El arte del oficio
Abimael Guzmán, el gusto por el viaje y la pasión periodística son algunos temas de Santiago Roncagliolo, ganador del premio Alfaguara de Novela por Abril rojo
Al peruano Santiago Roncagliolo le encanta Buenos Aires. "En dos días estuve en una escuela de box en una villa, asistí a una conferencia de Gianni Vattimo y vi a Jorge Lanata en el teatro de revistas. Esta ciudad es un caleidoscopio de emociones. No sé cómo será para ustedes, pero a mí me encanta que una escuela de box sea un proyecto social y que un periodista hable de las noticias rodeado de vedettes. La argentina siempre tiene respuestas brillantes y extremas para todo", señala. Hijo del analista político Rafael Roncagliolo y ganador del premio Alfaguara de novela con Abril rojo , Santiago adora la capital argentina porque, entre otras cosas, le encanta viajar y descubrir nuevas facetas de la realidad. "Por eso yo quería estudiar periodismo, pero mi padre no me dejó. Así que me dediqué a contar historias: hice teatro, armé guiones para televisión y hasta escribí discursos políticos, que en el Perú son una forma muy desarrollada de ficción", cuenta.
-¿Para quién eran esos discursos políticos?
-Para organizaciones de derechos humanos en la época de Fujimori. Había que contar las verdades de manera que no parecieran tales. Atenuar la realidad, para salvarla. Ahí aprendí a ser preciso en el uso de las palabras. En la Universidad aprendí a leer; pero me hice escritor gracias a los encargos para contar una historia.
-Parece que por ese tiempo se divertía. ¿Con las novelas también se divierte?
-Menos. Lo que me gusta de las novelas es que al escribirlas puedo usar todo lo que aprendí fuera de ellas. Y también que no hay jefes ni horarios. La libertad es lo que más me gusta, pero reconozco que es lo más complicado. La novela es lo que más batallas genera porque no hay soluciones establecidas para nada.
-¿El periodismo es su mayor influencia?
-Bueno, mis últimos dos libros son periodísticos. En La cuarta espada cuento la historia de Abimael Guzmán, el líder terrorista peruano, narrada por un periodista que exhibe su investigación. Para mí tiene la estructura de una novela, pero si yo hubiese escrito una novela así sería de lo más inverosímil. ¿Quién creería en un personaje que sin armas ni dinero ni apoyo decide volar un Estado, y lo logra, y luego es destruido y sepultado por ese Estado en ruinas? Es un personaje tan extremo que no se puede narrar como ficción. Nadie creería en él.
-¿Y el otro libro?
-Es Jet lag . Son crónicas de viajes que he hecho desde hace algunos años. El periodismo permite encontrar los pequeños detalles que pueden reflejar a todo un país. Por ejemplo: compré muñecas vudú en la República Dominicana, me enseñaron cómo matar a alguien, me dieron las instrucciones y al final me pasaron un teléfono por si no funcionaba, ya que había garantía. Esas pequeñas cosas cuentan cómo es un país.
-¿En su caso el periodismo es literatura?
-Yo me identifico con el gesto periodístico de salir a la calle y contar aquello que ocurre. Es una buena actitud ante la realidad y también frente a la literatura, aunque sólo con eso no se escribe una novela. En la novela, todo tiene que funcionar. Para mí, lo más difícil no es contar una historia, sino ver qué historia quieres y puedes contar en un momento determinado. Cuál es la historia que el cuerpo te pide. Pero, a veces, sólo cuando estás dentro del laberinto te das cuenta de que no hay salida.
-¿Y cómo le gustaría impactar al lector ?
-Pienso mis libros como un viaje emocional. Y me gustaría que, después de ese viaje, el lector vuelva a la realidad mejor equipado para vivirla.
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