El alma de Samuel Beckett se pasea por Buenos Aires
Dramaturgos, académicos y estudiosos del autor irlandés, uno de los más singulares del siglo XX, reflexionan sobre la vigencia de su obra en teatros, universidades y librerías argentinas
En la didascalia de una de sus obras -una de esas notas con las que, a veces, los autores de teatro dan instrucciones sobre la representación del texto-, Samuel Beckett había escrito: "En el fondo hay una puerta imperceptiblemente abierta". Los escenógrafos tuvieron acceso al autor y le preguntaron qué quería decir con esa acotación en apariencia tan críptica: "Es simple. La puerta está cerrada". Es Lucas Margarit, profesor de la cátedra de Literatura Inglesa de la Universidad de Buenos Aires (UBA), cuyos doctorado y posdoctorado versan sobre el escritor, quien festeja aquí anécdotas como ésta, mientras en todo el mundo se recuerdan muchas otras impresiones del irlandés a propósito de los 25 años de su muerte (que se cumplieron exactamente ayer).
En la Argentina, su vigencia es incuestionable. Esperando a Godot -el título más vendido (Tusquets lo publica desde 1992), con más de 35.000 ejemplares desde 1992-, Fin de partida o Los días felices son algunas de sus piezas más destacadas, que en una u otra temporada están siempre en cartel. Una sala del circuito de teatro independiente -una de las más interesantes en cuanto a su programación- lleva su nombre. Allí, hace pocos días, lanzó Martín Lousteau su candidatura a jefe de gobierno.
En el campo editorial, Beckett suma varias novedades en el país, entre las cuales cabe subrayar el relanzamiento de la única biografía en castellano, de Patricio Orozco, y Assumption, un relato inédito en español.
Además, acaba de culminar el festival que se celebra en su honor desde 2006, cuando se cumplía el centenario de su nacimiento, y cuyo debut tuvo una sala como anfitriona. En esta edición, a la representación de obras locales e internacionales en cuatro teatros porteños y a la presencia del fotógrafo John Minihan se sumaron conferencias de académicos donde se discutió su obra. "El festival crece cada año, pero lo llamativo es la gran cantidad de público joven que asiste a él, y no solamente vinculado al teatro, ya que muchos traductores sienten atracción por el mundo de Beckett", revela el mismo Orozco, director del encuentro, quien creó junto con el recordado Miguel Guerberof -pionero y experto en la poética beckettiana- este encuentro anual. Es probable que en 2015 el sobrino y heredero del escritor, Edward Beckett, visite el país en el marco de un festival que crece.
La traducción, un gran tema
Premio Nobel de Literatura cuya lengua materna era el inglés, Beckett se propuso escribir en francés para abandonar el fluir automático de un hablante nato, suprimir los vicios de un idioma y también aquellos juegos del lenguaje y el legado estético que había mamado de los años en los que fue asistente de James Joyce. La traducción es uno de los problemas centrales de su obra que funcionan como un imán para los estudiosos del tema, pero también como un repelente para quienes desean componer estos personajes y no sienten cercano el texto en los distintos dialectos del español a los que fue traducido.
"A través del festival pudimos acercarnos a los herederos, cada vez más permeables, y se pudo trabajar en traducciones más argentinas, o revisar las que existen. En Embers, por ejemplo, un personaje dice: «Me voy a la Patagonia», pero en la traducción al español decía «Me voy a Perú»", destaca Orozco.
En la Escuela El Duende, de Agustín Alezzo, el realizador y el maestro de actores más prestigioso del país, se realizan escenas de Beckett en las aulas. "Es un autor fundamental del siglo, con una visión muy descarnada y amarga de la realidad donde el hombre vive en soledad. El actor se siente interesado por él, ya que son propuestas muy atractivas y exigentes para interpretar", opina.
Siempre vigente, el año próximo habrá una nueva versión de Esperando a Godot en El Tinglado a cargo de Rubén Pires, y posiblemente Orozco dirija Días felices, con María Comesaña, pieza que esta temporada representó Roxana Berco. Alfredo Alcón, gracias a su talento y carisma únicos, logró que más personas conocieran la obra del irlandés a partir de su versión de Fin de partida, la última obra que protagonizó y dirigió antes de morir.
"Las obras de Beckett son como una partitura: si te corrés un poquito de ellas, se convierten en un desastre. Si no seguís las indicaciones, queda desarticulada", agrega Margarit, traductor y dramaturguista de varias puestas, quien asegura además que sus guiones son hiperrealistas. "Así es la naturaleza del hombre. Vivir es esto. No sabemos nada de la existencia, pero hay que seguir. De Sísifo tomó la mecanicidad de los actos, esa repetición eterna, para crear Esperando a Godot." Como Margarit, Alezzo siempre estuvo en contra de la generalización, de ubicar la obra de Beckett como teatro absurdo, y prefiere hablar de un teatro existencial.
Ampliar el público beckettiano es un objetivo de sus estudiosos. Orozco admite que trabaja para que no exista una sola voz autorizada que dicte cómo se debe hacer una obra de este autor. A su vez, Margarit, que dicta seminarios específicos sobre el irlandés en la facultad, busca sumar en distintas publicaciones a sus alumnos, para fomentar el interés de las nuevas generaciones en su obra. "Frente a lo peor, hasta que nos haga reír", cita a Beckett. En estas palabras, opina el académico, se condensa su pensamiento: "No hay posibilidad de ir hacia algo mejor, siempre se avanza hacia lo peor. Hay que aceptarlo y cuando esto ocurre, sólo queda reírse".
Agustín alezzo
Maestro de actores
"Es un autor fundamental. Los actores se sienten interesados en él. Son propuestas muy atractivas y exigentes para interpretar"
Lucas margarit
Académico
"Las obras de Beckett son como una partitura: si te corrés un poquito, se convierten en un desastre"