El arte de riesgo de Regina José Galindo, entre la reflexión política y los femicidios
León de Oro en Venecia e integrante de la colección en MoMA, la obra de esta artista guatemalteca que ya tiene un lugar en el Malba vuelve a ponerse en foco en el ciclo “La historia como rumor”, con una performance sobre el retroceso de las democracias en el mundo
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Marcha atrás. El lenguaje entiende esta acción como el movimiento en reversa de un automóvil que en la lengua popular, atravesada por el prejuicio, fue apropiada como un recurso más del discurso homofóbico. Decir “marcha atrás” para apuntar con sarcasmo la homosexualidad. En 2019, la artista guatemalteca Regina José Galindo (1974) contrató a una banda militar de 45 músicos para que desfilaran junto a ella marcha atrás, en reversa, por el casco histórico de la ciudad centroamericana tocando marchas militares en el camino que va del Ministerio de Gobernación al Palacio Nacional. La performance llamada El gran retorno pone entonces a un símbolo del poder de la virilidad como son las bandas militares a caminar hacia atrás, invertidos. Pero la obra de Galindo que se presenta hoy, desde las 18, en el ciclo virtual “La historia como rumor”, organizado por Malba, excede la cuestión de la discriminación sexual: lo que necesariamente deber ir hacia atrás es el patrón ideológico que convirtió a esa región de América en un resumidero de colonialismo, violencia social y muerte. Ya fuera por las migraciones masivas hacia Estados Unidos o por la violencia del poder político y de las organizaciones criminales hacia, sobre todo, la etnia maya y las mujeres. El gran retorno, dice la artista en diálogo con LA NACION, debe leerse también como “retroceso”: “El de los procesos democráticos no solo en Guatemala (en donde jamás hemos vivido una real democracia) sino en el mundo entero. Este significado de la pieza se reforzó en 2020 y 2021 con todas las medidas de represión surgidas por la pandemia”, asegura.
Despojados de sus charreteras vistosas, en el registro de la performance los músicos militares visten de negro y siguen el bastón de mando de Galindo (también de negro) que asume por entero el paso, la coreografía, de un militar al mando de su banda. El grupo humano atraviesa las calles de impronta colonial a contramano de los transeúntes provocando un efecto de extrañamiento. Una mujer morocha y menuda guía a un grupo de hombres hacia lo que parece un repliegue de la historia. Desandar el camino que desde los años 50, cuando Estados Unidos propició el Golpe de Estado contra Jacobo Arbenz Guzmán por oponerse a los intereses de la United Fruit Company, desembocó en una guerra civil (1960-1996) cuyo corolario fue el genocidio maya (se cree que se asesinaron y desaparecieron a unas 200 mil personas) propiciado por el dictador Efraín Ríos Montt en los años 80. Vestidos de negro, siguiendo a su nueva jefa, los militares-performers de El Gran Retorno convierten a esas marchas compuestas mayormente en el siglo XIX en un acto fúnebre que viene a reparar lo que la política y la justicia nunca terminaron de hacer.
Una obra sobre los femicidios en la colección del Malba
La obra de Galindo ingresó a la colección de Malba con la dirección de la venezolana Gabriela Rangel con el video de la performance Hilo de tiempo realizada en Chiapas, México, en 2012. Asumiendo el cuerpo del feminicidio latinoamericano (solo en México los asesinatos tipificados como “femicidios” crecieron un 137% entre 2014 y 2019), Galindo se mostró en la vía pública cubierta por el mismo tipo de envoltorio negro con el que se cubre a los cadáveres. La bolsa podía ser destejida por el público (no el público del arte sino la gente de a pie) hasta descubrir el cuerpo desnudo de la artista que se cerraba sobre la genealogía de la performance (Cut piece, de Yoko Ono, 1964) pero a la vez se abría como símbolo de la incesante ola de violencia machista. Así, mientras se lee sobre la obra de Galindo las notificaciones alertan en el smartphone sobre el asesinato a cuchillazos de Guadalupe Curual, 21 años, en pleno centro de Villa La Angostura. La estadística dice que en los pocos días que van de 2021 hubo en Argentina un femicidio cada 29 horas. La obra de Galindo no es entonces ajena a la descomposición social del país. Hilo de tiempo lejos está de ser la reivindicación lejana de una activista del arte que se mira en el museo con gesto reflexivo para ser rápidamente olvidada en el gift shop sino que reverbera en el desayuno, con las noticias recién servidas.
