El argentino Gabriel Chaile amasa en barro las obras que se exhiben desde hoy en la liga mayor de Venecia
Los invitados ya pueden visitar en la “madre de todas las bienales” la muestra internacional “La leche de los sueños”, donde el artista tucumano participa con esculturas monumentales que parecen ídolos de una fantasiosa cultura
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La inauguración oficial es el sábado próximo, pero ya desde hoy comienzan a circular los invitados especiales en la Biennale. En Venecia comienza la 59° edición de la exhibición internacional más importante del arte global y en la muestra principal el artista argentino Gabriel Chaile participa con un conjunto de obras que realizó in situ, durante un mes.
En la bienal hay pabellones nacionales (en el argentino estará la videoinstalación de Mónica Heller) y está la muestra principal curada por el director. Esta vez, se llama The Milk of Dreams (La leche de los sueños) y está al cuidado de la ascendente Cecilia Alemani, inspirada en la obra de la surrealista anglomexicana Leonora Carrington (1917–2011). Incluye a 213 artistas de 58 países. Más de 180 participan por primera vez, entre ellos, Chaile, que se nació en 1985 en Tucumán, donde se crio, pasó un etapa de formación en Buenos Aires y ahora disfruta una carrera internacional que lo llevó a participar con éxito en la feria Art Basel en Suiza, en la New Museum Triennal de Nueva York, y exposiciones en Londres y Berlín. Afincado desde el comienzo de la pandemia en Lisboa, fundó junto con amigos la galería NVS, donde oficia de director artístico y propicia el despegue de la carrera de sus amigos.
Por teléfono se escuchan las risas de quienes lo cruzan por las calles acarreando tres valijas (la suya, la de su mamá y la de su hermano, que lo acompañarán en la inauguración). Mientras tanto, habla con LA NACION y compra ropa para la maratón de encuentros y vernissages que lo espera cuando llegue a la ciudad de los canales. “Es un honor y una emoción grande poder ocupar ese espacio tan importante en la bienal. Es algo que siempre soñé y lo estoy viviendo, y eso es una sensación muy rara”, dice Chaile tan nervioso como feliz.
Lo que presenta en Venecia es un conjunto escultórico formado por cinco piezas concebidas como retratos de su constelación familiar: están su abuela materna, Rosario Liendro, su abuela y su abuelo paterno, su mamá y su papá. Tomando el concepto de laguna arqueológica, asociado a la transmisión oral de historias, propone visibilizar espacios vacíos de información. Es su propia historia: se apoya en la morfología de las producciones culturales de pueblos originarios para indagar en su linaje.
“Son retratos. Ya hice a Patricia y a Diego... pero esta vez decidí ponerles nombre y apellido, como tienen las pinturas históricas de la burguesía, como El matrimonio Arnolfini (de Jan van Eyck, conservado por la National Gallery de Londres) o Battista Sforza (el díptico de Piero della Francesca que está en la Galería de los Uffizi, Florencia). Me pareció que era un buen momento para nombrar. Cada pieza es una persona que existe y es mi familiar, y habla de esta constelación genealógica”, explica.
La diferencia es que sus obras no son prolijos cuadros pintados al óleo en solitario sino construcciones en barro que amasa con un grupo de seis artistas amigos. “Primero trabajamos un montón en Lisboa produciendo las estructuras con el equipo. Pusimos la primera capa de adobe y después viajamos a Venecia. Nos quedamos un mes. Vivimos en un departamento muy cerca de la bienal. Pusimos un parlante grande, siempre con música, e hicimos un enchastre. Yo ensucio cuando hago: mucho barro. Salió todo bien. Terminamos hace veinte días, porque nos pusieron a trabajar en primer lugar justamente por eso: somos los más sucios. Después van colgadas obras de otros artistas en las paredes”, explica.
La leche de los sueños tiene tres áreas: “La representación de los cuerpos y sus metamorfosis; la relación entre los individuos y las tecnologías, y la conexión entre los cuerpos y la tierra”. Crea un diálogo entre el presente y el pasado, y pone en relación historias de exclusión. Escribe Alemani en el texto curatorial: “Basándose en el conocimiento indígena y subvirtiendo los estereotipos colonialistas, el artista argentino Gabriel Chaile presenta una nueva serie de esculturas monumentales, hechas de arcilla sin cocer, que se elevan como los ídolos de una fantasiosa cultura mesoamericana”. Chaile siempre vuelve al concepto de la genealogía de la forma: implica asumir que cada objeto, en su repetición histórica, trae consigo una historia que contar. Ha trabajado con el huevo y con el ladrillo, y esta serie se relaciona con los hornos de adobe en los que, como en su casa, se cocina el pan.
La curadora conocía su trabajo de Art Basel Cities, cuando en 2018 fue invitado por ella y presentó la escultura-horno Retrato de Diego Núñez frente al Riachuelo, en La Boca. “Siempre fue a visitarme mientras hacía exposiciones afuera, en Miami o Suiza. En plena pandemia me pidió una entrevista, como a muchos artistas y eso no era ninguna certeza. Cuando se confirmó, presenté un proyecto en dibujos en carbón de cinco esculturas de gran escala”.
“Creo que mi trabajo se alinea bastante bien con lo que viene pensando Cecilia, y también hay un pensamiento de época –dice Chaile–. Muchos artistas estamos enfocados en estos temas: la reconfiguración de lo humano, esta sacudida de piso de todo los estándares conocidos y los poderes hegemónicos que empiezan a ponerse en cuestión. Por eso, en esta bienal hay tantos artistas poco conocidos y creo que es la primera edición en la que hay mayoría de mujeres. Cecilia es una de las pocas curadoras mujeres en la historia de la bienal. Esto no tiene que ver solo con el feminismo, sino que abarca a todas las mal llamadas minorías. Mi trabajo tiene un poco de todo esto: simplemente soy un observador y traduzco lo que veo en imágenes. Me gusta pensarme como alguien que intenta comprender el presente, con lo difícil que es eso”.
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