El amor y la irreverencia
EL ANONIMO LOMBARDO Por Alberto Arbasino (Eudeba)-222 páginas-($ 19)
EL amor entre dos hombres no tiene nunca un final feliz. Esta afirmación, de una simplicidad descarnada, alimenta, desde el inicio, la historia de El anónimo lombardo , la segunda y quizás más original novela de Alberto Arbasino, uno de los escritores más prolíficos y polémicos de Italia.
Nacido en Voghera, Lombardía, Arbasino es, sin duda, el enfant terrible de la literatura italiana. Su producción narrativa y ensayística es deudora de la estética lombarda, que echa sus raíces en el poema satírico El día de Parini, la prosa político-romántica del Risorgimento, la obra fundacional de Manzoni, la poética futurista de Marinetti, la narrativa partisana del neorrealismo y, por último, la revolución literaria de Gadda.
El anónimo lombardo es una novela epistolar, compuesta en 1959, cuyas cartas están dirigidas por un muchacho de la pequeña burguesía de provincia que vive y estudia en Milán a su amigo-confesor, a su profesor y a su propio amado. Es una historia de amor juvenil que aparece definida ya en el epígrafe, extraído de un manual de psicología de esos años: "Las relaciones entre dos varones raramente sobreviven a las primeras desavenencias... En consecuencia, algunos de ellos permanecen notablemente perturbados".
Arbasino subvierte el modelo de las novelas epistolares francesas del siglo XVIII y, por qué no, las más famosas cartas desesperadas de Werther y de Jacopo Ortis. No es sólo su prosa desprejuiciada e irreverente, su ironía punzante, su preferencia por el sentimentalismo afectado y su capacidad de reír maliciosamente de la tradición lo que corroe dicho modelo, sino más bien el entrecruzamiento de citas que deconstruyen la trama y la desacralizan.
El libro tiene, en efecto, casi doscientas notas a pie de página que se ocupan, incluso, de decir a partir de lo ya dicho y lo ya escrito por otros, lo contrario de lo que el texto afirma, amplificando o desvalorizando a veces hasta el ridículo la voz del narrador. Con ese sistema de citas, Arbasino desmiente al anónimo lombardo -que es, a la vez, su alter ego - poniendo al desnudo sus falaces estratagemas, sus lugares comunes y sus golpes bajos. Las fuentes que actúan de contrapunto narrativo son variadas: desde la poesía mística de San Francisco o la vena irónica de Parini y los poetas lombardos del siglo XVIII, hasta la prosa experimental de Flaubert y Gadda. Es el drama que se vuelve comedia y, por eso, aun la desgracia final, la separación definitiva de los amantes, anunciada con espectacularidad desde el principio, pierde todo gesto de nobleza para despertar una conmiseración que deja un gusto agridulce en la boca. El narrador pasa de la facundia verborrágica del principio a la atrofia final, en que la palabra que redime no puede ser pronunciada.
Ahora bien, el texto no se agota en esa historia sino que está recorrido por una serie de cartas que enuncian, sin ansias programáticas, los principios de una estética propia. La literatura de Arbasino, definida cuatro años más tarde con su Fratelli d´Italia , se opone al derrotero del neorrealismo, que ya por entonces comenzaba a naufragar. En esos años Italia se embarcaba, bajo la égida de Carlo Emilio Gadda, en busca de nuevas experiencias lingüísticas que pusieran a prueba la solidez de la tradición italiana y dieran lugar a una renovada narrativa experimental. Con El anónimo lombardo toma cuerpo la teoría de Arbasino acerca de la novela-ensayo: "En fin, la novela-ensayo, es decir, lo mejor de los dos mundos [...] quizás a la manera de una falsa autobiografía de ideas, la única forma narrativa que me interesa hoy por hoy. Pero no más allá de un cierto límite: los elementos extranarrativos deben estar subordinados a la trama, devorados por la estructura de la novela".
Desde su primer libro, Le piccole vacanze (1957), Arbasino ha alimentado a su manera el mito de una Milán cosmopolita y alternativa, antídoto contra el veneno de la vida de provincia, incluso lombarda, que se propaga fácilmente en Italia. Con la publicación, entre nosotros, de El anónimo lombardo , accedemos a la obra más sólida del escritor italiano. La iniciativa de Eudeba es elogiable, así como también la traducción de Roberto Raschella, porque apunta a un libro ajeno a las tendencias del mercado y porque acerca a un público argentino un capítulo imprescindible del siglo XX italiano.
Más leídas de Cultura
Paloma Picasso. "No voy a negar que el mío es un apellido fantástico para conseguir lugar en restaurantes"
“Efecto Piranesi”. Cárceles sin salida en el Museo Nacional de Bellas Artes
Cierre del Museo del Traje. La institucionalidad cultural al desnudo: “No es una batalla. Es una demolición despiadada”