Galindo no es una emergente del feminismo radical sino que la convivencia con niveles de violencia que ranquean muy alto en el mundo la puso en ese sendero mucho antes que fuera trending topic en el arte contemporáneo. En el contexto de Guatemala, donde vive y trabaja, lo suyo podría llamarse arte de riesgo. Sus performances se volvieron parte del circuito internacional y así fue como ganó el León de Oro al Mejor Artista Joven en la edición 51 (2005) de la Bienal de Venecia por las performances ¿Quién puede borrar las huellas? (2003) e Himenoplastia (2004). En la primera se la veía cubriendo la distancia entre la Corte de Constitucionalidad y el Palacio Nacional de Guatemala dejando un sendero de huellas de sangre humana en un deliberado acto de oposición a la candidatura del genocida Ríos Montt. La segunda, aún más descarnada, es el registro de una intervención quirúrgica en la que se hizo reconstruir el himen para volver a ser virgen. Accionismo vienés al uso nostro, latinoamericano.
Pero así como la destrucción de Guatemala empezó con la política exterior de la CIA y la injerencia de los Estados Unidos, su arte de riesgo se visibiliza a través de instituciones como el MoMA de Nueva York, que tiene en su acervo obras como America’s Family Prison y Looting, que dan cuenta del destrato a los inmigrantes centroamericanos y el saqueo a la riqueza del suelo guatemalteco. Para America’s Family Prison, Galindo, su esposo y su pequeña hija vivieron durante 24 horas en una celda producida por la industria de las prisiones privadas para detener el flujo migratorio. La obra final es un video documentando la cotidianeidad de su familia en prisión. En una entrevista con el museo neoyorquino, Galindo explicaba la particularidad geopolítica de sus performances. “En Guatemala parece que el tiempo tiene una continuidad distinta. El pasado y sus atrocidades siguen haciendo estragos en el presente y marcan nuestro futuro. Guatemala es uno de los países más desiguales del mundo y uno de los más golpeados. Gran parte de nuestra tragedia se debe, claro está, a la intervención de los Estados Unidos, pero también a la avaricia y perversidad de una clase criolla oligarca que ha despojado sistemáticamente a los pueblos mayas siendo responsables de la miseria y el hambre en el país, que es además uno de los países con mayores recursos de las Américas. Esto mantuvo un flujo migratorio constante hacia el norte por parte de personas buscando una manera de vivir o sobrevivir. Luego empezaron las deportaciones masivas, y con ello nuevos problemas en la región: la aparición de maras, luego una nueva narco guerra y una tremenda exacerbación en la violencia, los feminicidios”.
En El gran retorno, entonces, es la artista la que disciplina a los militares para desandar el camino y poner en retirada tanto bronce de tubas y repiqueteo de tambor en un acto simbólico capaz de cifrar, al menos como posibilidad, un nuevo comienzo para el país maya. El registro de su performance conecta con Gloriosa Victoria, el mural de dos metros en el que Diego Rivera representó el golpe de 1954 y que fue prohibido en Estados Unidos. En 2000 se lo encontró en uno de los depósitos del museo Pushkin, en Rusia, y fue devuelto a México, donde se lo exhibió en 2020 en la muestra Diego Rivera, epopeya mural, en el museo del Palacio de Bellas Artes del DF. En 2010, en tanto, había sido exhibido en Guatemala por primera vez en el Palacio Nacional de la Cultura.
Esta performance de Galindo es la sexta exposición del programa virtual de Malba y para presentarla esta tarde se verá una conversación entre la artista y los críticos Idurre Alonso y Arnoldo Gálvez Suárez. Luego quedará alojada en la web del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, acompañada de textos sobre la obra, testimonios y el archivo del proceso de trabajo.
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