El álbum de un país
Con audaz criterio curatorial, una exhaustiva exposición en la Fundación Alfonso y Luz Castillo aborda 170 años de la fotografía en la Argentina
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En 1915, un cuadrado negro abrió la puerta a una nueva etapa de la historia del arte. Su creador, el pintor vanguardista Kazimir Malevich, lo presentó en 0.10: última exposición futurista , en Petrogrado, en un rincón del techo donde las familias ortodoxas solían colocar íconos religiosos. Con ese gesto se anunció el nacimiento del suprematismo, movimiento artístico que apeló a la abstracción geométrica para expresar “la supremacía del puro sentimiento” y le dio al arte un lenguaje propio, independiente de la realidad.
En 1998, la santafesina Andrea Ostera realizó 22 vistas de la casa de noche , obra que consiste en 22 instantáneas que muestran lo mismo: cuadrados negros. Hoy se exhibe como parte de Fotografía en la Argentina: 1840-2010 , exhaustiva muestra que propone reflejar, entre otras cosas, la larga lucha de la fotografía en nuestro país por ser considerada una rama del arte.
"Esta obra de Ostera es el extremo conceptual de la imagen reducida a su puro significante", explica Valeria González, curadora de la exposición que ocupa por completo el enorme edificio de la Fundación Alfonso y Luz Castillo, con obras de más de 60 fotógrafos. "Hasta fines de los años 90, cuando alcanza una plena integración dentro del sistema del arte en la Argentina, se suponía que la fotografía no podía llegar a ese diálogo metalingüístico o abstracto de las otras artes porque estaba ligada de una manera casi insoslayable a la representación. Después se vio que no era tan así. Ahora puede hacer lo que quiera: representar, no representar, hacer blanco y negro, color..."
Lograr esa libertad demandó más de 150 años. La fotografía de mediados del siglo XIX, recuerda González, era exclusivamente documental, tomada en general por comerciantes y destinada al archivo. Y ni siquiera a un archivo público, sino a lujosos álbumes de "vistas, tipos y costumbres" a los que sólo podía acceder la alta burguesía.
En ese punto comienza la muestra, con algunos hallazgos. Como la ficha policial de una mujer aborigen, crudo testimonio del lugar de la escala social que ocupaban entonces los pueblos originarios. En una audaz propuesta que aborda la historia por temas y contrapone lo antiguo y lo contemporáneo, la curadora exhibe esa imagen junto a fotografías de Julio Pantoja, que otorgan en el siglo XXI el privilegio del retrato a corajudas mujeres indígenas y criollas, y con trabajos de Marcelo Grosman donde los registros policiales de varios delincuentes se superponen hasta fundirse en un único rostro. El mismo diálogo entre pasado y presente se da entre vistas aéreas urbanas, como la de Juan Di Sandro de la inauguración del Obelisco y otra de Esteban Pastorino, o entre los interiores de locales comerciales de Fernando Paillet y Guillermo Srodek-Hart.
El ritmo se acelera en el primer piso, donde se refleja el ingreso en el siglo XX, cuando la fotografía se multiplicó en la vida cotidiana y en el espacio público gracias a su posibilidad de reproducción. Allí se encuentra desde Tucumán Arde , hito del arte conceptual de 1968, hasta la ácida mirada de Alejandro Kuropatwa en su serie Familia , de 1997; desde registros de la dictadura, como la fotoperformance de Dalila Puzzovio que ilustra esta nota, hasta trabajos experimentales como los de Grete Stern, Horacio Coppola y Annemarie Heinrich, alternativos a los géneros que prevalecieron durante décadas: el retrato, el paisaje y el reportaje. También se exhiben libros -como Buenos Aires, Buenos Aires , de Julio Cortázar, Alicia D´Amico y Sara Facio (1968)-, principal plataforma de expresión de la fotografía hasta que fue aceptada por los museos.
Hay que ir con tiempo suficiente para llegar al segundo piso, donde aguardan temas más densos: la muerte y la memoria. Un fotodocumental realizado por Diego H. Costa, de la Untref, aborda en forma cronológica el relato de la compleja historia política argentina. El enfoque poético queda así a cargo de las obras de Eduadro Longoni, Juan Travnik, Res, Santiago Porter y Gabriel Valansi, entre otros. Al final de la sala, las cajas de luz de Marcos López, de la serie Pop Latino , ponen punto final a tanta oscuridad.
Otro impecable trabajo de Valeria González, en un año más que productivo: en marzo pasado presentó en la flamante Casa del Bicentenario la muestra Mujeres. 1810-2010 , también curada por ella, que ya fue visitada por más de 53.000 personas y se extendió hasta fines de diciembre. Ahora prepara un libro de historia de la fotografía argentina que trascenderá esta exposición, y con el que la Fundación Alfonso y Luz Castillo celebrará sus 15 años.
Ambas muestras, dedicadas a celebrar los 200 años de la Revolución de Mayo, fueron encaradas con la convicción de que el pasado no es un proceso cerrado sino un capital activo, abierto a múltiples reinterpretaciones. Como el cuadrado negro de Malevich.
FICHA.