a las 18.30.
- Concierto de música sacra contemporánea, con la dirección de Santiago Rosso, el miércoles 13 de septiembre, a las 18.30.
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