El amor en Occidente, entre el sufrimiento y la alegría
Se privilegió el dolor como prueba de intensidad de un sentimiento
A diferencia de las culturas orientales, que concibieron el amor como un arte, es decir, como una práctica que se perfecciona y se aprende, Occidente vinculó el amor con el sufrimiento, hasta el extremo de considerarlo un padecimiento natural, casi virtuoso, y de aceptar el dolor como prueba inexorable de la intensidad del sentimiento, sostiene Roxana Kreimer, becaria del Conicet y autora de un libro por demás curioso: "Falacias del amor. ¿Por qué Occidente anudó el amor al sufrimiento?".
En él, Kreimer, precursora en el país de la oralidad y el intercambio filosóficos -los llamados caphés-Philos creados en París por Marc Sautet-, analiza las formas en que los discursos amorosos fueron construidos y adoptados históricamente, cuestiona las concepciones hegemónicas sobre el amor que han predominado desde la antigüedad hasta nuestros días y revisa esta "herencia" con un propósito filosófico y práctico: rever las propias concepciones para apostar a formas más plenas de entender y vivir el amor.
Fundadora de la Asociación Argentina para la Filosofía Práctica y asesora filosófica, disciplina que aplica los más de 2500 años de tradición socrática en las cuestiones de la vida cotidiana, Kreimer identifica en el ideal platónico, que cimentó las bases de la doctrina cristiana, y en el amplio predicamento que han tenido las concepciones irracionalistas del amor el germen de la desdicha de muchos individuos.
"En la historia de la cultura de Occidente encontramos dos tipos de concepciones sobre el amor" -sostiene en una entrevista con LA NACION: aquellas que lo asocian con la carencia y el sufrimiento, como Platón, que identificó el amor con el deseo y el deseo con la ausencia de todo aquello que no tenemos, y aquellas que lo relacionan con la alegría y con la afirmación de la vida, como en Spinoza, Aristóteles y Ovidio.
Pero las que más predicamento han tenido son las que entienden el amor como una enfermedad, como una forma de locura, que vincula el eros con la pasión y el enamoramiento y que presupone la completa pasividad del amante; una concepción que todavía está muy arraigada: aquello de nada puedo hacer frente al amor.
-¿Cuál es el origen?
-De los mitos griegos deriva nuestra idea de flechazo, asociada al enamoramiento instantáneo e involuntario: no se ama a quien se elige, sino a quien nos ha sido asignado por Eros -Cupido para los latinos-, que caprichosamente nos lanza flechas. Por eso los griegos juzgan el amor como la quintaesencia de la irracionalidad; algo tan dulce como peligroso que ciega a sus víctimas. Séneca lo define como "una amistad llevada a la locura; la visita de un dios que hace inteligentes a los idiotas e idiotas a los inteligentes". Y el mito de Andrógino lo refuerza?
-La búsqueda desesperada de la media naranja?
-Claro, "las almas gemelas", escindidas por la ira de Zeus. La imagen mítica de las dos mitades que desean volver a unirse postula la incompletud de los seres humanos, que buscarían afanosamente a su otra mitad para resarcir esa carencia primitiva. De allí viene el mito de considerarse incompleto si no se está en pareja y la presunción de que sólo una persona está destinada a hacernos felices. Aunque el abrazo amoroso evoque la imagen de las dos mitades que se unen, no somos naranjas rebanadas por la mitad; no erramos en busca de una unidad originaria ni, mal que nos pese, existe nuestra "alma gemela".
-¿Tiene la certeza?
-Sí. En "El banquete", Platón advierte que el amor es como un extenso mar, esparcido en todo el paisaje humano. "Creer que nuestro amado es la única persona que la encarna y la única que puede conmovernos nos reduce prácticamente a la esclavitud", dice. Pero lo que quiero subrayar es que lo que existen más bien son personas distintas de nosotros a las que eventualmente podremos amar. Y la auténtica prueba de amor se vincula con nuestra capacidad de conciliar las diferencias. Si entendemos el amor como pasión y enamoramiento -y la pasión tiene siempre fecha de vencimiento-, la pareja tiene la vida útil de un electrodoméstico. No es extraño entonces que el zapping amoroso se convierta en el juego generalizado de la sociedad de consumo.
-¿La quimera es pretender vivir enamorado?
-Claro, hay que diferenciar el "amor pasión" o enamoramiento -un exquisito estado de efervescencia de corta duración (de tres o cuatro años, según distintos autores)- basado en la idealización del otro y en su ausencia, del "amor acción", como lo describen Deleuze y André Comte-Sponville. Un amor de más largo alcance que implica querer al otro no porque se lo idealiza, sino porque se lo conoce y se goza de su presencia. Una relación para la que el paso del tiempo puede convertirse en un dato a favor y no en contra. Y para la que es posible sobrellevar los problemas que necesariamente alcanzan a toda relación duradera. Ovidio dice que el amor está en lo que se aprende y se perfecciona en la práctica.
-¿El amor sucede o se construye?
-Ambas cosas. Pero es más lo que se construye. Ojo que no estoy declarando la omnipotencia de la racionalidad, pero creo que el hecho de que Occidente haya tomado la concepción griega, luego la cristiana, que tiene bastantes elementos como para anudar amor y sufrimiento (ya en la Edad Media y sobre todo a partir del romanticismo, con la novela, el sufrimiento por amor supone casi una virtud), es algo que sume en la infelicidad a muchísimas personas. Desde la filosofía creemos que hay un papel importante que puede jugar la razón con respecto a los sentimientos, que no son meramente fatalidades. Son innatos, pero también construcciones, formas de reaccionar que vamos adquiriendo a través de nuestra sociabilización.
-¿Uno de los consejos es cuestionar los propios ideales para modificar conductas?
-Sí, en el caso de que a uno no le resulten operativos para la vida. Porque en Occidente nos hemos ido educando en el amor oyendo historias sumamente idealizadas: Romeo y Julieta, Madame Bovary, el Werther de Goethe, que como no se puede casar con Carlota se suicida. Lo que caracterizó a Occidente es la concentración del interés en la etapa de la conquista, con una total despreocupación por lo que sucede después.
-¿Qué filósofos, además de Ovidio, presentan al amor como un arte?
-Erich Fromm, a quien no se le perdona haber escrito un best seller. El subraya la importancia del amor como donación (ágape para los griegos). Es muy necesario que hoy en día se subraye esta idea cristiana del amor y que no se la entienda como la exigencia al otro de todo lo que yo deseo o de lo que carezco o del requisito de que el otro cumpla con todas mis expectativas. Aristóteles sostiene que el que ama en realidad es más feliz que el que es amado, porque el amor permanece en uno. Mientras que si uno es amado, el amor está en el otro.
-Es bastante cierto, ¿o no?
-En parte. Pero yo prefiero a Spinoza, que es el que asocia el amor con la alegría. Por eso creo que una posible definición del amor es: "Amo a alguien cuando me alegro de su existencia".
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