El apellido del arte
Tres generaciones de la familia Van Riel sellan la historia de la galería más antigua de Buenos Aires
El eco de sus saltos sobre el piso de damero blanco y negro aún suena en los recuerdos de Gabriela Van Riel. Era una chica de ojos grandes y adoraba correr por los enormes salones de la galería que fundó su abuelo Frans, en 1924. Pronto intuyó que, mientras jugaba, también estaba respirando una parte importante de la historia del arte argentino.
"No te preocupes Lolita; yo voy a seguir con la galería", le prometió a su abuela Dolores. Y cumplió. Hoy continúa el trabajo que durante más de 40 años realizó su padre, también llamado Frans, para sostener el mítico espacio que lleva el apellido de la familia: la labor ininterrumpida de esas tres generaciones convierten a Van Riel en la galería más antigua de Buenos Aires.
Una tarea nada fácil en un país donde la tierra tiembla tan fuerte y tan seguido. De hecho, para adaptarse a las crisis, la galería Van Riel tuvo que recrearse dos veces. La sede de Florida 659, inaugurada en 1924 con la presencia del entonces presidente, Marcelo T. de Alvear, y referencia ineludible para el arte argentino durante décadas, cerró sus puertas en 1979, a lo grande: con los mejores artistas pintando sus paredes y un emotivo discurso del legendario Jorge Romero Brest.
"Era un espacio muy difícil de sostener económicamente-explica Gabriela a LA NACION-, y nosotros no teníamos ningún capital extra. Los impuestos fueron cada vez más tremendos... Hubo que cerrar."
Los más de 800 m2 que ocupaba en ese lugar -que albergó al Instituto de Arte Moderno y a la Asociación Ver y Estimar, y hoy aloja a la marca de ropa Zara-, se redujeron a 500 en 1980, cuando se inauguró la sede de Talcahuano 1257. Un oasis con jardín en el que vivieron Frans, Kicsi y las tres hijas de ambos durante más de 20 años. Hasta que la galería volvió a convertirse en un elefante blanco.
Igual que en 1980, tras un arduo esfuerzo por conseguir apoyo económico y algunos meses de impasse , en marzo último Van Riel reabrió sus puertas en Juncal 790. Esta vez, dirigida por Gabriela. "Mirá cómo se repite la historia", dice esta representante de la tercera generación Van Riel, a los 48 años, con la voz quebrada por la emoción. Ríe, sin embargo, al confesar cuánto le costó que su propio padre, innovador como pocos, asimilara la primera muestra que ella organizó en la galería: la de Sergio Avello, en 1998.
"Esa muestra fue un éxito, pero papá ni apareció por la sala. Yo le recordé cuando él hizo la primera muestra del informalismo, en 1948. Cuentan que venían los académicos, como Butler y Pettoruti, y le decían: «¿Qué te pasó Van Riel, te volviste loco?» Claro, el informalismo era Kenneth Kemble haciendo obras con trapos rejilla, y andá a saber cómo se horrizaban en esa época..."
No era el sueño de Frans Van Riel seguir el camino de su padre. Este último, que nació en Roma en 1879 y llegó a la Argentina en 1906, tenía una profunda vocación artística: además de abrir la galería y un salón de fotografía en Viamonte y Florida, fundó la revista Augusta , especializada en arte, y trabajó como ilustrador en el diario La Prensa . En cambio, el Frans Van Riel que nació en Buenos Aires, en 1921, quería ser marino mercante o arquitecto.
"Papá se hizo cargo de la galería en 1950, cuando murió mi abuelo. Tal vez no era su sueño, pero lo que hizo lo hizo de la mejor manera posible, y le salió más que bien -opina Gabriela-. A mí no me interesa imitar a mi padre ni a mi madre, que también tuvo un papel importante en la sede de Talcahuano. Pero sí tomar lo mejor de los dos: la garra comercial de mi vieja, y la bondad y la generosidad y el respeto que me enseñó el viejo a tener por los artistas. El fue amigo de los artistas y nunca hizo mucho dinero con la galería, ni pienso hacerlo yo. No es el objetivo."
"Este no es un negocio de corto plazo", coincide su madre, Kicsi, que a los 75 años sigue compartiendo su vida con Frans, de 85. Y observa: "Si uno quiere ser fiel a una línea, a veces eso va en contra de la parte comercial". Tanto ella como su marido, asegura, están "en paz" con el nuevo rumbo que está tomando la galería con la conducción de Gabriela.
Además de darle un perfil más contemporáneo -por ejemplo, representa en la Argentina al joven uruguayo Martín Pelenur-, volvió a poner en marcha Ediciones Van Riel, la editorial que se inició con Augusta, en 1918, y que entre otros títulos importantes publicó Antiestética , de Luis Felipe Noé (1965). En 2006 nació Vanguardias revisitadas , y ahora está en marcha otro libro sobre la historia de la galería.
Para este proyecto, días antes de reabrir la sede de Juncal con un homenaje a Santiago García Sáenz, Gabriela decidió ordenar el archivo. "Estaba por inaugurar la primera muestra, todavía tenía las paredes vacías, y yo seguía sentada en el piso con todas las cajas -recuerda-. Guardé todo para otro momento y dije: tengo que mirar para adelante." ¿Habrá una cuarta generación? "Yo no tengo hijos; tal vez mis sobrinos quieran seguir. La idea es llegar al centenario de la galería. La resistencia y la continuidad son mi caballito de batalla."